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Crítica:CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un grande del género negro

EL PAÍS presenta mañana, lunes, por 1 euro, 'Pacto de sangre', una historia de pasiones desbordantes y codicia compulsiva escrita por James M. Cain. Por Javier Pradera

Dos rasgos unen cuando menos a James M. Cain (1892-1977) con Dashiell Hammett (1894-1961) y Raymond Chandler (1888-1959): sus narraciones son clásicos de la novela negra y han servido a la vez de argumento a estupendas películas taquilleras. Los libros y los filmes de los tres grandes del género se confunden en la memoria de quienes han sido sus lectores y espectadores: el Sam Spade de El halcón maltés y el Philip Marlowe de El sueño eterno son ya indisociables del actor que los encarnó -Humphrey Bogart- en las películas dirigidas respectivamente por John Huston y Howard Hawks. El cartero llama siempre dos veces, de James M. Cain (editada en 1934), es otro ejemplo de esos efectos circulares entre literatura y cine: la novela dio lugar a dos películas con ese título (protagonizada la primera en 1946 por Lana Turner y John Gardfield y filmada la segunda en 1981 por Jessica Lange y Jack Nicholson) e inspiró Obsesión, de Lucchino Visconti. Otros relatos de Cain también tuvieron ese doble uso: así, Joan Crawford ganó el Oscar de 1945 con la película Mildred Perce, basada en la novela del mismo título publicada en 1941.

Emulando a Hammett y Chandler, la obra de Cain triunfó tanto en las librerías como en las salas de proyección
El talento para la metáfora y la crueldad de las reflexiones recorren las páginas de este magnífico relato

Emulando a sus hermanos de tinta, Pacto de sangre -una absurda traducción al castellano del relato Double Indemnity- triunfó tanto en las librerías como en las salas de proyección: publicado en 1944, el argumento y los personajes del libro fueron utilizados ese mismo año por Billy Wilder para realizar una espléndida película con un reparto de lujo (Barbara Stanwick, Fred MacMurray y Edward G. Robinson). La atormentada colaboración de Billy Wilder con Raymond Chandler en el guión (se detestaron mutuamente desde que empezaron a trabajar juntos) de esta obra maestra del cine negro -Perdición fue el título también absurdo elegido por los distribuidores para comercializar la película en España- introdujo cambios significativos en beneficio de Edward G. Robinson, encargado del papel de Barton Keyes.

Aunque la traicionera revelación del desenlace de una novela negra por el comentarista de turno no sea un delito tan grave contra los lectores como el alevoso destripamiento de la identidad del asesino en un relato de detectives, resultaría una descortesía que esta presentación fuese más allá de la exposición de las grandes líneas de la trama de Pacto de sangre y de los perfiles de sus principales personajes. Se trata de una espeluznante historia que recrea las constantes típicas del género negro: pasiones desbordantes, visión desesperanzada de la condición humana, misoginia enamoradiza, codicia compulsiva y capacidad de mentira, traición y doblez ilimitada.

El reparto del drama se ajusta también a los cánones del género. El título de la edición original -Double Indemnity- ofrece la clave de las motivaciones del crimen: un agente de seguros se concierta con la segunda esposa de un adinerado petrolero para asesinarle y cobrar así la doble indemnización prevista por las pólizas de accidentes ferroviarios. La víctima -H. S. Nirdlinger- es un cuarentón desconfiado y receloso que, sin embargo, firma la póliza sin enterarse. La mujer -Phyllis Belden- aparece como una rubia de 32 años bajita, pecosa y de ojos azules, antigua jefa de enfermeras de un hospital californiano que había sido amiga de la primera esposa de Nirdlinger, y que aparece oscuramente asociada con su muerte por pulmonía. Walter Huff es un correoso corredor de seguros de 34 años que cae en las redes de la vampiresa señora Nirdlinger ("la amaba como el conejo ama a la culebra"), pero que a la vez descubre la oportunidad de reunir los tres requisitos del crimen perfecto que le permita enriquecerse sin el mas mínimo riesgo gracias a su larga experiencia profesional: la participación de -al menos- dos personas; la elección por los asesinos de la hora, del lugar y del procedimiento oportunos, y la audacia necesaria para perpetrar el crimen a la vista del público, con las espaldas cubiertas mediante inexpugnables coartadas. Barton Keyes, jefe de la sección de reclamaciones de la General Fidelity, es un empleado veterano, resabiado e intuitivo; la desconfianza es su principal rasgo de carácter: "No puede uno decir que hoy es martes sin que Keyes mire el calendario, y luego se fije si es un calendario de este año o del año pasado, y después averigüe qué compañía lo imprimió".

El inconfundible estilo del género se hace también visible en Pacto de sangre: la rapidez narrativa, la economía verbal, la ironía distanciada, el gusto por la hipérbole, la concisión descriptiva, la creación de climas opresivos, la contundencia verbal, la adjetivación ingeniosa, el talento para la metáfora y la crueldad de las reflexiones recorren todas las páginas de este magnífico relato negro, más otoñal que veraniego.

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