Entre la cultura y la gimnasia
Si no estuviera harta me hallaría desesperada. Mi lamentable corrector de Word ha entrado en una fase de odio después de lo que escribí contra él hace unos días. Se ha vuelto ladino y, en vez de cambiar instantáneamente un vocablo por otro, espera a que termine el artículo y me ponga en otros asuntos de implacable urgencia (hacer solitarios) para darle un subrepticio meneo censor que, ayer, convirtió hacer en haber y (enorme, porque atenta contra el gremio costurero), organza en organiza. No tiene perdón.
Mientras imagino cómo deshacerme de la mano que corrige esta cuna, trato de superar un sobresalto reciente. Y es que, al contemplar el retrato del Asesino del Vídeo o Asaltador de Bancos difundida por la Guardia Civil, me ha parecido reconocer a varios antiguos novios (llamémosles así, no se vaya a escandalizar la curia). He aquí lo que le ocurre a una mujer cuando su Interesante Pasado Erótico se pone contra ella. Te encuentras con tus ex en la sección de necrológicas o en la de sucesos. Esa cara, aun quitándole la barba postiza y el melenón, me recuerda, como mínimo, a un par de periodistas, cuatro editores, un crítico y un director de cine. Nunca hubo un político. Y eso que a Ruiz-Gallardón le estoy agarrando (observen que no he escrito cogiendo, por si me leen en las Américas) el punto. Me gustan sus cejas: hace bien en dejárselas canosas, son como dos certificados de fidelidad y lealtad que endulzan la decididamente socarrona y amenazante (para su partido y en general) mirada de su par de ojos.
Una de las exigencias irrenunciables que debemos plantear a nuestros líderes y lideresas es que juren no veranear jamás con Silvio Berlusconi
A ver si entre él y Rajoy se deciden a montar liquidaciones por derribo y consiguen una derecha española a la europea que no sea peor que la derecha francesa de Chirac, y que resulte mejor que la izquierda británica de Tony Blair. En estos momentos de confusión mundial y de esencialismo ideológico, creo que una de las exigencias irrenunciables que debemos plantear a nuestros líderes y lideresas es que juren no veranear jamás con Silvio Berlusconi, por mucho que amen el Colosalismo Capitalista como opción estética. Eso no es someterse a una sesión de hospitalidad, sino de Hospitalización, una perversa y enfermiza temporada de la que ambos jefes de Gobierno han emergido con un comunicado conjunto en el que afirman, hipócrita y tardíamente: "Reiteramos el compromiso para la protección de los lugares sagrados (de Irak), en el respeto a una antigua civilización que rechaza la violencia y el terrorismo".
Pero a los Blair les encanta ir a los sitios por la filosa. Su mujer, Cherie -que también se ha unido al Club de los Conferenciantes, por una pasta- tiene fama de agarrada (de tacañería, no de cogida a la argentina), y eso que en su buffet de abogada especialista en derechos humanos gana tanto dinero como el jefe de Ally MacBeal. Entre sus formas de ahorrar se encuentran el comprar zapatos de segunda mano por Internet y el folgar con la familia en los lugares más paradisiacos, adosada a los Ricos del Momento. Menos mal que Gil y Gil ya no está entre nosotros para invitarles y regalarles unas camisetas del Atleti, que ambos podrían utilizar como camisa de dormir.
Volviendo a mi Excepcional Pasado. Habiendo sido tan cultural en mis aficiones, no les extrañará que ahora me dedique a admirar a los gruñones gañanes que salen en los Retozos Olímpicos. Es un alivio que no den la vara verbal, y que simplemente se pongan gimnásticos, incluso a pares, como los prodigiosos gemelos Hamm, de los Estados Unidos de América. Lástima que los deportistas, en general (con excepciones: recuerden lo estupendo que estuvo el Barça contra la guerra), no se manifiesten como los intelectuales. Que era la parte buena del amante cultural: siempre te estaba llevando a plazas públicas y pasándote manifiestos para firmar. Entretenidísimo, y de mucho conocer gente.
No puedo creer que uno de ellos haya acabado saliendo en el Vídeo como Asesino.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.