"Al deporte español le falta rematar"
José María Odriozola (Pontevedra, 23 de julio de 1939), presidente de la Federación Española de Atletismo y vicepresidente del Comité Olímpico Español (COE), se muestra muy preocupado por el futuro del deporte en nuestro país y por lacras mundiales como el dopaje o el negocio de las nacionalizaciones.
Pregunta. ¿Qué conclusiones saca de los Juegos de Atenas?
Respuesta. Al deporte español le falta rematar. Ha ocurrido mucho en el atletismo y en los deportes colectivos. En general, se han visto buenas y hasta grandes actuaciones, pero en los momentos decisivos no hemos rematado. Algo pasa. Y hay que estudiar las causas.
P. ¿Cuál es el aspecto que más le preocupa en el nuevo ciclo olímpico?
"Hay un problema angustioso de sucesión generacional. Si no cambian las normas del deporte escolar, nos quedaremos sin clientela"
"La IAAF no ha sido permisiva, pero tampoco ha funcionado con la eficacia debida contra el dopaje, pese a gastarse millones de dólares en controles"
"Debemos acabar con el comercio de carne humana. Ya hay representantes que ofrecen a niños kenianos mil dólares para nacionalizarlos en países del Golfo"
R. Hay un problema angustioso de sucesión generacional. Si no cambian las normas del deporte escolar, nos quedaremos sin clientela. El ejercicio físico tiene que hacerse en la escuela y no en el horario extraescolar. Estamos llegando a un punto intolerable de obesidad en la población infantil. Es necesario declarar obligatoria la educación física al menos hasta los 15 años. Si la gente no aprende a sudar, nos encontraremos con un problema muy serio.
P. En el caso del atletismo, el dopaje se ha convertido en una lacra. ¿Hasta qué punto está manchado el español?
R. Somos la federación de la IAAF [la internacional] que más controles hace. Después del caso de Alberto García multiplicamos la vigilancia. No ha habido problemas graves, excepto un par con atletas que no habían alcanzado el rango olímpico. Sin embargo, hay carencias notables en la lucha contra el dopaje. No hay una verdadera coordinación a nivel mundial. Es cierto que la WADA [Agencia Mundial Antidopaje] está haciendo un buen esfuerzo en la lucha, pero en muchas ocasiones los planes chocan con la falta de coordinación con otros estamentos y con la tremenda dificultad que se encuentra para perseguir el dopaje en algunos países. Se producen desequilibrios dañinos. Es posible que el equipo estadounidense haya llegado más limpio que nunca a los Juegos como consecuencia del escándalo Balco y de la sensibilidad que se ha desatado en su país por el asunto del dopaje, pero me temo que no se puede pensar lo mismo de algunos del Este. La prueba es que las cinco medallas de oro que se han anulado por dopaje corresponden a atletas del Este. Es un dato incontrovertible.
P. ¿No hay manera de establecer un programa común de persecución del dopaje?
R. Es fácil para países como España, en el que los atletas siempre están localizados. En el Este, no. Muchas veces es casi imposible encontrarlos. Luego, ocurre algo interesante: las atletas rusas consiguieron unas marcas asombrosas un mes antes de los Juegos. Arrasaron en la Copa de Europa y destrozaron el ránking mundial. Con esas marcas habrían ganado en Atenas el 90% de las pruebas. Pero no ha sucedido así. Su descenso ha sido clamoroso. Y todo, porque se dieron cuenta de que el mensaje contra el dopaje del COI era muy serio. En el atletismo no hay milagros. Es cierto que en los años olímpicos los atletas afinan más las marcas porque se entrenan más; con un mayor número de lesiones, por cierto. Pero milagros, no. Conviene sospechar de los atletas que aparecen sin buenas marcas y acaban derrotando a los mejores del mundo, a los que de forma consistente han demostrado su calidad.
P. ¿No ha tardado en reaccionar la IAAF con el griego Kostas Kenteris a la vista de las sospechas que levantaba?
R. Me extrañó que en la lista de atletas a seguir que se proporcionó en enero no figurara. Hice todo lo posible por incluirle en ella, lo mismo que a su compatriota Ekaterini Thanou y a la turca Sureyya Ayhan. Finalmente, fueron sometidos a seguimiento. Ahora, la IAAF se encuentra con un problema delicado. No han dado positivo en los Juegos. Su estratagema ha consistido en retirarse de ellos, en entregar sus credenciales. El COI no tenía, por tanto, autoridad sobre Kenteris y Thanou. El asunto pasa a la IAAF, que ordenó los controles sobre ellos en Tel Aviv y Chicago, más el de la Villa Olímpica. Ninguno se efectuó. Nunca aparecieron. Eso está tipificado como sancionable. Pero todavía no tenemos la documentación de los casos.
