11.000 vírgenes
La Virgen María es la joya del marketing espiritual católico, una creación sublime que suaviza los rasgos coléricos de una religión elaborada a la medida de un pueblo ganadero que rinde culto a los machos sementales y practica la trashumancia. El padre creador y fundador es, además de macho, un machista acérrimo que sólo se preocupa de las hembras por razones de eugenesia (Ruth), de política (Esther) o para humillar la virilidad de sus varones cuando se acobardan frente al enemigo (Judith). El cristianismo que cambia el ojo por ojo por el amor fraterno no puede liberarse del viejo ogro patriarcal que permanece en la sombra. Que dos personalidades tan distintas, la del padre y el hijo, convivan y compartan culto y fidelidades sólo puede deberse a la contemporizadora influencia de la tercera y más misteriosa de las personas de la Trinidad, el Espíritu Santo, conocido también por el "Paráclito", tan asexuado como una lengua de fuego, una de sus manifestaciones más conocidas después de la paloma, el tótem favorito de la iconografía cristiana, precisamente porque da un toque alegre, casi femenino a la severa y masculina escenografía trinitaria.
La Asunción, la elevación al cielo de la Virgen María en carne mortal, provoca en nuestra autoproclamada "tierra de María Santísima" un cúmulo de celebraciones marianas cada 15 de agosto. España, Portugal, Italia y Francia son países especialmente marianos y los cultos a la Virgen que celebran con tanta profusión los pueblos mediterráneos puede que sean resabios atávicos, nostalgias inconscientes de antiquísimos cultos y civilizaciones matriarcales, la estela de la "Diosa Blanca" de la que hablaba Robert Grave. España puede que ostente el récord de apariciones marianas por metro cuadrado, pero le faltan milagros recientes como los homologados de Lourdes y Fátima que tan buenos dividendos económicos y espirituales producen. Una cuestión que, por cierto, tenía obsesionado a un director general de Turismo de Castilla y León que hace años en el transcurso de un acto cultural y gastronómico proclamaba "Lo que hay que hacer es promover el turismo mariano en Burgos que queda a mitad de camino entre Lourdes y Fátima".
La Virgen de Agosto en Madrid es "la Paloma", segunda y castiza advocación de la Soledad, como corresponde, porque en agosto Madrid es una ciudad solitaria, o debía serlo. La tradicional y cristiana competencia entre vírgenes se centra aquí entre la patrona oficial que es la de la Almudena y la popular, "la Paloma" de agosto a la que sacan en procesión los cofrades que se han quedado sin vacaciones, por devoción o haciendo de la necesidad virtud. La Virgen de la Almudena buscó la protección de reyes nobles y poderosos y apareció bajo la protección de la muralla y del alcázar real para que no le faltase de nada. La pompa, el esplendor y el boato, producen la admiración y el embobamiento, para eso se utilizan, de las masas pero no las conmueven tanto como las leyendas populares, apócrifas y cercanas. El retrato de la Virgen de la Paloma fue descubierto en un corral del barrio que luego llevaría su nombre cuando estaba a punto de ser convertido en leña para los fogones de los vecinos, que repararon en él gracias a una paloma que se posaba sobre su rústico bastidor con insistencia y que, según los colombófilos de turno, era la misma avecilla que durante años hacía compañía a otra Virgen de casta madrileña, la de Maravillas, sin duda una manifestación menor del Espíritu Santo, o de una de sus mensajeras.
En España debe haber por lo menos 11.000 vírgenes diseminadas y veneradas en ciudades, pueblos, aldeas, ermitas y encrucijadas, cada una con su leyenda mágica que repiten los cronistas y cantan las devotas y devotos en sus romerías, leyendas ingenuas y rústicas, sin gran aparato, como la que nos ocupa. La verbena de la Paloma es la más castiza y al mismo tiempo la más cosmopolita de las verbenas madrileñas por la participación cada día más nutrida de los inmigrantes, una contradicción inherente a la esencia del imposible casticismo madrileño, ecléctico y multicultural. La Virgen de la Paloma es también la patrona del cuerpo de bomberos de Madrid que este año no faltaron a su cita pese a estar en pleno conflicto laboral con el Ayuntamiento. Los bomberos bajaron a la Paloma de su altar y la escoltaron. Caballerosos y cumplidores, los bomberos le dieron a la Virgen lo que es de la Virgen y repartieron octavillas para darle lo suyo al señor alcalde y cambiaron las exhibiciones de otros años por las reivindicaciones del ahora mismo.
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