Vivan los toros
Taurino que amas las corridas de toros y prometes quererlos y admirarlos (a los toros) más que yo (sólo practico el petting), que presumes, digo, de conocerlos, amarlos, admirar su valentía y osadía, nobleza y belleza, y sabe Dios por qué más cosas los amas tú con apasionado celo que te derrite, ¡ay!, hasta el propio perineo, a ti, taurino o taurina, te propongo nos ofrezcas tu entregada y particular corrida donde tú seas el torito bravo y valiente y recibas pica, banderillas, estocada y puntilla que te permitan comprobar en tu propia carne que es verdad (¡Dios!) que el terror, el dolor, la sangre, el frío, el silencio, la muerte que te llega dolorosamente lenta (verás que morbo te da), son justificadas contingencias para que otros, también francamente derretidos por la emoción, disfruten de esa espantosa atrocidad que, por antigua, ¿debe ser tolerada, elevada, culturalmente digerida?
Rotundamente, ¡no!
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