Owen rescata al Madrid
Una acción del inglés da a Ronaldo el gol que desequilibra el marcador ante el Mallorca en un encuentro muy igualado
Michael Owen debutó. Salió mediada la primera parte por una lesión de Raúl. El inglés no tocó la pelota hasta siete minutos después. Pero cuando lo hizo fue para rematar de cabeza un centro de Figo. Después volvió a desaparecer. Hasta poco después de concluir el descanso. Entonces, la pelota volvió a caer en sus pies. Caracoleó en el pico del área. Centró al segundo palo, bombeado, suave. Y Ronaldo adelantó su cuerpo, más menudo que en tiempos pasados, más liviano, para ayudar a la pelota a llegar a la red. Después participó intermitentemente, pero siempre para hacer daño. No hizo ni un gesto superficial, incluidos los movimientos sin balón para aclarar el panorama a sus compañeros.
MALLORCA 0 - REAL MADRID 1
Mallorca: Moyá; Cortés (Ballesteros, m. 73), Fernando Niño, Müller, Poli; Pereyra, Marcos (Jorge López, m. 56); Campano, Marcos Vales, Arango; y Luis García (Delibasic, m. 56).
Real Madrid: Casillas; Salgado, Pavón, Raúl Bravo, Roberto Carlos; Helguera, Beckham; Figo, Raúl (Owen, m. 24), Zidane (Guti, m. 80); y Ronaldo (Morientes, m. 87).
Goles: 1-0. M. 51. Centro de Owen desde la derecha al segundo palo, donde llega Ronaldo para empujar la pelota.
Árbitro: Turienzo Álvarez. Amonestó a Raúl Bravo, Marcos Vales y Figo.
Unos 23.000 espectadores en Son Moix.
Por lo demás, el Madrid fue un calco del de la temporada pasada. Del tramo más anodino del equipo blanco el año anterior. Con todos los vicios intactos. Pero también las virtudes. Ni supo defender, ni salió concentrado en los primeros minutos, ni su juego de ataque tuvo continuidad. Sin embargo, mostró su célebre pegada, su capacidad para combinar casi de memoria y la verticalidad de Roberto Carlos o Figo. Sí fue una novedad con respecto al curso previo la inseguridad de Casillas. El portero blanco falló. Falló, por ejemplo en el minuto 66, cuando a punto estuvo Delibasic de aprovechar su error. Falló, también, al poco de comenzar el partido, cuando le entregó el balón a Arango. Nunca dio la sensación de portero salvavidas.
La defensa madridista se ha reforzado. Nuevos futbolistas han llegado para solucionar viejas carencias. Pero ayer los cuatro hombres que formaban la línea de retaguardia blanca eran los mismos que los del año pasado. Bueno, los mismos que la formaron en los días de circunstancias. Y se notó. Los despistes de Salgado se hacen mucho más notorios cuando la pareja de centrales que tiene la tarea de tapar agujeros la componen Pavón y Raúl Bravo. En el medio Helguera y Beckham tampoco suponen precisamente un tapón infranqueable. De hecho, ayer parecieron más un desagüe.
El Mallorca está acostumbrado a reconstruirse cada año. Un retal por aquí, un descubrimiento por allá. Cada año se transforma, pierde sus mejores jugadores -Eto'o, Leo Franco- y los sustituye con los parches que encuentra a bajo precio en el mercado. Su descubrimiento de este año es Arango. Es este un venezolano habilidoso y vertical. Un jugador con instinto para aparecer por el área cuando debe, con técnica suficiente como para aprovechar los centros a la espalda, pero con poca pegada. Tuvo tres buenas ocasiones, una de ellas en el segundo tiempo con un tiro franco desde el punto de penalti que lanzó fuera. En otra ocasión chutó flojo. En una tercera, no llegó a chutar.
Con eso, Marcos Vales y Luis García, intenta el Mallorca apañar el ataque. Con eso, el orden y la predisposición colectiva para la presión le bastó al conjunto balear para crear tanto o más peligro que su rival. La defensa mallorquinista supo leer adecuadamente el partido, adelantó mucho la línea, y no se pegó a su portero. Sobre todo en el primer tiempo. En el segundo, con el marcador en contra, dejaron muchos espacios. Sus laterales, los clásicos Poli y Cortés subieron con peligro e interpretaron correctamente el juego por las bandas. La mayoría de las ocasiones del conjunto isleño llegaron por los costados tras penetraciones de sus laterales.
En el segundo tiempo, el partido se rompió. Se transmutó en un bolo veraniego. En uno de esos encuentros rotos que detestan los entrenadores porque no hay control, ni pausa, ni se puede predecir qué va a suceder en la próxima jugada. En ese momento, el Madrid tuvo muchas oportunidades. La mayoría de Figo. Algunas de Zidane -un tiro a las nubes desde el pico izquierdo del área-, Owen o Ronaldo. El Mallorca también. Tres excelentes de Delibasic. Una, en la que todo el trabajo consistía en empujar el balón a un metro de la línea. Otra, un cabezazo en el segundo palo que se estrelló contra el lateral de la red. Y una postrera, en la que Casillas le detuvo un disparo cercano. También creo peligro Jorge López. El centrocampista desechado por el Valencia salió en el segundo periodo y participó en casi todo lo dañino que se inventó el Mallora. Incluidos dos remates casi consecutivos desde la frontal.
El Madrid ganó y descubrió que Owen es útil. Que es bueno. Que sabe. Pero no mejoró en exceso la imagen de la temporada pasada. Si la idea es que el Madrid debe pasearse por cualquier campo, ayer no fue así. Ganó del mismo modo que podía haber empatado. O perdido.
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