El precio de la cultura
El fenómeno de los museos de masas, con algunos casos remarcables en nuestro país que, sin decir nombres, nos vendrán a todos a la memoria, conllevan altos grados de degradación de la obra expuesta a causa, no sólo de la masiva afluencia de visitantes sino, en cierta medida, del pésimo comportamiento de muchos de ellos en el interior de este tipo de museos. Las instituciones museales tienen instrumentos para contrarrestar los efectos de las visitas masivas, pero quedan superados por el mal comportamiento que de manera general muestran muchos de sus visitantes con un total desconocimiento, no sólo de las mínimas normas de comportamiento en general, sino de respeto hacia lo que se expone y de conciencia respecto al valor, artístico y económico, del mismo.
Gritos y carreras por pasillos o salas, fotografías con flash, de gran intensidad lumínica y nefastas consecuencias para la obra pictórica, moverse en masa por espacios reducidos, tocar todo lo que esté al alcance de la mano (pinturas, esculturas, etcétera), son algunas actividades que deben soportar las obras expuestas y, evidentemente, los visitantes acostumbrados a visitar museos y de comportamiento ejemplar; los vigilantes de sala poco pueden hacer frente a la avalancha, frente a dicho comportamiento.
Todo esto podría llevarnos a pensar que algunos de estos museos puedan llegar a morir de éxito, aunque sea a medio o largo plazo. Cabe denunciar estas actitudes y hacer pedagogía; los estudiantes también suelen ser un "grupo de riesgo" por la falta absoluta de atención que sus docentes ejercen sobre ellos junto a la poca pedagogía del comportamiento que les inculcan. El equilibrio, siempre frágil y discutible, entre la conservación y la mostración de la obra, puede mantenerse siempre y cuando la mala educación no ejerza de balanza.
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