Karlik danza recrea un 'Prometeo' acrobático
Palabras, fuego, música y acrobacia para un espectacular montaje sobre el mito clásico en el Festival de Mérida.
La compañía extremeña Karlik Danza Teatro utilizó en la noche del jueves un cóctel explosivo para realizar su montaje del mito de Prometeo. Ninguna otra obra de la presente edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida había concentrado tantos espectadores, cerca de 2.000, en su estreno. Las expectativas no se frustraron y, al finalizar la representación, el público, puesto en pie, aplaudió durante varios minutos, hasta llegar a emocionar a los propios actores.
La cosa comenzó prometiendo. Los 75 metros de escenario del teatro romano de Mérida acongojan a muchos directores que inicialmente buscan, para preservar su ego y sus limitaciones, achicar espacios y confundir tan magno enclave con un teatro normal. Cristina D. Silveira y Memé Tabares, directoras de Prometeo, del fuego a la luz, dos mujeres curtidas en mil batallas y conocedoras del entorno (Las parcas y Antígona llevaron su sello en este mismo escenario), afrontan al contrario un reto inicial: ampliar el espacio hasta límites insospechados, empotrar la escena prácticamente en el público, desclasar el poderoso frontal de columnas con impresionantes palos de madera ensortijados entre claves de acero, abrir el suelo con pozos que escupen fuego y situar a los cinco músicos en el palco de honor del teatro, bajo la estatua de la diosa Ceres. Abajo, 18 actores y bailarines en continuo movimiento y 12 técnicos, contratados especialmente en Francia, para mover los complicados resortes de los cables volantes.
El espectáculo de música, danza y luces se sobrepone a la historia de Prometeo, el héroe que en complicidad con Minerva roba el fuego del conocimiento del Olimpo, se lo entrega a los hombres y sufre las consecuencias: un águila le va comiendo poco a poco el hígado. Memé Tabares, guionista y codirectora, despejaba dudas: "Cuando, con las mejores de las intenciones, intentamos aportar algo a la gente, a la humanidad, no nos damos cuenta de que actuamos no desde el interés general, sino tratando de modificar, de intervenir, de dejar nuestra huella". Así, Prometeo aparece como un egoísta. Las palabras se reducen a la mínima expresión: el rojo, el negro y el blanco van delimitando la historia, los actores vuelan sobre el escenario, el fuego aparece bajo la tierra, la música envuelve al público y Prometeo se desdobla en hombre y mujer: "La parte masculina del mito se relaciona con el sol, la fuerza, lo poderoso, lo visceral", dice el actor Félix Méndez mientras que Nazaret Lasso encarna la parte femenina, "el polo lunar, instintivo, receptivo...".
La complejidad técnica dejó ver la sombra de unas entradas discontinuas y un tempo a veces espeso, pero fue, ante todo, un ejercicio teatral valiente, un permanente y agradable sobresalto para el público: "Siempre nos ha pasado que, aunque a veces no se llega a entender la historia, llevamos al espectador por una línea emocional", señala Cristina D. Silveira. "Trabajamos con la emoción, la sensación y lo irracional", subraya Tabares.
Llega un momento en que el espectáculo se sobrepone a la interpretación del mito: ¿es Prometeo el salvador de los hombres, un egoísta o un iluminado? Y el público proyecta relajadamente, expectante, sus ojos y oídos sobre una cadenciosa o violenta entrada de actores en el escenario, vistiéndose y desnudándose, arrastrándose, volando o emergiendo desde las catacumbas. En Mérida hubo espectáculo, y eso se agradece.
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