La mula que nos lleva
Mula muerta es el tercer libro del mallorquín Sebatià Alzamora (Llucmajor, 1972). Escrito en catalán y publicado, en primera edición, en el año 2001, aparece ahora en edición bilingüe. Desde el mismo título, el lector advierte que está ante un poemario raro, inclasificable, casi provocador. "Deberíamos ser felices. Y no sé por qué no lo somos". Esta frase del cineasta David Lynch que, a modo de cita, abre el libro, expresa la dualidad desconcierto/afirmación de la vida que lo recorre. Escrito con un lenguaje rico, lleno de matices pero sin caer en la desmesura (y que la traducción traslada en toda su complejidad), en un verso de cuño clásico, Mula muerta es un texto con raíces bíblicas en el que el sujeto poético afronta la realidad cotidiana con una mirada pesimista, dolorida, en el que no es difícil sorprender un trasfondo existencialista y en el que se combinan imágenes de cuño irracional con fragmentos de un realismo estremecedor. Como la mula en zoología, el ser humano en el libro de Alzamora cobra la identidad de un animal extraño y trágico a la vez. Es, sí, la mula. Pero es también el lobo. Y el murciélago: "Soy el vampiro: mi nombre es Jesús". Jesús es el personaje histórico (también ficticio, y mítico, un personaje que como tantos otros de la tradición bíblica se mueve en el territorio híbrido en que historia y leyenda se confunden y alimentan) que ha absorbido, a lo largo de los dos últimos milenios, los componentes de culpa y de insumisión, de rebeldía y de resignación, que han marcado a la cultura occidental. De ahí que el libro de Alzamora apele a lo que esa figura significa para horadar la superficie de lo cotidiano: "Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, / coge esta botella de bourbon, / sírvete una copa". Porque la mula, como a veces ocurre con el símbolo Jesús, o con la fe en una vida trascendida, es también la droga como lo son las distintas formas de salvación ficticia de que el hombre se provee en la sociedad contemporánea ("Todos hemos probado las drogas, / todos hemos montado a la mula"). No es gratuito, por ello, que Alzamora estructure el libro en tres apartados -'Las voces', 'El canto de la Sibila' y 'La plegaria del Santo Bebedor'- con claras connotaciones religiosas (al menos de una lectura renovada y desoladora de la religión). En el primer apartado, lo que prevalece es la pluralidad de personajes (de miradas, de perspectivas) que dan sentido a lo cotidiano; en el segundo, partiendo de la memoria de una tradición balear que antecede a la Misa del Gallo, se impone la invocación a los seres amados a través de un amor contradictorio, placentero y doloroso a la vez: "El amor existe, mas se aleja / de la gente como nosotros, amor mío"; en el tercero, la contemplación de la muerte a través del cristal, nublado, como empañado por el vaho, de una ebriedad que no oculta la recriminación, la queja, la interpelación, y que tiene una fuente literaria en la conocida Leyenda de Joseph Roth : "Sé comprensivo con mi rencor / y arroja del templo a los mercaderes, / destruye las ciudades". Y en todos ellos: la perplejidad y el desconcierto frente a un mundo inexplicable e inexpresable.
MULA MUERTA
Sebastià Alzamora
Traducción de Sergio Gaspar
DVD. Barcelona, 2004
75 páginas. 9 euros
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