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Reportaje:Atenas 2004 | TRIATLÓN

En busca de la inmortalidad

ván Raña afronta hoy la posibilidad de consagrarse como el más grande

Carlos Arribas

Hay una corriente cultural en California que postula que cuanto más delgado es uno, cuanta más privación alimenticia -voluntaria- se autoinflige, más longevidad alcanza, más largos años vive. Los adeptos a esta filosofía espartana de la vida mortifican su estómago comiendo acelgas herviditas -es un decir- por todo sustento cotidiano y mortifican su cuerpo sometiéndole a la tortura del triatlón.

Hay gente así, nacida para sufrir, pero ninguno se llama Iván Raña, por ejemplo. O Xavi Llobet o Eneko Llanos. Ellos, los españoles que hoy tomarán la playa de Oceánida, en Vuliagmeni, donde van los más chics de Atenas a bañarse, y se quemarán, la espalda brillante de sal, picante, en la cuesta que les sube al cementerio, y reventarán, los músculos próximos a reventar, quejándose, por las largas avenidas de la costa, han nacido para disfrutar. Lo que le pasa es que les gusta el triatlón, la disciplina olímpica desde Sidney que combina 1.500 metros de natación, 40 kilómetros de bicicleta y 10.000 metros de carrera a pie. Con el triatlón no buscan la longevidad de los de las acelgas, sino, soberbios ellos, la inmortalidad. O lo que sea que sienten quienes tocan la gloria olímpica. Y algunos, Raña tan sonriente, tan agobiado con las obligaciones mediáticas de su oficio se monta sobre una bicicleta, siempre obedeciendo los latidos de su corazón atropellado, saben que están, que pueden estar, muy cerca de ella.

"Cuando nado, pienso en la bicicleta. Cuando pedaleo, en la carrera a pie"
La cuesta del cementerio es corta, pero terrible. A Llobet le toca vigilar, controlar, asegurar
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Iván Raña defrauda en triatlón

Más allá del mito, de los comedores de acelgas, de los supermanes que ganan las ironman -las carreras extremas que proponen un maratón sobre el agua, otro sobre la bicicleta y otro a pie, el olímpico multiplicado por cuatro- y pueblan el folclore del triatlón, la leyenda de su feroz individualismo, de la búsqueda de los límites del cuerpo y del dolor, el triatlón olímpico es un deporte sutil, táctico. De complicado equilibrio entre el derroche, la audacia y el ahorro. "Cuando nado, pienso en la bici- Cuando pedaleo, pienso en la carrera a pie", dice Raña, gallego, 25 años, quinto en su debut olímpico en Sidney 2000, cuarto en el Mundial 2001, primero en 2002, segundo en 2003 y 2004, el hombre más seguro y consistente en la alta competición. Cuando nada Raña, todos los triatletas, piensan, primero, en su integridad física, en que un codazo cerca de las boyas de giro, sobre todo al principio, no les deje sin resuello, sin hígado, en que un manotazo no les deje sin gorro o sin gafas; después piensan en la transición, en calzarse rápido las zapatillas sobre la bicicleta, en coger el primer pelotón. Sobre la bici piensan en sus pulsaciones, en los músculos de sus piernas, en no entrar en zona roja, en no pasarse de desarrollo para que la espalda no sufra con sobreesfuerzos, en controlar y no gastar innecesariamente. Pero cuando ya se bajan de la bici, cuando enfilan la carrera decisiva, en no pensar en nada.

Como el repecho del cementerio de Vuliagmeni es corto, pero terrible -180 metros al 22%-, los españoles temen que algún loco del pedal, se llame Marceau, Henning o Stoltz, lo aproveche para desbaratar el plan que prevé dejar a Raña a pie de igualdad para el último tramo -el gallego es tremendo corredor a pie-, por lo que, pioneros en el uso de gregarios en el triatlón, han decidido que Llobet vigile, controle y asegure. Todo para que Raña - "cuatro años más viejo, cuatro años más sabio, menos disperso, más profesional, más centrado, más consciente de la importancia de cada carrera"- culmine de forma dorada su progresión. O alcance la inmortalidad.

En la prueba femenina de ayer Ana Burgos fue séptima; Pilar Hidalgo, decimotercera, y Ainhoa Murúa, vigésimocuarta.

Iván Raña y el neozelandés Bevan Docherty, en otra prueba.
Iván Raña y el neozelandés Bevan Docherty, en otra prueba.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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