Alternativa de El Capea
La Malagueta, casi colmada, se puso en pie para ovacionar el brindis de Capea hijo a Capea padre. Fue la foto emotiva de la tarde, con un público a favor, pero nada triunfalista, que fue midiendo la actuación de los toreros. Capea saludó al de la alternativa con un buen farol de rodillas, siguió con una verónica también de hinojos y trazó otras buenas ya de pie. El toro, terciado y blando, tenía una excepcional nobleza, hasta el punto de que en sus ratos libres posiblemente oficiara de hermana de la caridad.
Fue una sorpresa agradable encontrar a un Capea cadencioso, toreando despacio, derecho y templado, la punta del palillo apuntando al suelo en los naturales y con un buen sentido de la colocación.
Ruiz / Conde, Juli, Capea
Toros de Daniel Ruiz, terciados y mansos. Javier Conde: estocada baja (oreja); estocada caída (ovación). El Juli: pinchazo y estocada trasera (oreja); gran estocada (petición de oreja y gran ovación). Pedro Gutiérrez, 'El Capea', que tomó la alternativa: pinchazo hondo y tres descabellos (vuelta al ruedo); estocada tendida y descabello (petición de oreja y vuelta al ruedo). Plaza de La Malagueta, 16 de agosto. 5ª de feria. Casi lleno.
El segundo, basto y cornialto, aquerenciaba su mansedumbre de forma variada, lo que no fue óbice para que la capa de Conde alcanzara más relieve del habitual. Tomó una vara con la cabeza alta y ésa fue la constante de un toro que pasaba a media altura y al que Javier trató con ritmo, longitud, distancia y brevedad en las series, cuyos pases no siempre salieron limpios.
El quinto fue otro manso sin clase al que el malagueño trató con técnica y oficio, sufriendo las telas enganchones múltiples. La muleta de Conde circuló por la derecha con altura variable sin poderle al toro de manera decisiva. A pesar de la compostura, al bocadillo le faltó jamón.
El Juli mostró su ciencia adobada con calidad y producto de la sabiduría, consintiendo a un tercer manso poco picado con una marcadísima tendencia a los adentros al que oportunamente cambió de terreno para sostenerlo mientras pudo; el toro no llegó a rajarse porque nunca se había entregado y lo que hubo hay que apuntarlo en el haber del torero. Cuajó una espléndida faena en el quinto, con ambas manos siempre bajas, con elegancia y poder, enseñando al manso a embestir gracias a no ahorrarse nada en el cite. La faena tuvo continuidad y consistencia, recordándonos al mejor Juli que hemos visto. La estocada fue digno colofón a una gran labor.
El presidente no debió verlo así, porque respondió negativamente a la unánime petición de trofeos, lo que motivó una auténtica escandalera con lanzamiento al ruedo de almohadillas y botellas. La bronca duró veinte minutos y la razón, esta vez, estaba de lado del público.
El sexto toro ya no cumplía la cortesía de la alternativa e indudablemente hay que reconocer que El Capea ha llegado aquí por ser vos quién sois, pero no es menos cierto que demostró cumplidamente que a la hora de torear, en su soledad, no necesita a nadie.
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