Doble lenguaje
Las cuatro manos de las dos personas de la fotografía permanecen entrelazadas de tal modo que ninguna de ellas podría abandonar el conjunto sin que se dispararan todas las alarmas. Por eso sus dueños pueden permitirse el lujo de no vigilárselas. Mientras continúen trabadas, ninguno de los dos podrá clavar un puñal al otro. Y es que estas dos personas, aunque pertenecen al mismo cuerpo místico, se detestan. Él se llama Alberto Ruiz-Gallardón y es el alcalde de Madrid; ella, Esperanza Aguirre, es la presidenta de la Comunidad. Él ganó la alcaldía limpiamente para un partido que le odia y ella ganó de mala manera (con la ayuda de dos delincuentes) la Comunidad para un partido que la adora y que son el mismo partido. El día en el que se hicieron la foto, ella le había impedido hablar a él en un acto oficial en el que estaba anunciada su intervención. Él se enfadó y dio una nota a la prensa, pero luego se dejaron retratar de esta guisa para aminorar ante la opinión pública la imagen de desunión que venían dando desde que coincidieran en un territorio en el que no caben los dos.
Si esta fotografía mereció la portada (y a tres columnas) de la edición de Madrid de este periódico, fue sin duda porque denuncia mejor que cualquier sesudo editorial la contradicción escandalosa entre lo que sus protagonistas intentan mostrar (complicidad, afecto) y lo que de verdad sienten (aversión, inquina). Los lectores, que saben cómo se llevan Esperanza Aguirre y Ruiz-Gallardón, observaron asombrados, y quizá divertidos, la instantánea, preguntándose si ellos serían capaces de escenificar una actuación semejante con un cuñado al que aborrecen o con un compañero de trabajo con el que no se hablan.
-Pero si todos sabemos que no se pueden ver.
No importa, un político tiene que ser capaz de escribir una cosa con la mano derecha y la contraria con la izquierda; de hacer una afirmación con la boca y otra con los ojos; de caminar hacia atrás dando la impresión de que avanza. De vez en cuando, si se les va la mano en una dirección, hacen un gesto exagerado en la contraria.
-Vamos a hacer un gesto -se dijeron el alcalde y la presidenta aquel día aciago de la toma de posesión de ella-.
Y se colocaron los dos delante del fotógrafo, con las manos entrelazadas, muriéndose de la risa, para desmentir que se llevaban mal. Al día siguiente volvieron a pelearse, pero dos días más tarde se volvieron a fotografiar, y así sucesivamente. ¿Con qué objeto?, se preguntarán ustedes. ¿Cuál es el fin de este lenguaje doble y contradictorio? La verdad, no lo sabemos. Tampoco sabemos si hay en la naturaleza otro ser que observe una alternancia semejante en su comportamiento. En cualquier caso, esta fotografía merecería ser portada, no ya de un periódico, sino de un número especial del National Geographic, y sus protagonistas el objeto de un estudio etológico, dicho sea en el mejor sentido de la palabra, donde se nos explicara el porqué de una conducta tan extraña.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.