'Mireille', el mito femenino de la Provenza francesa, en el ballet de Arles

Arles celebra este año el centenario de la concesión del premio Nobel a Frédéric Mistral, autor del largo poema elegiaco Mireille, publicado en 1859 y que ahora sirve de base argumental a Jean-Charles Gil para crear un complejo ballet sobre la música de la ópera homónima de Charles Gounod. El montaje tuvo un clamoroso estreno mundial anteayer en el Teatro Romano de Arles, que compartió con la presentación del ambicioso proyecto único con los jóvenes sostenidos por la Unión Europea.

La idea de hacer un verdadero ballet moderno con el poema Mireille ya es de por sí arriesgada; tiene precedentes (con variantes) en L'Arlessiane, de Roland Petit. El argumento está inmerso en una trama de gustos regionalistas, por encima de los que encuentran valores universales a la obra literaria de Mistral, y que le llevaron a conseguir el Nobel en 1904.

La espléndida energía de los bailarines contagia al público, lo envuelve en un ritmo unas veces trepidante y otras muy intenso

Gil lo ha sacado hábilmente de cualquier cofre conservador; el coreógrafo de origen español, que ya visitó Madrid recientemente con su agrupación, el Ballet de Europa, ahora ha completado la función en el Teatro Romano de Arles con el aporte de una quincena de bailarines más jóvenes aún que los de su plantilla: son los del Joven Ballet, una agrupación que se crea en verano, tras una rigurosa selección de talentos. Este plan, en el que ya lleva embarcado Gil casi cinco años, es el único en Francia que recibe ayudas directas de dos fondos de la Unión Europea. La seriedad del empeño ha hecho arrimar el hombro a políticos de muy diverso signo.

El milagro con sudores del perfeccionamiento ocurre junto al primoroso Chateau de Vergiéres, en la Provenza francesa, dentro de una reserva natural prodigiosa que tiene como telón de fondo un lago artificial y los campos de heno; allí tiene sus instalaciones la Universidad de Verano de la región provenzal, y abre un ciclo de danza para jóvenes bajo el título de Ballet des Jeunes d'Europe, y siempre con la tutela de Gil y de su compañía, que reside oficialmente el resto del año en Marsella: el Ballet de Europa. Ahora, en L'Etang des Aulnes, llegan a sumar más de treinta jóvenes artistas que dan todo de sí en medio de un tórrido verano aliviado por pasajeras tormentas. Los maestros vienen de todas partes y es palpable la efervescencia creativa; son 27 conservatorios y academias de danza oficiales de 16 países europeos que están comprometidos con este empeño.

En el Teatro Antiguo de Arles primero se presentaron los más jóvenes con dos creaciones, una del italiano Luca Vegetti y otra del francés Georges Appaix, donde los muchachos muestran su versatilidad y su seria preparación técnica; en la segunda parte, el estreno mundial de Mireille, de Gil. Los arreglos musicales sobre los originales de Gounod los ha hecho Raoul Lay, compositor y director de orquesta de última generación que ha respetado escrupulosamente las melodías originales ideadas para la voz, pero manteniéndose en el terreno instrumental.

El ballet recorre el argumento sin pantomimas realistas ni excesos; a veces resulta un ballet sinfónico, con hermosas y potentes evoluciones de grupo donde lejanamente pueden verse las referencias a ese potente folclore que aquí, en la región provenzal, se venera y se conserva con respeto. El mito de la mujer arlesiana, su fuerza y su sacrificio, sigue estando detrás de la obra y de la sustancia que la alimenta. La espléndida energía de los bailarines contagia al público, lo envuelve en un ritmo a veces trepidante y otras muy intenso. El propio teatro romano ayuda a crear esa atmósfera densa y oscura que pide la leyenda de una obra con final trágico; la heroína muere a las puertas de un templo en los brazos de su amado y en presencia de su padre, un tejido bailado de latente humanística al que nadie quedó indiferente.