Dos décadas de "últimas" oportunidades
Manuel Fraga cumplirá 82 años el próximo 23 de noviembre, pocos días después de que se celebre el segundo aniversario del naufragio del Prestige. Pero este lucense no se hunde. Ni las grietas abiertas en su vida personal (muerte de su esposa) ni en su imagen política (vacas locas, chapapote, incendios...) han logrado perforar su veterano casco. Sus ocasionales biógrafos cada ciertos años dejan escritos asertos que él implacablemente entierra: "Manuel Fraga sabe que, a sus 63 años, ésta es su última oportunidad". Esto fue redactado en mayo de 1986. Entonces encabezaba la lista al Congreso de los Diputados por Alianza Popular, el partido que formó en 1977 con diversos políticos que, como él, desempeñaron destacados cargos en Gobiernos de la dictadura franquista. Sólo él ha sobrevivido políticamente.
Fraga ha superado cada "última oportunidad" que ha afrontado: en 1989 pasó el timón de AP, rebautizada Partido Popular, a José María Aznar. Ese año abandonó la política nacional, para centrarse en Galicia. Y ahí lleva ganadas sus cuatro últimas oportunidades: los comicios autonómicos de 1989, 1993, 1997 y 2001. No contento con amargar la fiesta electoral a sus rivales en cada convocatoria, suele incluir en su queimada de carreras políticas ajenas su personal ingrediente: el factor sorpresa. Por repetido, no debería sorprender. Pero sorprende.
Un amago tras otro
En mayo de 2002, lanzó el enésimo señuelo: "Por razones de edad y de conveniencia del PP no repetiré en la Xunta". Sumar dos años más parece haberle disipado sus reservas. Nada nuevo. Lleva una década amagando con abandonar la vida política por razones de edad. En 1993, el líder popular de Galicia dejó claro que se debían tomar "muy en serio" sus palabras acerca de que ésas eran las "últimas elecciones autonómicas" en las que él se presentaba como candidato a la Presidencia de la Xunta. En 1996, tras mostrarse durante meses ofendido cada vez que alguien dudaba de su voluntad de "retirada definitiva", anunció que en respuesta a los ataques de la oposición, que se cebaba con su supuesto deterioro físico, iba a presentar batalla con el horizonte de ser "presidente hasta el tercer milenio".
El escenario de la presentación de sus candidaturas no sólo se repite en que Fraga, gallego al fin, impide vislumbrar hasta el final si baja o sube la escalera de la política. Hay otra constante: siempre lo hace en defensa propia, por el bien del partido, lo que él suele interpretar como sinónimo de Galicia o España. "Fraga hubiera preferido no tener que presentarse por tercera vez a la Presidencia de la Xunta, pero se convenció de que esta renuncia no era acertada cuando analizó, con relevantes miembros del partido, los pros y los contras que podía acarrear al PP, a José María Aznar, y a Galicia", dejaba escribir en 1997. La derrota electoral de su partido el 11-M le lanzó un reto que por biografía no podía esquivar: la recuperación del PP debía comenzar en su Galicia. "Y punto".
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