Tratando de hipnotizar al Enemigo
Entre tomar y recibir prefiero lo segundo, no sé si me entienden. Salvo que usemos tomar en el sentido mexicano, de pimplar, digo. He recibido un e-milio que me conmina: "Maruja Torres Manzanera, aprende a hipnotizar a tus amigos". Parecería un anónimo insidioso, pero es un simple cursillo. Deben de saber que siempre estoy predispuesta a dar la bienvenida al conocimiento. No piqué: lo habría hecho de haberme propuesto aprender a hipnotizar a los Enemigos, para leer sus mentes.
Recibo también mi ejemplar mensual por suscripción de Vanity Fair, con la portada dedicada al ejemplar matrimonio formado por Ronald Reagan y Nancy Davis, la Célula Madre (a él se le echa de menos, sobre todo en Nicaragua), y, además, con un artículo de Christopher Hitchens sobre Bush Jr., en el que el escritor británico se pregunta si al actual presidente no le sentaría bien tomarse un trago de bourbon de vez en cuando, y hasta qué punto es su sobriedad etílica actual verdadera o fingida. Es decir, ¿va en pedo o no va en pedo? Yo creo que no. Es más, sospecho que cuando bebía lo hacía para disimular las similitudes de su encefalograma con las praderas de su rancho.
Bush va a pasar Todo Agosto luchando Sin Alcohol contra ese pozo de lujuria que el Partido Demócrata nos quiere colocar como mal menor
Aunque a mí me da pena el jefe del mundo. Ha decidido, por primera vez en su vida, no tomarse unas vacaciones. Y va a pasar Todo Agosto luchando Sin Alcohol contra ese pozo de lujuria que el Partido Demócrata de los Estados Unidos nos quiere colocar como mal menor, John Kerry. Al menos, yo, aquí estoy: negroni al mediodía (tres partes iguales de vermú rojo, campari y ginebra; vaso ancho y mucho cubito; tal es mi fórmula) y whiskazo por la noche. Dispuesta a aguantar lo que me echen, y eso incluye al vicepresidente que Kerry ha elegido y la familia de que le rodea. Realmente, si ganan vamos a abandonar el Rifle y la Biblia por Grasas Saturadas con Ketchup. Me ponen enferma. Cuando veo que los asuntos se tensan en demasía y se me amarga el Humor al que he sido destinada, le quito un cubito al trago, y p'adelante.
Tomemos -o recibamos- esa decisión de nombrar un director de inteligencia que George ha tomado (o recibido: habla con Dios, y dice que le contesta; como yo conmigo misma), en lugar de irse a su encefalograma-rancho a beberse unas cuantas reses bravas. Últimamente se le está dando un sentido tan equívoco a la palabra Inteligencia por parte de los gobiernos en general, como a la palabra Intelectual, pronunciada por el ciudadano Acebes en particular. Se nota que los gobiernos no han leído a Le Carré en particular y que el ciudadano Acebes no ha leído en general.
-Defíname Intelectual, querido ex ministro -debería haberle dicho, si me hubiera atrevido, y si hubiera dispuesto del número secreto de su móvil aparato, durante las nueve horas sin piedad para con nosotros en que estuvo haciendo el Pino-Chó ante La Comisión.
Defíname Intelectual, sí, si hubiera un cursillo de hipnosis ahora podría preguntárselo. Porque yo hasta hace poco pensaba que intelectual es uno o una que puede ingresar en la Academia o dirigir el Círculo de Bellas Artes o dar conferencias, o liarse con el Instituto Cervantes. No tenía ni idea de que el estratega o los estrategas que planifican atentados pertenecieran a semejante calaña. Ah, maledetti.
Así pues, ¿qué quiere decir George cuando asegura que va a nombrar a un director de Inteligencia? ¿Piensa contratar al fino estratega que, en Asunción, ordenó cerrar el centro comercial para que los clientes que querían largarse sin pagar se achicharraran? El primer cerebro mundial puede parecernos pintoresco, pero lo cierto es que quienquiera que sea su estratega ya le ha empezado la campaña electoral en Pakistán, y es muy posible que le tengan preparado un Bin Laden para principios del mes de noviembre. Cualquiera puede serlo o parecerlo, según diga la Inteligencia. Yo misma, a fines de agosto, me asemejaré a un trasunto del saudí errante.
Parecería que todos estamos o muy tomados o muy recibidos.
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