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Reportaje:MARRUECOS, A 14 KM DE ESPAÑA | LECTURA

¿Vecinos, amigos, iguales?

Regreso a Rabat con una única idea en mente. Recuperar a Tamu, mi primera postal. La recuerdo, abrazada a su pequeña hija Zainab, sonriendo irónica y comprensivamente ante nuestra idea de dedicarle una fiesta de cumpleaños, a ella, que no sabe si tiene 38 o 39, y que nunca celebró semejante ocasión. Por el camino, me entero de que su hijo mayor, Karim, es serio y estudioso, y de que Husein, el pequeño, aunque más tarambana, desea aprender un oficio, ponerse a trabajar.

-O sea, que no se lanzarán a las pateras, o bajo los camiones para llegar a España.

-Al menos, de momento -confirma Pedro Rojo, el fotógrafo, que ha puesto a funcionar a toda su familia para que organicen el cumpleaños de Tamu-. Y eso ya es mucho.

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En Castillejos nos sorprendió una boda exuberante, popular, celebrada en el altillo de una gasolinera
En la medina de Rabat están los artesanos, algunos de ellos con varias generaciones de oficio
Sultana y Machda nos acercaron a la cotidianidad homosexual vivida con coraje y sin martirio
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Marruecos, a 14 kilómetros de España

Regalos para ella: porque siempre que se le da dinero lo dedica a los hijos.

Bien. Tamu, mi primera postal, amanecer y ocaso simultáneos de este país que renace y remuere todos los días, según lo pensemos o no, pero que existe, pese a nosotros y a sus propias normas arbitrarias, sus tradiciones, sus sometimientos.

Rompe el corazón, dejarlo. ¿Abandonarlo? Rabat me recibe con su sereno espíritu de señorita de provincias poseedora de algún tipo de virginidad hasta ahora inapreciada. Recorro las calles de la medina, últimos días, en busca de artesanos: el sastre, Idder, de 49 años, que me acorta unos pantalones en diez minutos -generaciones de oficio, instalado en un acogedor cuchitril con máquina de coser-; Abden, el último miembro de una familia que se dedica a una especie de alta costura de zoco, a quien he adquirido la pieza, y que ahora mismo tiende hacia mí una elaborada tarjeta: Hijo de Mohamed Ali Semlali (fabricante-exportador). Es cierto: exporta a Marbella, a Fuengirola, a las saudíes que veranean allí. "¿Y a las de Arabia Saudí?". "También, pero ropa más recatada". Y está Ylyass Regragui, artesano de babuchas hechas a mano, con rafia de Madagascar que se envía a Francia, donde él la adquiere, para inundarla de colores. "Aquí estuvieron la señora Ana Botella y la señora Ana Palacio, comprando babuchas, cuando visitaron Rabat". Añade, y casi me caigo del taburete, que la señora Palacio estuvo sentada "ahí mismo, donde está usted". El zoco ya no es lo que era, dice, pero hay que despabilar. "Los mejores artesanos de aquí salimos al extranjero, sobre todo a Francia, competimos en ferias".

Más postales: recuerdo a las dos mujeres que nos alquilaron un coche en Marrakech, ejemplo vivo del espíritu emprendedor de la mujer marroquí; y a D., que hizo de contacto en varias ocasiones, de intérprete, y cuyo extraño lugar en este mundo -entre la modernidad y la tradición, anclada en la inseguridad- la hacía olvidar a veces usar el árabe para hablar con los entrevistados, les hablaba en francés y luego reproducía sus respuestas en el mismo idioma, para mi sorpresa. Claro que esto es algo que puede ocurrir en un país donde se usan tantas lenguas.

Recuerdo la boda que nos sorprendió, en nuestro camino para acompañar a Rachid el socarrón a Castillejos, cuando paramos a repostar combustible: una boda exuberante, popular, celebrada en el altillo de una gasolinera, en un establecimiento similar a los que nosotros tenemos en los barrios periféricos, dedicados a Bodas y Bautizos. Sólo que la música de los panderos y la alegría de las mujeres -aferradas a su pequeño teléfono portátil- olía ahora a nafta y a nardos. Por lo demás, se parecía a las bodas que frecuenté a mis 17, 18 años, cuando toda mi familia esperaba que pillara un buen partido gracias a semejante ocasión. O, al menos, un hombre que no me pegara demasiado ni se emborrachara lo suficiente.

