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Crítica:EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pasos inéditos del caballero

Coincidiendo con el centenario de Juan Gil-Albert (Alcoy, 1904- 1994) aparece este magnífico volumen de su Poesía completa, con una introducción del profesor Ángel Luis Prieto y un prólogo de María Paz Moreno, responsable de la edición, con un análisis de las diferentes etapas poéticas del autor y una muy competente bibliografía de la obra gilalbertina y de los estudios que ha centrado. ¿Era necesario este trabajo teniendo en cuenta la ya existente publicación de Obra poética completa, de Juan Gil-Albert, editada en 1981 por la Institución Alfonso el Magnánimo? La respuesta, como el lector podrá comprobar, es rotundamente afirmativa, ya que, además de incluir dos libros enteros de poemas, hasta ahora no publicados (Siete romances de guerra y Variaciones sobre un tema inextinguible), María Paz Moreno ha recuperado poemas dados por perdidos (entre otros, 'Telegrama', publicado en El Buque Rojo; 'El indiferente' e 'Himno a la castidad', pertenecientes a Las ilusiones) y unas ochenta composiciones inéditas encontradas, entre otras muchas, en el archivo personal del poeta, mecanografiadas, firmadas y fechadas, hecho indicador de que el escritor las consideraba publicables. Así pues, el presente volumen, que incluye los libros ya publicados en vida de Gil-Albert, más dos libros enteros no publicados anteriormente y un centenar de textos inéditos, constituye el mejor homenaje que pudiera rendírsele a este poeta, narrador y ensayista de proyección tan injustamente insuficiente como fluctuante. Y, además de fluctuante, irracional, tan irracional como el mundo literario peninsular, ya que, tras regresar del exilio, en 1947, y vivir recluido e ignorado en su tierra natal, su obra no llegó al conocimiento del público hasta 1972, año en que apareció su antología Fuentes de la constancia, publicada por la colección Ocnos, dirigida por el poeta Joaquín Marco; pero, después de ese "descubrimiento de un gran talento ignorado", como se calificó a un Juan Gil-Albert de 68 años, con una obra descomunal, tanto en verso como en prosa, en los cajones de su casa -lujo que sólo pueden permitirse los países subdesarrollados-, y de una gloria tan tardía como fugaz, su nombre y sus libros volvieron al limbo donde siguen.

POESÍA COMPLETA

Juan Gil-Albert

Edición de María Paz Moreno

Pre-Textos. Instituto Alicantino

de Cultura Juan Gil-Albert

Valencia, 2004

937 páginas. 33,65 euros

El libro de poesía cumple perfectamente sus objetivos respecto al lector y los estudiosos de la obra de Gil-Albert

Fuentes de la constancia (1972) recopilaba textos pertenecientes a sus inicios poéticos, a los libros publicados antes de 1939 (Misteriosa presencia, sonetos homoeróticos, publicado en 1936 por Manuel Altolaguirre; Candente horror y Son nombres ignorados, en los que el poeta asume, conscientemente, el compromiso político e ideológico de su generación contra las fuerzas fascistas y en favor de la República), más poemas de su obra escrita en el exilio (Las ilusiones, 1944; El existir medita su corriente, no publicado hasta 1949, títulos en los que se revela ya el Gil-Albert esteticista, mediterráneo, lleno de vitalidad y reflexivo) y composiciones de libros inéditos hasta aquel momento: Concertar es amor, Poesía (Carmina manu tremendi ducere), Migajas del pan nuestro, Diálogos elementales y Los homenajes. Seguirían, La Meta-física (1974), A los presocráticos seguido de Migajas del pan nuestro (1976), Homenajes e In promptus (1976), El ocioso y las profesiones (1979) y Variaciones sobre un tema inextinguible (1981).

