Incendios y bosques
Apunto algunos matices a mis declaraciones en Informe semanal. Gran parte de las masas forestales de nuestro país presentan unas estructuras (edad, distribución y tamaño de los árboles) sobredensificadas (gran número de árboles de pequeño diámetro) con crecimientos estancados. Ello se debe al abandono de los aprovechamientos tradicionales como el carboneo, la extracción de madera o el pastoreo bajo arbolado, a lo que hay que añadir la reforestación natural de zonas de cultivo marginales.
Desde la perspectiva de los incendios, técnicamente hablando, son bosques que presentan unas elevadas cargas de combustible disponible (vegetación de pequeño diámetro que arde fácilmente), en los cuales, tras una ignición, las llamas se propagan a gran velocidad e intensidad y provocan incendios que superan la capacidad de los medios de extinción ("Frente a un incendio así no se puede hacer nada" es una frase repetida por bomberos y agricultores tras grandes incendios, los cuales representan menos del 1% del total de incendios, pero ocupan un gran porcentaje del total de superficie afectada).
El fuego debido a los rayos es un elemento natural del ecosistema mediterráneo y la vegetación ha tenido que coexistir con él durante milenios. Pero, ¿qué sucedía antes, cuando no había bomberos para controlar los incendios? ¿Acaso los incendios arrasaban millones de hectáreas? Estudios en otras regiones del mundo con menos presión humana histórica sobre el paisaje muestran bosques con estructuras resistentes al paso del fuego que consisten, fundamentalmente, en árboles de gran tamaño, espaciados los unos de los otros, y con un sotobosque con escasa vegetación por efecto de los incendios naturales recurrentes (cada 5-30 años) de baja intensidad y el efecto de los herbívoros.
En el debate sobre incendios hay que buscar soluciones a las igniciones, la aparición del incendio, pero, sobre todo si queremos afrontar el problema en su globalidad, debemos reflexionar sobre la propagación de los mismos. Hoy por hoy, con la desaparición de las actividades agrarias, nuestro paisaje es cada vez más vulnerable a la propagación de las llamas si no se toman medidas para conseguir estructuras forestales adaptadas al régimen natural de los incendios, evidentemente, de forma compatible con su función ecológica. Señor Tíscar (ver Cartas al Director del lunes 23), podemos hablar de bosques sucios o bosques antropogénicos inestables, como prefiera, lo relevante es que sí podemos culpar a los coches de los accidentes de tráfico si éstos se encuentran en mal estado.
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