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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

El duro camino hacia la gloria del ballet

Una veintena de primeros bailarines, reunidos en Cannes, expresan las alegrías y los sinsabores de su oficio. Además, Maya Plisetskaia recibe un premio honorífico y sorprende al bailar, a sus 79 años, una obra de Maurice Bejart.

En el Palacio de Festivales de Cannes, sobre el mismo escenario donde cada año se entrega la Palma de Oro de cine, ha nacido un evento que tendrá periodicidad anual y que festeja a los nuevos talentos de la danza y el ballet: Les Etoiles de Ballet 2000. Ademas, se ha instituido un premio a toda una carrera, que por primera vez ha recaído en la más grande de las bailarinas rusas del siglo XX: Maya Plisetskaia. La gran sorpresa: la abrumadora mayoría de españoles entre los bailarines convocados y que Plisetskaia bailó, fuera de programa, un solo de Bejart.

Una gran valla sobre La Croisette, en la fachada del Palacio de Festivales de Cannes, anunciaba anteayer la gran gala. "La llegada de las nuevas estrellas del ballet", decía. Probablemente algunos de la veintena de artistas de distintas modalidades de la danza y el ballet, venidos de todas partes, ya ostenten esa categoría suprema en las compañías donde trabajan actualmente, otros están en ello, labrándose un duro camino que tiene tanto de amargura como de aplausos, de laureles como de sinsabores. La inveterada inconformidad del artista de ballet, su obsesión por la perfección, hace que estas carreras que se han reconocido aquí sea una lucha sin cuartel y sin fin contra el propio cuerpo y las circunstancias.

"Si crees en esto, si amas el ballet, no hay horas libres ni vacaciones. Es mejor que te duela el cuerpo"
"Esto del ballet ha cambiado mucho, no somos seres de cristal y nos gusta también la música 'techno"

A pesar de eso, lo que más se ha visto estos días en los estudios de danza y el escenario de Cannes son sonrisas, complicidad y una enorme energía. Todos estos jóvenes se conocen entre sí, han estado en concursos, audiciones y hasta han compartido escenario antes, pues el ballet es, probablemente, la primera y mas globalizada de las artes.

Carlos López acaba de salir de una seria lesión en un pie. Ha acudido junto a Marta Rodríguez-Coca (actualmente en el American Ballet Theater de Nueva York) para bailar El Corsario, típico repertorio ruso, en homenaje a la diva moscovita. El Corsario de Cannes ha sido su regreso a la tablas: "Parece cosa del destino pues fue aquí mismo donde bailé el Quijote hace seis años, tras superar un problema con la rodilla que me tuvo casi un año parado. Pero todos los sacrificios son pocos cuando sabemos lo que queremos y adónde podemos llegar. Sin narcisismo, reconocernos el talento".

Cada año, la organización encargará una creación coreográfica con su música original y el estreno mundial será siempre la pieza encargada de abrir la gala. A las varias propuestas de esta primera edición, fue finalmente seleccionada una española, una idea que se entroncaba perfectamente con el espíritu de la velada, donde además se celebró el centenario del coreográfo ruso-americano George Balanchine. Se trata de un pas de deux para dos hombres titulado Two and One for Mr. B ., creado por el alicantino Gustavo Ramírez Sansano (bailado por él mismo y por el norteamericano Mario Zambrano) con música para violonchelo, compuesta y ejecutada por el violonchelista conquense Luis Felipe Serrano. Los diseños del vestuario son de José Enrique Oña Selfa para Loewe. Ramírez Sansano afirma: "La carrera en solitario tiene sus riesgos, pues en esta profesión gozar de libertad no es siempre un valor añadido, pero también tiene muchos incentivos. Los frutos que recoges se valoran de otra manera si las gestiones han partido de tí. Yo lo que quiero es crear por encima de bailar y las oportunidades, como la de ser seleccionados para Cannes, no abundan".

Y una gala como ésta está llena de anécdotas y de aventuras, desde la bailarina que pierde un avión al amanecer por una indicación errónea hasta los que, ya estando anunciados, no pueden venir por la burocracia de los visados. Este ha sido el caso de los cubanos Lorna Feijoo y Nelson Madrigal, actualmente primeros bailarines en el Ballet de la Ópera de Boston, que las autoridades norteamericanas no les han otorgado a tiempo sus documentos de viaje ("venga dentro de dos semanas ", le dijo una funcionaria a Lorna ; "la gala es dentro de dos días ", respondió la más brillante de las artistas cubanas de hoy).

