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Crónica:Atenas 2004 | NATACIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los cohetes surafricanos queman a Phelps

El equipo estadounidense fracasa en la final de 4x100 metros libres y frustra el sueño de su estrella de superar a Spitz

Santiago Segurola

El sueño de Michael Phelps se quebró pronto, en la segunda jornada, destrozado por el arrollador despliegue de cuatro surafricanos que pasarán a la historia de la natación. Son Roland Schoeman, Lyndon Ferns, Darien Townsend y Ryk Neethling. Su hazaña es memorable. En medio de unas condiciones tempestuosas, ellos fueron más tempestuosos que los elementos. Ni el viento ni el ligero frío que sorprendentemente se apoderó de la piscina olímpica pudieron con su imponente demostración de clase, energía y determinación. Ganaron la final de 4x100 metros libres con la contundencia de un mazo. Detrás de los africanos, todos parecieron alevines, excepto el gran Pieter van den Hoogenband, autor de la plata que conquistó Holanda. Último relevista de su equipo, cubrió los 100 metros en 46,79 segundos, un segundo por debajo de su récord mundial. Naturalmente, no se le contabilizará porque se trataba de una salida lanzada, pero Van den Hoogenband se anuncia seguro ganador en la final de los 100 metros. Phelps se encontró en medio de un drama que le superó. Supo muy pronto que no alcanzaría la medalla de oro. Fracasó Crocker en el primer relevo y no hubo modo ni manera de levantar el partido.

Detrás de los africanos, todos fueron alevines excepto el gran Van den Hoogenband
El huevo de la serpiente se instaló en un conjunto norteamericano francamente dividido
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Se esperaba una reedición del duelo que mantuvieron Estados Unidos y Australia hace cuatro años. En Sidney fue el momento culminante de la rivalidad que mantienen las dos máximas potencias de la natación. El arrogante Gary Hall dijo que aplastarían a los australianos como guitarras. Los australianos tocaron sus guitarras imaginarias tras la carrera entre el entusiasmo de su afición. Vencieron a los norteamericanos, lo que no era poca cosa. Ningún equipo lo había conseguido jamás en los Juegos Olímpicos. Hall dijo que habría revancha en Atenas. Fue la revancha más penosa que se conoce. Estados Unidos se impuso a Australia, al equipo de Ian Thorpe y Michael Klim, pero eso no le sirvió para ganar la prueba. Ni tan siquiera para lograr el segundo puesto. Y Hall no estaba en el equipo.

Hall ha sido el buque insignia de los velocistas norteamericanos desde 1996. Hijo de una leyenda de la natación -su padre participó en tres ediciones de los Juegos y mantuvo una dura rivalidad con Mark Spitz-, ha hecho todo lo posible por destruir el espíritu de equipo de los norteamericanos. Caprichoso, arrogante y bocazas, ha dedicado las últimas semanas a meterse en todos los charcos. Primero se ensañó con Marion Jones y luego la tomó con Phelps. Todo, porque Phelps no participó en la prueba de los 100 metros en los campeonatos de Estados Unidos, que este año servían para determinar el equipo que acudiría a Atenas. Phelps había conseguido en marzo un registro de 49,05 segundos, el segundo del ránking norteamericano. Consideró que era suficiente para ser incluido en el equipo de relevos. Sólo Jason Lezak superó ese tiempo en los campeonatos nacionales. Pero Hall comenzó a pregonar que Phelps no había participado en la carrera y que no tenía derecho a ser incluido en el equipo de 4x100 metros libres. La polémica ha sido constante durante el último mes y, sin duda, ha debilitado al grupo.

Una discreta actuación matinal terminó con las dudas. Estados Unidos fue vapuleado por los surafricanos en la serie que les enfrentó y a Eddie Reese, entrenador de los norteamericanos, no tuvo más remedio que tirar de Phelps. Pero el huevo de la serpiente ya estaba instalado en un equipo francamente dividido. "Han hecho todo lo contrario que nosotros. Ellos se han peleado y nosotros hemos dedicado los últimos meses a trabajar sin fisuras", declaró Neethling, uno de los héroes surafricanos. Hall no participó en la final. No convenció en su actuación matinal y se quedó sin sitio. Pero con él o sin él, con Phelps o sin Phelps, no habrían derrotado a los surafricanos.

No fue una sorpresa. Suráfrica siempre ha sido una gran potencia de la natación mundial. Legendarios como Karen Muir o Jonty Skinter, el primer hombre que bajó de los 50 segundos en los 100 metros libres, pagaron la política de segregación de los Gobiernos racistas en los años 60 y 70. No pudieron participar en los Juegos de 1968 (Muir) y 1976 (Skinter), pero su legado fue recogido por la extraordinaria Penélope Heyns, doble campeona olímpica de las pruebas de braza en 1996. En Atenas ha sido el momento de cuatro fenomenales velocistas, veteranos en el gran circo de la natación. Tres -Neethling, Schoeman y Ferns- han seguido la vieja ruta norteamericana. Enrolados en la Universidad de Arizona, se han convertido en figuras de la prueba más prestigiosa de la natación. Este año, Schoeman, de 24 años, tenía la segunda mejor marca del mundo: 48,20 segundos. Neethling era el quinto, con 48,76 segundos. El mejor registro de Ferns es 48,99 segundos (2003). ¡Cómo no iban a ser los favoritos! Sólo un estadounidense había bajado de los 49 segundos este año. Era Jason Lezak. Demasiado poco frente a unos rivales afilados como cuchillos. El resultado lo dejó claro. Suráfrica (3m 13,17s) sacó un segundo y medio de ventaja a los norteamericanos. Una eternidad, la que sepultará el sueño dorado de Phelps.

De izquierda a derecha, Ferns, Schoeman y Townsend.
De izquierda a derecha, Ferns, Schoeman y Townsend.REUTERS
Schoeman, Ferns, Townsend y Neethling.
Schoeman, Ferns, Townsend y Neethling.AP

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