P. La impresión es que la IAAF ha sido permisiva y que la credibilidad del atletismo se derrumbó antes de los Juegos.
P. La IAAF no ha sido permisiva, aunque tampoco ha funcionado con la eficacia debida en la lucha contra el dopaje. Se han gastado millones de dólares en controles, pero su rendimiento quizá no haya sido el correcto. Hay que encontrar la manera de que los controladores puedan hacer un trabajo efectivo en lugares donde es muy difícil hacerlo, donde no es fácil tener acceso a los atletas o donde se hallan ante presiones muy grandes. En algunos países se ha llegado a un 50% de atletas que no se han presentado a los controles. En España, todos los requeridos han pasado por los análisis. La desproporción es brutal. Falta eficacia. Hay que cambiar la metodología.
P. ¿El costo de los procesos legales que acarrean las sanciones es disuasorio para la IAAF y otros organismos?
R. Se gastan cantidades inmensas en el terreno legal. Tenemos que andar con mucho cuidado. Katrin Krabbe [atleta de la antigua República Democrática de Alemania que fue campeona mundial de los 100 metros] sacó a la IAAF un millón de dólares por un error del organismo al dictar el número de años de suspensión tras dar positivo. Ahora, por ejemplo, no tenemos base legal para sancionar a Kenteris. Afortunadamente, ya figuran en los reglamentos las sanciones para los atletas que no se presentan a los controles. Antes todo se quedaba en advertencias.
P. ¿Considera que el atletismo se encuentra en estado crítico?
R. No. Ha habido una reacción considerable tras el escándalo Balco. En Atenas se ha efectuado un altísimo número de controles y se han detectado fraudes de varios campeones olímpicos, todos de la órbita del Este. Creo que la inmensa mayoría de los atletas ha jugado limpio en una competición que, desde mi punto de vista, ha sido la mejor de la historia.
P. Quizá a la gente le da igual que los atletas se droguen o no, siempre y cuando se obtengan grandes marcas.
R. Es posible. Hay que tener en cuenta que la cultura actual es muy permisiva con el exceso de medicación. Se consumen cantidades enormes de sustancias que se encuentran con facilidad en las farmacias. Eso genera un punto de vista social bastante peculiar. Pero nuestro deber es defender la pureza para no permitir el fraude y la desigualdad entre los atletas. Y, sobre todo, nos interesa defender la salud de los deportistas. Es nuestra obligación como dirigentes.
P. España ha tenido fama de ser un país demasiado tolerante con el dopaje.
R. Sí. Por dos motivos. Era fácil comprar en las farmacias productos que en otros países no era posible obtener con tanta sencillez. Mucha gente que venía a entrenarse no lo hacía tanto por mejorar su forma como por adquirir productos prohibidos. Y no tanto para doparse como para hacer negocio con su venta. Un gran negocio, sin duda. A todo esto se añade el comercio de sustancias en los gimnasios, donde han aparecido grupos que se lucran con el negocio del dopaje. Es gente muy lista. Es muy difícil demostrar su culpabilidad en el dopaje de los deportistas.
P. El Gobierno, a través del secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, se ha comprometido a una lucha total contra esta situación. ¿Está de acuerdo con la postura adoptada?
R. Participo de su posición al ciento por ciento. Ha considerado que es un asunto urgente y estoy de acuerdo con esa apreciación. Ha enviado un mensaje muy claro antes de los Juegos: no habrá tolerancia. Es muy importante que la gente sepa que el Estado será implacable con el dopaje.
P. ¿Le parece bien el gran aumento de nacionalizaciones que se producen en el atletismo?
R. Por un lado, es algo muy preocupante por muchas razones, incluidas las económicas. Pueden producirse casos aberrantes de abusos. Recientemente, el delegado de Kenia en la IAAF se quejaba de la presencia de representantes que ofrecían mil dólares a niños con potencial para ser buenos atletas y nacionalizarlos en países del golfo de Arabia. No me consta que eso se haya producido, pero la denuncia existe. El hecho es que el 90% de los atletas de la zona del Golfo son kenianos que siguen entrenándose en Kenia, pero a los que se les cambia el nombre y, en ocasiones, la edad para competir con un nuevo pasaporte. Hay que acabar con el comercio de carne humana. Otra cuestión es la de atletas como Lino Martínez [un cubano recientemente nacionalizado español y medallista de bronce en salto de longitud]. Ha vivido en España durante los últimos cinco años, se casó con una española hace cuatro, tiene un hijo español, está dirigido por un técnico español... Lo mismo sucede con Glorie Alozie, que llegó a Valencia con 17 años.
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