Puesta a recordar, ya que no debo ni quiero hacer otra cosa, recordaré las palabras sabias de Amina Bouayach, acerca del futuro de las relaciones entre España y Marruecos, y del papel a jugar por nosotros, los de arriba:

"Yo siempre he creído que España es el país que tiene, en primer lugar, una experiencia muy importante en transición democrática; la similitud no es exacta, pero es relevante. La segunda cosa es la cercanía. Y la tercera es que son muchos los marroquíes que emigran allí. Y España ha emergido económicamente con la ayuda de la Unión Europea pero, sobre todo, de los mecanismos internacionales adecuados interna y socialmente. Pero, ¿está España dispuesta a colaborar con Marruecos, de igual a igual? ¿Cómo un amigo, un colega, y no un vecino del Tercer Mundo? Si se contesta de forma definitiva y clara a estas cuestiones, creo que Marruecos y España habrán ganado mucho terreno".

Enérgica, valiente, positiva Amina.

Recuerdo al fotógrafo rociero de la fiesta gay de Tetuán y a Sultana y a Machda, que nos acercaron a la cotidianeidad homosexual, vivida con coraje y sin martirio. Y recuerdo mucho a Laurent, quien ignora que las flechas del amor hieren siempre profundamente, cualquiera que sea la opción sexual de tu conveniencia.

También Emilio de la Guardia Gascuñana, delegado general para Marruecos y Norte de África de la Compañía Española de Financiación del Desarrollo, comparece ante mí: colaborador, fresco, campechano, amigo de los marroquíes. Componedor, pero no traidor. Antes de entrevistarle tomé una cerveza en la Casa de España, junto a su oficina, y recuerdo al marroquí que me la sirvió, con una elegancia y una amabilidad supremas. "Me parece que es nuevo", dijo D., la desclasada, o despatriada, o sólo desorientada. "Puede que haya sustituido a uno de los que asesinaron en el atentado del 16 de mayo de 2003".

Sería una mal nacida si no les recordara a todos, y también al pulcro Omar, que está en España siguiendo una retahíla de cursillos, afanoso, y de amistades: tiene la suerte de no ser un futigivo en el continente europeo. De arrancar, como puede, el visado que merece.

Pero es hora de empezar a celebrar el cumpleaños de Tamu y Tamu no está. Tuvo que irse de improviso, me informan. Con su pañuelo negro y su sonrisa dulce y fuerte: su sonrisa es Marruecos, mi primera luna creciente y mi última luna llena, mi primera salida de sol y mi primer ocaso. De modo que Tamu, bastión que es de toda su familia, ha tenido que salir corriendo hacia su pueblo, porque a su hermana mayor le ha dado una apoplejía. Con los días nos iremos enterando de que la hermana mejora. Pero Tamu no ha tenido su fiesta, aunque los regalos los recibirá igual, faltaría más.

Y aquí estamos, un grupo de españoles enamorados de este país -los que me han ayudado: de muchas maneras-, víctimas del síndrome de pertenecer, como John Le Carré lo define en su última novela, Amigos absolutos, a "la clase dominante del futuro" y, como tales, "condenados a perpetuidad". Pero no somos ni ingleses ni blancos ni norteamericanos. Hemos salido de Irak, adonde nunca quisimos ir. Y, como el inmenso Mundy, protagonista de la mencionada novela, no tenemos ninguna reivindicación que reclamar acerca de éste ni de ningún territorio. Podríamos, como Mundy, colocar una pegatina en nuestro automóvil, proclamando nuestra cualidad de abandonados, de distanciados de cualquier pretensión colonialista.

¿Podemos? El nuevo colonialismo no se mantiene únicamente con el despliegue armamentístico: basta con la exclusión económica, social. Y en este sentido creo que hemos de reflexionar mucho.

Pero Tamu se ha ido, y le recuerdo abrazando a Zainab como el Marruecos más indefenso trata de abrazar su esperanza de futuro.

Total, que fuimos a consolarnos a Casablanca, al Rick's Café, que precisamente una norteamericana, Kathy Kriger, ha abierto hace unos meses, más de sesenta años después del rodaje de la película protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. Se trata de un lugar acogedor -un riad rehabilitado de la vieja medina-, en la Corniche, frente al mar, en donde esta mujer, antigua agregada comercial en la Embajada norteamericana, decidió quedarse para siempre. Lo hizo después del 11-S, convencida de que ésta iba a ser su contribución a una especie de ¿reconciliación con el otro, reconocimiento?

