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Crónica:MOTOCICLISMO | Gran Premio de la República Checa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Vuelve el mejor Gibernau

En otro duelo apasionante, el español aguanta las embestidas de Rossi y logra un extraordinario triunfo en MotoGP

La escena, inolvidable, se produjo en la vuelta 17, a cinco del final, con los 67.000 aficionados que hasta el circuito de Brno se acercaron rugiendo en las gradas. Rossi atisbó, por fin, el hueco por el que podía rebasar al intratable Gibernau. Allá se fue, retorciéndose en su Yamaha, quién sabe si gritando ¡Banzai! Le sobró curva a Rossi y fracasó. Divisó entonces otro hueco, otra oportunidad. En esta ocasión sí logró su propósito, pero sólo durante unos segundos, los que tardó Sete en devolverle el golpe. Volvió el italiano a la carga unos metros más allá, pero se demoró en abrir gas. Una, dos, tres veces intentó Rossi coger el liderato. Una, dos, tres veces se lo impidió el mejor Gibernau del año, que ya es decir, quien ejecutó una actuación formidable.

Podrá ganar el italiano el título, pero no sin que Sete le obligue una y otra vez a correr al límite
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"Necesitaba la victoria y estaba dispuesto a dar hasta la última gota de sangre. Quería mandar en todo momento y sabía que así ganaría". Con tan épico discurso resumió Sete Gibernau una carrera en la que acabó con el paseo militar en el que Valentino Rossi empezaba a convertir cada gran premio. Podrá ganar el italiano el título, seguro que sí, pero no lo hará sin oposición, sin alguien que le obligue a correr al límite. Y ese alguien es, en exclusiva, Gibernau.

Hace un año, Rossi logró en Brno una victoria que le catapultó hacia el título. Superó a Sete por un suspiro, una minucia, 42 milésimas de segundo para ser exactos. Entonces, en la vuelta de honor, sus colegas le disfrazaron de preso, bola de acero incluida, y le despojaron de las cadenas con una enorme llave. La charlotada tenía mucho de liberación. Rossi había dado un golpe de autoridad ante el único rival que ha sido capaz, en los últimos tres años, de poner en solfa su insultante dominio.

Ayer, el golpe de autoridad lo dio un Gibernau que hizo un formidable ejercicio de concentración, y por supuesto de pilotaje, pues sólo así se antoja posible aguantar al caníbal de Rossi colgado del cuello durante media carrera. Siendo el italiano el mejor piloto del planeta, como atestiguan sus números, no hay carrera en la que no cometa un puñado de errores que no le mandan al suelo no se sabe bien por qué. Ayer le bastó una vuelta al circuito para acumular tres. El primero, a qué esperar, en la salida, en la que arrancó tarde y mal y se quedó encerrado en la curva. Luego entró en otro giro trazando una perfecta línea recta, aunque rectificó. Instantes después salió de otra curva muy abierto, su moto pisó la tierra que linda con el asfalto y en medio de la polvareda logró mantenerla en pie.

Así de movida se iniciaba la carrera para Rossi, mientras Sete, líder de principio a fin, intentaba despedirse de sus rivales. Por entonces, entre ambos viajaban el brasileño Álex Barros y el italiano Max Biaggi. Pese a que la distancia era mínima, Rossi, convencido de que cuatro son multitud, intentó de todas las maneras posibles -y sus maneras son muchas- romper esa dinámica y deshacerse de dos adversarios cuya presencia allí podría frenarle en su intento de atrapar a Sete.

Se deshizo de ellos. De Barros en la cuarta vuelta; de Biaggi, en la quinta. Se fue el brasileño al suelo y el asunto quedó en el habitual mano a mano entre Sete y Rossi, con el incansable Biaggi de invitado. Y llegó la memorable secuencia de la vuelta 17, en la que Rossi lo intentó de todas las maneras posibles y Gibernau, gigantesco, aguantó sus embestidas con tanta suficiencia que aquél acabó tirando la toalla. Pudo entonces aplaudir Rossi, pero esperó a hacerlo en el podio, en el segundo cajón, donde le mandó el único piloto capaz de llamarle de tú: Sete Gibernau.

Rossi baña en cava a Gibernau en el podio.
Rossi baña en cava a Gibernau en el podio.REUTERS

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