El derecho y la responsabilidad de elegir
Marta entendía lo patológico de los celos pero hay momentos en los que razonablemente nos planteamos: ¿Qué me cuesta renunciar a esto, es un tema tan poco importante, y para él parece tan fundamental? ¿Para qué hacer de esto una cuestión? No vale la pena. No vale la "PENA". Marta quería más, así que en su ordenador buscó:
PEQUEÑOS SACRIFICIOS
...Queremos convencernos de que la lucha por la libertad es la batalla de las grandes cosas y no de las minucias. Y sin embargo, habrá que temerle a estas "pequeñas" renuncias, cuando no son elegidas con nuestro corazón, con conciencia y con responsabilidad. Si así no fuera...
El pueblo de Hamelín, con el fresco recuerdo de la catástrofe dejada atrás por cierto flautista, decidió contratar, para librarse de una manada de jabalíes que asolaba las afueras del pueblo, a un extraño personaje que prometía por un precio muy razonable atrapar a las peligrosas bestias y entregarlas vivas y sin dañar su piel.
Es lo que me hace definitivamente libre o me mantiene esclavo. Octavio Paz decía que la libertad es simplemente la diferencia entre dos monosílabos: SÍ y NO
Nadie creía que tal hazaña fuera posible, dado que un jabalí es siempre un animal peligroso y agresivo, pero cuando a las dos semanas lo vieron entrar en el pueblo con diez jabalíes encerrados en un jaulón de madera y sin daño físico, tuvieron que aceptar que lo habían menospreciado. El pacífico hombre recibió el dinero pactado y se comprometió a regresar con más animales.
Un joven del pueblo intrigado por el mecanismo utilizado para atrapar a los peligrosos cerdos, se dedicó a seguir y espiar al misterioso cazador. Así fue como se enteró de su método.
El primer día el hombre salió de su casa llevando una bolsa con mazorcas de maíz y una estaca. En el valle clavó la madera en la tierra y a su lado dejó varias mazorcas antes de irse. El joven permaneció escondido y vio cómo al poco tiempo algunos jabalíes se acercaban venteando el olor humano y con cautela, viendo que no había peligro se comían las mazorcas.
Al día siguiente el cazador puso otra estaca y abandonó más mazorcas entre ambas, para regocijo de los jabalíes.
Al tercer día trajo un tablón que clavó uniendo ambas estacas y dejando a su lado las consabidas mazorcas.
A partir de allí cada día el hombre clavaba una estaca o ponía un tablón, formando de a poco un pequeño círculo en cuyo centro siempre dejaba maíz fresco para los animales.
El décimo día casi cerró el círculo y después de dejar dos bolsas llenas de mazorcas en el centro se quedó escondido aguardando. No pasó mucho tiempo antes de que 12 confiados jabalíes entraran en el improvisado corral a comer, sin siquiera notar que el cazador colocaba un último tablón con el que los encerró a todos.
La libertad es tan importante como para no renunciar a ella ni siquiera por un momento. Tan trascendente que para algunos pensadores es lo que define nuestra esencia humana. Solamente aceptando que rara vez hay una sola opción, aceptaremos que casi siempre debemos elegir. Así encararemos nuestra vida con absoluto protagonismo y con responsabilidad sobre todo lo que nos ocurre y entenderemos los hechos de nuestra vida como una consecuencia deseada o indeseable de alguna o varias de nuestras decisiones.
Es el derecho que me doy de elegir una u otra respuesta sumado a aquellas libertades de Virginia Satir, lo que me hace definitivamente libre o me mantiene esclavo. Seguramente por eso el gran Octavio Paz decía que la libertad es simplemente la diferencia entre dos monosílabos: SÍ y NO.
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