Impecable, Kathy, otra postal. No ha tenido una vida fácil. Es de Portland, Oregón, en donde tenía una agencia de viajes que trabajaba mucho con Japón. En 1985 se divorció, con un hijo de cuatro años y medio. Se fue a Japón, intentó instalarse pero llegó la crisis del dólar, perdió el trabajo y el amigo que entonces tenía. Se buscó la vida, hasta que se metió en Asuntos Exteriores de su país, en el sector comercial. Pero no la dejaron en Japón, pese a que había aprendido la lengua; tuvo que pasar un año en Washington, aprendiendo checo, porque su primer destino era Praga. Y fue allí, en Praga, donde conoció al dueño de un pub irlandés, el Molly Malone. Con Billy soñó desde el principio con el bar de Rick's, renacido, en Casablanca.

Cuando, por fin, vino destinada aquí, y pasó lo del 11-S, decidió buscar accionistas (son 43 y les llama "los sospechosos habituales": en la película, siempre resultaban detenidos, eran los resistentes contra el régimen de Vichy), y ayuda del wali de entonces. Éste comprendió que, si Kathy montaba su establecimiento en la vieja medina, en un riad rehabilitado -con su patio, sus arcos, sus maderas labradas-, eso contribuiría a mejorar la parte más degradada de la ciudad.

Hoy, Kathy Kriger recibe a una clientela entre cinéfila y nostálgica, pero no vulgar -espero-, en este local en donde conserva, en un rincón, una mesita como la de Bogey, una joya de madera labrada cuya superficie es un tablero donde puede jugarse al ajedrez. En el interior del piano -mucho menos manejable que el de Sam, que se lo llevaba consigo en cuanto los amores de los protagonistas amenazaban tormenta-, conserva la imitación de un salvoconducto como los que usaron los personajes de Casablanca. "Fue idea de mi pianista, lo hizo para una fiesta".

Y eso me recuerda que Casablanca, la película, empieza explicando cómo la gente trata de huir en masa del continente europeo invadido por el Tercer Reich. A través de Marsella, hacia Orán, y desde aquí, por tierra, a Casablanca, en el Marruecos francés, en donde harán cualquier cosa, cualquier cosa por tomar el avión que les llevará a Lisboa y, de aquí, a la libertad. A los Estados Unidos.

"Esperando, esperando, esperando", dice la voz en off, en la película, refiriéndose a los refugiados que se juegan el futuro a cara o cruz en Casablanca. Cenando en el restaurante de Kathy -de noche, siempre impecablemente vestida de blanco y negro, como Bogart, con la mirada chispeante de las norteamericanas sin raíces-, he pensado en los muchachos que aguardan en Tánger una oportunidad de cruzar el Estrecho, en los jóvenes subsaharianos que se agolpan en inciertas pateras, y en los marroquíes que, en cualquiera de nuestras ciudades, esperan que alguien no prefiera contratar a "un sudaca" antes que a uno "de allá abajo", ejerciendo ese estúpido papel de la mujer de un tribuno romano eligiendo esclavo en el mercado público.

Cuando Bogart esconde los salvoconductos -los visados de hoy hacia el futuro- en el piano, ¿qué está cantando Doodley Wilson, es decir, Sam, con el público? Os lo diré:

"¿Quién tiene problemas?".

"¡Nosotros!", responde el público.

"¿Cuántos problemas?".

"¡Demasiados!".

"Pues no frunzas el ceño, trabaja en serio y toca madera".

Hará falta algo más que tocar madera. Por si acaso, el Rick's de Kathy es simplemente "Café". No "Café Americaine", como el de la película. Los tiempos han cambiado, los desesperados están fuera del local, y hará falta algo más que tocar madera para arreglar lo nuestro."

Arriba Kathy Kriger, la norteamericana que abrió el Rick's Café en Casablanca; abajo un artesano de tercera generación que fabrica babuchas en Rabat.
Arriba Kathy Kriger, la norteamericana que abrió el Rick's Café en Casablanca; abajo un artesano de tercera generación que fabrica babuchas en Rabat.PEDRO ROJO
El vendedor de una tienda de Castillejos.
El vendedor de una tienda de Castillejos.PEDRO ROJO
Tamu tiene en sus brazos a su hija Zainab.
Tamu tiene en sus brazos a su hija Zainab.PEDRO ROJO

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