Diagosto en La Alberca
Aparece, de forma inevitable y justificada, en el listado de los pueblos más bonitos de España. Y también en el de aquellos que conservan más tradiciones, sostenidas por sus apenas mil habitantes y por mucha gente joven que, por mor de la emigración, va y viene a sus hermosas piedras y parajes, sin alejarse nunca demasiado.
El nombre de La Alberca (Salamanca) evoca arquitectura popular, mozas de ánimas, bordados, joyas, bodas... Y, en plena canícula, el Diagosto y la Loa. Se venera a la Virgen de la Asunción, cuya celebración conserva aquí ese nombre, Diagosto, "por considerarla, sin duda", dice Caro Baroja, "la fiesta máxima de aquel mes". En su procesión, el 15, toman parte las cofradías, con sus estandartes. Cuando la imagen llega a la plaza tiene lugar el ofertorio, iniciado por las autoridades -alcalde y juez de paz- y continuado por los mayordomos, de dos en dos, seguidos de sus familias, cada una de las cuales hace su entrada por una calle diferente, ataviados con la riquísima indumentaria tradicional.
A las once del día 16, actores de un grupo local, Cateja, representan en la plazuela de la Iglesia el auto sacramental conocido como la Loa. El bien y el mal se enfrentan en forma de demonio, san Miguel, serpiente, pastor (o gracioso), dos galanes, siete pecados capitales y siete virtudes teologales en una tradición transmitida oralmente y que los expertos catalogan como obra de teatro popular del barroco, del siglo XVII.
Su trama: el demonio irrumpe para impedir que los albercanos celebren la fiesta en honor a la Virgen de la Asunción. La serpiente (algo parecido a un dragón), sobre la que se asienta el ángel caído, tiene siete cabezas, con sus bocas correspondientes, por las que el monstruo vomita fuegos de artificio. El arcángel se enfrenta con su espada al maligno, quien, inexorablemente, acaba humillado.
Esta loa se inserta en una tradición bastante extendida en esta hermosísima sierra de Francia -salpicada de pueblos de hondo sabor-, pero sólo en La Alberca se ha mantenido su representación año tras año. A pesar de los repetidos intentos del demonio por impedirlo.
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