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Entrevista:CONCHA PÉREZ | Anarquista

"Lo que vale es la amistad"

En la clínica Barceloneta por un problema de espalda, Concha Pérez recuerda su vida.

-¿Sigue siendo anarquista?

-Lo seré hasta que me muera. Mi padre ya lo era, yo nací siéndolo y moriré siéndolo. Aunque anarquistas del todo ya no somos, es imposible.

-¿No han sobrevivido las ideas anarquistas?

-Nosotros aplicamos muchas y algunas duran. El naturismo, la unión libre y, sobre todo, la lucha por el bienestar de los trabajadores, que es la principal.

-¿Cómo empezó a luchar?

-Mi padre fue fundador de la CNT y lo metieron preso en la dictadura de Primo de Rivera. Yo iba a verlo con mi madre y seguí sus pasos pronto. A los 16 añostrabajaba en una imprenta de la calle París, pasó por Les Corts una manifestación y me uní. Iban a la cárcel a liberar a los presos de las huelgas. El Gobierno ordenó abrir las puertas y a mí me dio mucha alegría entrar sin permiso en los locutorios, aquel sitio que tanto odiaba.

-¿Y después?

-Se formaron los ateneos libertarios, hacíamos lecturas, cuadros escénicos, esperanto... Me afilié a la CNT.

-¿Ya tenía novio?

-No había tiempo. En las huelgas del 33 escondí la pistola de un compañero en el pecho y la encontraron. Estuve cinco meses en la cárcel. Allí leí mucho.

-¿Había ido al colegio?

-A temporadas. Mi padre analfabeto tuvo la obsesión de formarnos bien: nos llevaban al colegio, le detenían y entonces nos sacaban. No había dinero. Pero me fui formando en el Ateneo y hoy puedo hablar de todo.

-¿Cuál era su ambición?

-Cambiar la sociedad. Entonces pensábamos que se cambiaba a tiros, pero es complicado. Antes de la guerra hicimos cosas bonitas, como la Escuela Racionalista. Había cambiado mis ideas revolucionarias, pensábamos en educar, en repartir todo, pero el golpe no nos dejó más remedio que coger las armas. La noche del 18 de julio fuimos en camión al cuartel de Pedralbes y nos llevamos el polvorín. Con la emoción nos olvidamos las municiones, volvimos, tomamos la Maternidad, instalamos los comedores populares, acordonamos el barrio, requisamos el convento de Loreto sin matar a nadie, formamos la columna Ortiz y marchamos al frente aragonés.

-¿Conoció a Durruti?

-Sí, y más a García Oliver, que era camarero en Sants. Eran maravillosos. Ortiz también.

-¿Por qué ganó Franco?

-A nosotros no nos ayudó nadie. Francia no intervino y los demás ya lo sabemos.

-¿Influyó la división de la izquierda?

-Los comunistas nos traicionaron, eliminaron al POUM y nos quisieron eliminar a nosotros. Pero hubiéramos perdido igual. Las naciones tenían sus planes. ¡Y nosotros que en el frente pensábamos que íbamos a liberar a Portugal de Salazar!

-¿Qué tal el amor libre?

-Igual que el otro. Tenías tu compañero y ése era para toda la vida. Y muchos paisanos (anarquistas) eran muy machistas. La revolución de la mujer no acabó.

-¿Sólo tuvo un amor?

-Tuve tres. El primero, en el frente, no fue bien. Al segundo, padre de mi hijo, lo conocí en la enfermería de Argelés. Era médico, socialista, y se fue a la Francia ocupada. Me quedé con el nene de tres meses y no supe más. Con el tercero, viví 30 años en Barcelona.

-¿Dónde tuvo el niño?

-En Marsella. Los mexicanos financiaron unos castillos y viví allí, luego pasé al edificio para enfermas y embarazadas de los cuáqueros americanos y tuve el bebé.

-¿Y como volvió a casa?

-En el 42, fue dramático. Una amiga me prestó 100 pesetas para el viaje sin venir esposada, sino por libre y presentándome a la policía... El niño me salvó. Fuimos a casa de mi madre, dormíamos cinco en un cuarto, era un calvario. Así que dejé al nene en la maternidad, me puse a hacer faenas, alquilé una habitación, reclamé al niño, conocí a mi compañero y rehice mi vida.

-¿Se siente víctima de la historia?

-El fascismo nos deshizo la vida, la escuela, la colectividad, los caminos trazados, lo tiró todo por el suelo. Pero de víctima nada, he sido una luchadora.

-¿Cómo aguantó el franquismo 40 años?

-Nos ayudábamos entre paisanos. Tuvimos la parada de venta en el mercado, muchos presos que salían cosían calzoncillos y los vendíamos, a otros los colocábamos de proyeccionistas de cine, acomodadores y taquilleros. Medio sector del cine en Barcelona era de la CNT.

-Al llegar la transición, ¿votó?

-No. Formé la Asociación de Vecinos de El Raval, donde vivo, hicimos un centro para ancianos, luchamos para mejorar el barrio... Votando sólo he tenido un desliz: en marzo, pero fue para echar a éste de una vez. Me recordaba demasiado a Franco.

-¿Se arrepiente de algo?

-No. Hicimos lo que pudimos y supimos. No se nos puede reprochar nada. Muchos dieron la vida.

-¿Le ayuda el Gobierno?

-No sé aún dónde irá a parar mi caso. Tengo amigos no anarquistas que me ayudan. Antes esperaba todo de los anarquistas, ahora tengo gente muy buena cerca que no lo es. Lo que vale es la amistad, los sentimientos, la solidaridad. Y ser alegre y levantarse a trabajar por algo en lo que creas. Todo menos quedarse en casa. La lucha no se acaba. Con la asociación Dones del 36 hablamos en los institutos y a los jóvenes les interesa mucho esto. Seamos optimistas.

-Un placer, doña Concha.

-Nos hemos entendido bien, sí, ni un roce. Salud y libertad.

Concha Pérez, en la clínica de la Barceloneta.
Concha Pérez, en la clínica de la Barceloneta.CONSUELO BAUTISTA

Optimismo, sabiduría y solidaridad

Tiene 89 años y un atractivo, una fuerza y una claridad de ideas fuera de lo común. Concha Pérez empezó a luchar por la libertad siendo niña, organizó huelgas, estuvo presa, luchó con la CNT en el frente de Aragón, colectivizó su barrio de Barcelona, vivió el amor libre ("era igual que el otro, pero sin papeles"), huyó a Francia, volvió y rehizo su vida. Durante 50 años regentó un puesto de bisutería y ayuda a represaliados en el Mercat de Sant Antoni. Y todo sin arrugarse ni perder una brizna de su dignidad y su fe en la educación, la libertad y la solidaridad.

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