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VISTO / OÍDO
Columna
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Fraga

El eslabón nunca perdido. La línea general que viene desde el fondo del franquismo hasta la forma tonta de la democracia. El anuncio aún suave de la repetición de la candidatura de Fraga a la presidencia de Galicia, sin respetar las formas de que le elija el partido y no sólo Rajoy, produce ya el pronóstico de que va a ganar por quinta vez -Manolo V- y el consiguiente dolor de la siempre amoratada izquierda, que, con el pesimismo que le dan siglos de derrotas trágicas, piensa que le votarán otra vez. Es muy posible, y ése es el problema. Los despechados hablan de la edad -n. 1922-, que, qué me van a contar a mí, no es un obstáculo, excepto el que le ponen a uno los otros; de los "zapatones", pies planos o lo que sean, que no importan desde que se inventó la rueda. El problema de Fraga es él mismo, su franquismo ejercido en ministerios y puestos de represor, su talante despótico y su talento equivocado -sus libros; contra la democracia y los partidos-: la fea línea que va desde la secretaría general de Cultura Hispánica antes de los treinta años -me parece recordarle de uniforme blanco y cinturón dorado, pero no estoy seguro; podría ser otro demócrata- hasta los ministerios represivos, que ejerció con mano dura y voz en grito. Y siguió la línea con el gobierno fascista del primer año de monarquía, con otros represores notables; y con la fundación de Alianza Popular, transformada luego en Partido Popular, que sigue siendo el que ustedes saben. Es verdad que tuvo que irse al rincón del noroeste donde nació después de abandonar toda posibilidad de ser presidente del gobierno, que pasó por muchos avatares hasta que encontró otro talento, el de Aznar.

Si esta nueva candidatura se ratifica, y lo hará por imperativo ilegal -la forma en que designan candidatos para todo los conservadores-, puede ganar: tiene la baraca. Y ésta es, en fin, la cuestión: le votan. No le demos más vueltas: Manuel Fraga Iribarne tiene hasta ahora los votos de su autonomía. Tiene la mayoría absoluta: la que siempre necesita el PP para vencer. Las otras opciones no han conseguido unidad ni atractivo suficiente; no han bastado catástrofes ecológicas para quitar de en medio al portador de franquismo, a su transmisor. Y tendrá derecho a veto, gracias a Zapatero, en el Senado. Es un asunto que no tiene gracia: pero es así.

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