Por alusiones
El pasado domingo, leo en la sección de deportes de EL PAÍS una información desde Atenas sobre saltos de trampolín. En ella, se explica la historia desgraciada de varios saltadores. Uno fue arrestado por robar una bandera, otro por espionaje y el de más allá fue condenado a 17 años por matar a dos adolescentes mientras conducía borracho. Para ilustrar esta mala fama, el técnico de la federación española, el ruso Misha Ubrimov, explica que Greg Louganis, el más famoso saltador de la historia, "hizo mucho daño a nuestro deporte". Lean por qué: "Era alcohólico, drogadicto, disléxico, pegaba a su madre adoptiva...".
Comprendo que el tal Louganis, cuádruple campeón olímpico en trampolín y plataforma, haya enturbiado la imagen de los saltadores. Es muy feo ser alcohólico, es muy feo ser drogadicto y es muy feo pegar a una madre, sea esta adoptiva o biológica. Pero, por alusiones, no puedo aprobar que en el saco de la drogadicción, el etilismo y el maltrato a una progenitora no biológica, el entrenador coloque también la dislexia. Por ahí no sapo. Digo, paso.
Los que de pequeñitos confundíamos la derecha con la izquierda, los que pasamos una etapa párvula No Progresando Adecuadamente por culpa de hacer los números al revés, nos merecemos un respeto. Y también los que cuando leen tirar en una puerta empujan, los que no son capaces de mascar chicle e ir en bicicleta, los que, como Lola Flores, dicen "soy una artista de la cabeza a los pies", pero se señalan primero los pies y luego la cabeza. Somos una minoría, pero en ella se encuentran no pocos políticos, como George Bush, por no citar a algún alcalde de nuestro entorno más próximo. Ser disléxico no es y no puede ser tan feo como pegarle a un padre. Comprendo que para un saltador de trampolín confundir la derecha con la izquierda pueda ser letal y hasta mortal. Pero si tienes por costumbre tirarte a la piscina con siete copas de más, entonces tampoco importa tanto, digo yo.
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