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Entrevista:SAHAR SABA | Representante de la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán

"En mi país una mujer puede ser torturada por alzar la voz"

Lluís Pellicer

Un aspecto frágil esconde a una mujer curtida por el trabajo clandestino. Sahar Saba (Mazar-i-Sharif, 1973) habla un inglés impecable, que aprendió de pequeña en el campo de refugiados de Pakistán al que se tuvo que exiliar con su familia cuando sólo tenía siete años. "Mientras me crié en Afganistán era una niña con sueños e ilusiones. No tenía miedo a recibir cualquier ataque. Pero ahora ya no recuerdo lo que significa vivir en paz", dijo ayer en el Fórum de Barcelona. Su padre se resistió a aceptar las nuevas leyes que prohibían la educación de la mujer y su presencia en la esfera pública y fue él mismo quien implicó a Sahar Saba en la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA), una entidad feminista que realiza programas de formación y salud para las mujeres.

Sólo el 5% de las afganas sabe leer y escribir, y muchas carecen de derecho a la sanidad

Ella muy pronto decidió involucrarse a fondo en el proyecto y organizar talleres y seminarios clandestinos para que las mujeres afganas alcancen unos mínimos de educación. Sólo el 5% de ellas sabe leer y escribir, y tal panorama, sostiene Sahar Saba, no ha cambiado demasiado desde la ascensión al poder del presidente Hamid Karzai. "Kabul es casi una isla en Afganistán gracias a la presencia de las Naciones Unidas. Allí las mujeres pueden acceder a empleos de maestra, aunque aún están discriminadas para ocupar cargos en la administración", asegura. Hace sólo dos meses ha viajado a su país y, según explica, a 10 kilómetros de la capital las mujeres aún visten el burka y no tienen acceso ni a la enseñanza ni a la sanidad.

Sahar Saba trabaja con 2.000 mujeres más que decidieron comprometerse con el proyecto. Ella se dedica a viajar por el mundo para contar su causa, lo que no le resulta demasiado sencillo: se presenta con un nombre falso y sólo concede entrevistas con la condición de que no se muestre su rostro. "Sé que estoy en el punto de mira de los que sólo entienden el lenguaje de las armas y me siento amenazada", se disculpa.

En la conversación, su discurso empieza a tintarse con tonos más políticos. "Somos una organización política", justifica, "con raíces seculares y democráticas que quiere luchar contra el fundamentalismo". Asegura que Estados Unidos nunca ha ayudado a su pueblo. "Ellos sólo dieron apoyo a los criminales". Afganistán, denuncia, ahora ya no centra la atención, y ello ha supuesto que "los fundamentalistas hayan influido en la elaboración de la Constitución" para "recortar los derechos de las mujeres".

Mantiene, sin embargo, la ilusión del cambio. "La gente está preparada para que las mujeres se integren a la sociedad, y ellas quieren ir a la escuela". "Los talibanes", prosigue, "son parte del problema". "No hay libertad de expresión, y una mujer que alce la voz puede pagarlo con amenazas, torturas o chantajes". "Pero el principal inconveniente es la inseguridad, que, sobre todo, afecta a los activistas que defienden los derechos humanos, a los educadores y a quienes trabajan para la democracia", concluye.

Sahar Saba posa de espaldas en el Fórum de Barcelona.
Sahar Saba posa de espaldas en el Fórum de Barcelona.JOAN GUERRERO

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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