El impacto de la mencionada

antología fue tal que produce vértigo pensar qué destino hubiera corrido la obra de Gil-Albert sin su publicación. ¿Hubieran continuado inéditos los libros editados después de 1972? Y nos referimos no sólo a los de poesía, arriba citados, sino a los de prosa, cuya publicación apoyó entusiásticamente Jaime Gil de Biedma, quien prologó la magistral novela corta Valentín, y, a principios de los años setenta, trató, personalmente, la publicación de varias obras de Juan Gil-Albert con algunas editoriales barcelonesas: Valentín, con La Gaya Ciencia; Crónica general, con Barral Editores, y Los días están contados, Memorabilia y Drama patrio, con Tusquets editor. Gil-Albert llevaba veinticinco años de exilio interior, en el Levante peninsular, ignorado prácticamente, hasta que César Simón empezó la hazaña de darlo a conocer. Si bien es cierto que la estética gilalbertiana coincidió plenamente con las ansias renovadoras de la generación poética española de los setenta, hay otras razones para explicarse ese lamentable y forzado alejamiento de la vida literaria peninsular de un escritor de semejante talla. Perteneciente a la generación del 27 (Ángel Prieto de Paula lo sitúa en la del 36, pero el propio Gil-Albert acepta su pertenencia a la del 27), algunos de los componentes de dicho grupo poético calificaron de traición el regreso de Gil-Albert a España, en 1947. Y ya tenemos al poeta de Alcoy cargando, por un lado, con semejante acusación por parte de los comisarios de la cultura de izquierdas, y, por otro, con el hecho de ser un poeta rojo, regresado del exilio, para la cultura oficial franquista. Así las cosas, y en un "país de cabreros" como era España hasta hace un par de días, no es de extrañar que un escritor de la finura, del rigor, de la sensibilidad, de la riqueza interior, de la sensualidad vitalista y no reprimida, de la vastísima cultura, del talento y de la dignidad de Gil-Albert se recluyera a cultivar lo que más le interesaba: su propio espíritu.

La presente Poesía completa cumple perfectamente sus objetivos respecto al lector y los estudiosos de la obra poética de Juan Gil-Albert. La inclusión de los dos libros inéditos citados al principio (Siete romances de guerra y Variaciones sobre un tema inextinguible) nos proporcionan la evidencia del compromiso político del poeta, ya presente en Candente horror. Poemarios de combate, en los que Gil-Albert, intentando huir del prosaísmo, de la expresión rasa de la realidad, recurre (en Candente horror) al surrealismo -surrealismo que la editora del volumen prefiere denominar, muy acertadamente, antirrealismo-, y, al romance (en Siete romances de guerra), poniendo en práctica su teoría, expresada en el ensayo El poeta como juglar de la guerra, de que el romance era la forma estrófica idónea para cantar los trágicos hechos de la Guerra Civil.

Esta etapa comprometida del

poeta, poco conocida del lector de Gil-Albert, se ofrece así, completada, no sólo como una fase surgida de la conmoción emotiva de un momento histórico determinado sino como una práctica poética de la que su autor fue muy consciente desde el punto de vista literario, tan consciente que, una vez convencido de que su identidad poética quedaba mutilada, se internó o, mejor dicho, avanzó por otro camino pero no sin una lúcida y profunda racionalización. Fruto de ese autoanálisis, de ese enfrentamiento a su propia apuesta poética, fue Las ilusiones, libro clave en su trayectoria. Sin renunciar a su ideología personal -cosa que se le negó arteramente-, el poeta vuelve al esteticismo. Surge, a partir de ahí, el Gil-Albert que no duda en imbuirse de la luminosidad presocrática, de la celebración vitalista, casi sacra. Es el poeta elegiaco y cantor del paisaje familiar, de las fuentes, de la vid y el olivo; el poeta anacreóntico y el poeta preocupado por la verdad ontológica; es el poeta contemplativo, sereno, que contempla el paso del tiempo y la proximidad del deterioro y de la muerte, pero enmarcados en el sentir clásico grecolatino.

En esta misma colección se han publicado tres títulos en prosa del autor: el espléndido volumen memoralístico Crónica general, Breviarium vitae y Heracles. Ignoro qué proyectos tiene Pre-Textos respecto a las demás obras del autor. Pero, por pedir, que no quede: piezas tan excelentes como Valentín o Retrato oval, entre otras, no se encuentran en el mercado.

El poeta Juan Gil-Albert (1904-1994), en su casa de Valencia en 1981.
El poeta Juan Gil-Albert (1904-1994), en su casa de Valencia en 1981.RAÚL CANCIO

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