Un arte poco visible
Entró con mal pie. La difusión de los vídeos musicales en España está marcada por algunos malentendidos de base. Cuando comenzaron a llegar a Prado del Rey, a finales de los años setenta, eran rechazados por programas como Aplauso, que consideraban cuestión de honor el traer a los artistas al estudio para hacerles el tradicional playback (a ser posible, detrás de un ballet de muslo y pechuga). Luego, cuando TVE entendió el valor promocional del nuevo medio, se intentó cobrar por exhibirlos, justo cuando las discográficas imponían el modelo contrario en todo el mundo. El resultado final fue el menosprecio por el clip, relegado a espacios minoritarios, troceado sin pudor o directamente ausente. Hasta la llegada de MTV España, 40TV o Sol Música, el vídeo made in Spain era casi invisible en cadenas de implantación nacional. Tampoco las instancias gubernamentales intuyeron su potencialidad. En Francia, conscientes de la necesidad de enfrentarse a la invasión del pujante clip anglosajón, desarrollaron esa nueva rama de la industria audiovisual mediante una fórmula de financiación compartida: el Centro Nacional de Cinematografía aportaba una cantidad igual a la presupuestada por las disqueras. Esa decisión explica que Michael Gondry, Jean-Baptiste Mondino, Stépahne Sedanaoui y otros realizadores galos figuren hoy en la primera división del vídeo musical. Maniatado por presupuestos sonrojantes y las eternas urgencias, el clip español está en tercera regional, subdesarrollado en comparación con los que se hacen en México DF, Buenos Aires o Miami, algo que ha mellado el poder de penetración del pop ibérico al otro lado del Atlántico. Hay talento indudable, como demuestra la anécdota de Alanis Morissette: la canadiense vio el vídeo de Jarabe de Palo para Bonito y retomó el concepto para ilustrar su canción Everything, contando con el propio artista, Pau Donés, y su hermano Marc, realizador de Bonito. En general, cuesta encontrar a autores españoles con obra sólida y continuada: se incursiona en el clip en los tiempos muertos que dejan las labores de publicidad, cine o televisión. La brutal crisis que va estrangulando a nuestra industria musical no augura tiempos mejores para el clip, aunque ahora se está revelando como algo más que una palanca promocional: se venden en DVD, como complemento de CD o de conciertos. Si los protagonistas asumieran que esas breves narraciones van a quedar para la posteridad, pensarían inmediatamente en subir el listón. Aunque no sea más que para evitar rubores futuros.
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