Alma keniana
Luismi Berlanas, finalista de los 3.000 metros obstáculos, confiesa su admiración a los dominadores de su prueba
Luis Miguel Martín Berlanas, de 32 años, vegetariano, inversor bursátil, madrileño de San Martín de Valdeiglesias, operado tres veces de los pies, sólo concibe la práctica del atletismo como una declaración de principios moral, ética. El paso de la ría es una toma de posición ante el mundo. Cada valla, una relación mística con la realidad. Cada carrera, un desafío a las ideas preconcebidas. A los tópicos.
Frente a la idea de que los del 3.000 obstáculos son unos frustrados, unos fracasados, rebotados del 1.500, Berlanas, campeón español júnior de 1.500, no se ofende, sino que habla. "Yo no diría eso, aunque empecé en el 1.500, sino que, al final, he encontrado mi hueco, el sitio en el que por mis características debería haber estado desde hace tiempo. Es como si dijeran que los del triple salto son los que no valen para la longitud", dice; "eso de que el 1.500 es la aristocracia del atletismo ya nos estamos encargando nosotros de cambiarlo. Tenemos que aunar las habilidades del 1.500 con otras como la fuerza muscular necesaria para que no te quebranten los saltos. Un obstaculista tiene más cualidades; no en calidad, sino en cantidad. Y el 3.000 obstáculos ha deparado algunas de las más grandes finales olímpicas de la historia".
Frente al extendido desprecio con que el atletismo occidental, europeo, norteamericano, trata a los atletas africanos; frente al racismo, Berlanas sí que se rebota. Proclama: "Hay muchos que hablan de los kenianos en plan genérico, casi despectivo, pero luego no hablan de los españoles así, sino que nos individualizan. Hablan de Martín, de Penti, de Berlanas, de Blanco... Y hablan de los kenianos, no de Kosgei, de Abraham Cherono, de Stephen Cherono... No los individualizan. Y me parece una falta de respeto hacia ellos", apunta; "aunque bien es cierto que con su manera de trabajar, compitiendo dos o tres veces por semana, se están labrando un futuro incierto. Un futuro económico muy bueno a nivel de su país, pero una carrera muy corta. Y quizás ellos tengan por eso cierta culpa de que la gente no les llegue a conocer uno a uno. Pero, es más, la gente no tiene ningún interés en conocerlos, sus nombres, sus marcas, sus trayectorias, su peripecia vital... Son personas igual que nosotros, aunque sean muchos y estén en todas partes".
Frente a la indiferencia, Berlanas, quinto en Sidney 2000, cuarto en los Mundiales de Edmonton 2001, tercero en los Europeos de Múnich 2002, habla de amistad, de admiración. Veneración. "El hecho de que los atletas más endurecidos por su infancia adversa en países tercermundistas, según la sociedad, sean el primer mundo en el 3.000 obstáculos, a mí me gusta mucho, aunque a nosotros no nos dejen sacar la cabeza" confiesa; "yo me llevo bien con el campeón olímpico de Sidney y mundial de Edmonton, Kosgei, He conectado muy bien con él. Incluso después de los Mundiales de 2001 me dijo que tenía que irme a Kenia a correr con ellos, que yo corría como los kenianos, que me fuera a entrenarme allí, a vivir a su casa. No lo hice, pero es una experiencia que me gustaría vivir alguna vez".
Berlanas admira a Barmasai, el más grande, el que pasaba la ría sin tocar la valla. "Barmasai, dominador hasta 2001 y recordman del mundo, me contaba que en su casa no le habían visto nunca correr porque no tenían televisor, porque al poblado no llegaba la imagen. Y que tenían una pequeña radio y de vez en cuando daban alguna pequeña noticia de él: que si había quedado campeón del mundo, que si había hecho récord del mundo... Cosas nimias", relata; "y eso me llamaba mucho la atención. Todo un campeonísimo y que en su casa no sepan nada de él. A veces, pienso que me gustaría ser como ellos, aunque nunca podría".
El sábado por la noche, Luismi Berlanas se sintió pleno, único, saltando la ría junto a Brimin Kipruto, keniano de 19 años, otro Barmasai, alto como un junco, ligero como una pluma, 1,79 metros, 53 kilos, el Barmasai del siglo XXI, su misma carrera de saltador, zigzag, antes de afrontar la ría, la misma suavidad en el impulso, en el aterrizaje al otro lado sin tocar madera. Junto a él, Berlanas se exaltó. Hizo la carrera, la semifinal, el primero de principio a fin. Se sintió keniano, más fuerte, más pesado, más musculoso, pero keniano, sobre una ría, sobre una valla.
Junto a Berlanas se clasificaron para la final Eliseo Martín, bronce en París 2003, y Antonio Penti, campeón europeo en Múnich.
LOS ESPAÑOLES, AYER. Hombres: 1.500m. Semifinales. 4. Reyes Estévez, 3m 36,05s (clasificado). 7. Álvaro fernández, 3m 42,01s (eliminado). 8. Juan Carlos Higuero, 3m 42,13s. (eliminado). Mujeres: 100m. vallas. 2. Glory Alozie, 12,92s (clasificada). Maratón. 26. María Abel, 2h 40m 13s. 32. Beatriz Ros, 2h 41m 51s. 37. María Dolores Pulido, 2h 44m 33s.
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