"Lo peor que hago es cantar"
32 años, 1,72, cuatro hermanos, el pelo color magenta- chupa-chups, plataformas de 15 centímetros, pecas en la cara, piercing en la lengua. Rakel Winchester, ex camarera y pintora, es la autora de El marío de la cannisera, que ha convertido su primer disco en un pequeño escándalo: "Al urólogo ha marchao / pa hacerse una operación. / Se fue con una pilila / y volvió con un pollón". Y luego: "Me se sale el támpax sólo de pensarlo". "Es que desde pequeña tengo facilidad para rimar", explica con naturalidad.
Una tarde cordobesa de 44 grados Rakel Winchester toma un granizado de limón. Su novio gitano, El Flamen, controla a su vera chupando horchata.
-¿Su disco está en la manta?
-Hace mucho. La gente ya no paga por los discos ni por los conciertos. No tiene bolos ni Dios. La música ha perdido su valor. Ha corrido la teoría fantástica de que los discos sólo enriquecen a las discográficas, que es verdad, claro, pero nadie se fija en el trabajo que hay detrás, esas promociones que ni comes y acabas los días llorando. Eso cuesta un dinero... Y por eso se ha montado el escándalo: te piratean, no leen las letras, las sacan de contexto y luego encima te censuran.
-¿Qué contexto?
-La problemática de la cama vista desde la mujer. Muchas mujeres me animan por la calle, saben que lo que cuento es así, pero los hombres ponen pegas.
-¿Por ejemplo?
-Me dejan la última en las galas para que no me vean los niños, y no me dejan cantar esa que dice: "Qué más da el color de mi caldo, lo que importa es la humedad, qué importa el calor si tú tienes calor y yo estoy mojada". O esa otra de "Ponme mirando pa Murcia". Es gracioso, son cosas que se dicen por la calle.
-Pero ellos se lo toman mal.
-Sí, y se cabrean más cuando saben que no tengo que ver con lo que esperan, que no me he drogado nunca, ni me gusta salir, que me gustan los niños chicos, comer donuts y todas las chuches del mundo... Las discográficas quieren que te inventes un personaje, algunos te cambian las entrevistas...
-¿Cómo?
-No toleran que una mujer diga cosas como "me se sale el támpax sólo de pensarlo". No les gusta que hables claro. Me dicen: "Eres una rebelde, tía". Qué rebelde, soy normal. Hay mucha moral reprimida en este país, la gente no habla ni de támpax ni de nada... Es absurdo. Con una revista estuve una tarde entera, no dije nada malo y titularon: "Canto las cosas que veo por la calle, tanguitas, rayitas y algún que otro pollón". ¡Se lo inventaron! Ya sólo hablo con periódicos y revistas de música. Hay cosas más serias que echarse las manos a la cabeza por decir pollón.
-¿Le dejaron grabar el estribillo sin problemas?
-Muxxic se portó de puta madre, nos vinieron a buscar a Córdoba y nos dejaron un estudio un mes y medio, y como tenían poco dinero no nos pusieron ni productor. Lo malo es que la discográfica desapareció en plena promo.
-¿Cómo fue su infancia?
-Nací en Córdoba, pero me llevaron a Ibiza con 15 días y volví a los 14 años.
-¿Sus padres eran hippies?
-No; bueno sí, mi padre es funcionario, pero hippy.
-¿Y cómo empezó a cantar?
-En el baño, a escondidas. Soy muy cortada y cantar es lo último que pensaba hacer en la vida. La que cantaba era mi hermana, yo iba para pintora. Lo que sí tenía es facilidad para rimar desde pequeña. Y ahora mi hermana es escultora y ha hecho un Papa de seis metros de alto en Toronto.
-¿Así que escribe desde niña?
-Mi padre es un tío muy culto, lee mucho, siempre jugábamos a los acentos y a los gentilicios. Mi madre es poeta, y mi abuelo, también. En casa tenemos mucho sentido del humor, hablamos muy bien aunque no lo parezca. Y cuando venía alguien de visita, yo le regalaba un poema de ocho hojas.
-¿Por qué empezó a cantar?
-En casa oíamos mucha música latinoamericana, así que cuando me marché, me puse a cantar rancheras en el café Central. Hace 10 años. Me sabía tres notas de guitarra, pero cantaba 20 rancheras; 10 con unas notas, luego le daba la vuelta a la guitarra, y otras 10. Salía con mi mejor amiga, que es como de Los Morancos, se ponía a mi lado y hacía los signos de los sordos, para el que no entendiera. Nos bautizaron El Chocho de la Bernarda, con razón.
-¿Y su imagen de dónde sale?
-Ya de pequeña era así, punki, pero la punki más limpia del mundo, eh. Olía a colonia.
-¿Y con esos pelos cantaba por Chavela?
-Y por Negrete. Pero yo no vendo voz. Pongo cara de ranchera y me sale una voz de padre. Si vendiera voz, no haría tantos pegos. Mi padre oyó mi voz por primera vez hace un mes en Leganés.
-Oyendo el disco se diría que lo que quiere es ser gitana.
-Eso desde que empecé con éste (su novio, El Flamen). Soy cordobesa y el flamenco lo mamas desde pequeña, mi madre es muy flamenca y en los conciertos del grupo siempre metía gitanitos, y versiones de Los Chichos. La rumba es fácil, la manejamos todos.
-Dicen que la letra de "Qué gitano me comprao es machista.
-Si no piratearan y leyeran mejor... Debajo de esa canción pone: "Quien bien te quiere, te hará reír". Es verdad que el estribillo dice "pégame, castígame, prohíbeme de salir", pero es ironía. A las mujeres las maltratan porque no hay una ley que las ampare, porque sólo si te toca una jueza consigues algo, porque subnormales hay en todos lados.
-¿Cómo definiría su música?
-Potaje. La fusión funde, el potaje no. Éste toca flamenco; el otro es rockero; yo canto payo; el corista es gitano; el batería, punki: se saborea cada cosa por su lado.
-¿Quién le puso Winchester?
-El bajista, Yonkas, estaba muy enganchado con ese filósofo, Wittgenstein, y cuando le di una letra mía me decía que se parecía mucho a las cosas de él. Pero como en Córdoba eso no lo pronuncia ni Dios, me quedé en Winchester.
-¿Quién le gusta cantando?
-Martirio es superaguda con ese rollo maruja, y oigo flamenco, pero tengo gustos raros. Me gustan más los malos. Lo que más, las cintas de carretera. Según veo la cara al tío, la compro. Y luego la pongo en la furgona para que se la aprenda el grupo. Quiero que nos saquen en cinta. Pero me da igual, si no sale bien lo de la música, pinto, escribo, estudié publicidad, hice unos cursitos de ordenador. Lo peor que hago es cantar.
Frescura, rimas, algunos tacos y un poco de escándalo
32 años, 1,72, cuatro hermanos, el pelo color magenta- chupa-chups, plataformas de 15 centímetros, pecas en la cara, piercing en la lengua. Rakel Winchester, ex camarera y pintora, es la autora de El marío de la cannisera, que ha convertido su primer disco en un pequeño escándalo: "Al urólogo ha marchao / pa hacerse una operación. / Se fue con una pilila / y volvió con un pollón". Y luego: "Me se sale el támpax sólo de pensarlo". "Es que desde pequeña tengo facilidad para rimar", explica con naturalidad. "Y ya ves tú, menudo escándalo, dices las cosas que dice la gente y te censuran, y mientras no paran de asesinar mujeres y aún no he visto a un hombre que se organice para protestar".
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