La mayoritaria presencia de españoles se debe al conocido éxodo de artistas españoles de ballet que desarrollan sus carreras en el extranjero. España, único país de la Unión Europea que no tiene una compañía titular y pública de ballet académico y clásico, produce desde siempre muy buenos bailarines. El italiano Federico Bonelli, estrella en Royal Ballet, dice: "la energía de los españoles es la mejor. Hay una alegría que les pertenece". Los bailarines bromean entre sí: " Esto del ballet ha cambiado mucho, no somos seres de cristal y nos gusta también la musica techno", dice una de ellas. Lo que si se toman en serio es el trabajo. De los aviones se va directo a conocer el escenario y se pide hora en el salón de ensayos para estar el mayor tiempo posible frente al espejo. Oxana, la aparentemente frágil artista rusa, afirma: "si crees en esto, si amas el ballet, no hay horas libres ni vacaciones convencionales. Y es mejor que te duela todo el cuerpo, eso quiere decir que has trabajado duro y que nunca es suficiente". Giuseppe Piccone, que a pesar de su juventud tiene una larga experiencia que le ha llevado del Teatro San Carlo de Nápoles a Nueva York y ahora a Viena, añade: "ya no hay esas rivalidades entre las estrellas y los bailarines de las que se habla tanto; ahora es quizá más democrático y nos respetamos todos de una manera más abierta".

La selección de los bailarines se produce a propuesta de críticos de ballet de todo el mundo, que además colaboran con la revista internacional BALLET 2000, que es la promotora de los premios; son ellos los que han visto claro la pujanza de los españoles, como la canaria Zenaida Yanowski (estrella en el Royal Ballet de Londres tras su paso por la Ópera de París y sus premios en Varna y Jackson) o la donostiarra Alicia Amatriain (primera figura del Ballet de Stuttgart) ; y esto toca también no sólo a lo clásico, sino también al ballet moderno y de vanguardia: Gustavo Ramírez procede del Nederlands Dans Theater de Holanda y Mario Zambrano del Ballet de Frankfurt de William Forsythe.

Otros de los que han participado son el italiano Giuseppe Picone (un napolitano con planta de príncipe al que adoran en la Ópera de Viena), Oxana Kitchenko (antes en el Bolshoi de Moscú y ahora en Turin junto a Luca Martini); la brasileñaa Ana Quaresma y el belga Dirk Segers (estrellas de la Ópera de Zurich); la checa Daria Klimentova y el danés Jan-Erik Wikströn, figuras estelares del English National Ballet.

El premio a Maya Plisetskaia lleva el nombre de Irene Lidova, la crítico de ballet rusa afincada en Francia desde los años treinta y decana de los críticos galos durante toda su vida. Lidova falleció el año pasado a los 93 años, y ella consideraba a Plisetskaia la mejor bailarina de todos los tiempos. Como sorpresa fuera de programa, Maya Plisetskaia bailó. Primero se vió un breve filme antiguo de su época de oro en el Teatro Bolshoi bailando La muerte del cisne y a continuación ella misma, sola, sobre la escena. Y allí recibió el premio, una escultura inspirada en la danza del artista plástico catalán Jorge Arxe. Ese baile de Plisetskaia no se lo esperaba nadie y fue emocionante, de un pálpito extraño y divinizador que dominó enseguida el gran auditorio: sus brazos, su cuello de cisne herido, su respiracion atrapándose a la música en un ruego elevado y lleno de humanidad. Se trató de un solo sobre el Ave Maria de Schubert que le creara para ella especialmente Maurice Bejart, inspirado por las danzas de Isadora Duncan. Al piano, su marido Rodion Schedrin, el compositor ruso vivo más importante y reconocido y al violonchelo, el joven Luis Felipe Serrano.

Era difícil imaginar mejor cierre para esta electrizante noche de buena danza y de futuro, "de mirar siempre hacia adelante", como reconocía la propia Plisetskaia poco antes de salir a escena, un incuestionable ejemplo que glosa una frase suya de hace mas de cincuenta años: "la danza salva el mundo".

Mario Zambrano, a la derecha, y Gustavo Ramírez Sansano, en un ensayo de su pieza de creación para Cannes.
Mario Zambrano, a la derecha, y Gustavo Ramírez Sansano, en un ensayo de su pieza de creación para Cannes.ÁLVARO BEAMUD
De izquierda a derecha, las bailarinas Zenaida Yanowsky, Marta Rodrígez-Coca y Alicia Amatriain. Las tres artistas han participado en la gala celebrada el sábado por la noche en Cannes.
De izquierda a derecha, las bailarinas Zenaida Yanowsky, Marta Rodrígez-Coca y Alicia Amatriain. Las tres artistas han participado en la gala celebrada el sábado por la noche en Cannes.BILL COOPER / STUTTGART BALLET

Un hábito negro para la gran diva rusa

Cuando la danza es verdadera y de gran altura, hace vibrar a las piedras. Algo más o menos así dijo Maya Plisetskaia en una entrevista a EL PAÍS hace 20 años. Y eso es lo que ha pasado anteayer por la noche en Cannes. Ahora hacía 10 años que la gran diva rusa había dejado oficialmente de bailar, pero eso no había sido óbice para que a unos escasos 90 días de cumplir 80 años la gran artista moscovita consiguiera poner en pie a las 2.000 personas que acudieron a su gala de premiación; un teatro en pie que la ovacionó y se rindió a un talento y a un imán que parece no va a tener fin jamás. La pieza que Maya bailó se la creó Maurice Béjart para la celebración de su 75 cumpleaños en el teatro Bolsoi de Moscú, y ahora apareció vestida con un hábito negro creado expresamente también para ella por su amigo Pierre Cardin. Eso fue el comienzo de la intensa segunda parte de la velada, donde continuaron imponiéndose los artistas españoles junto a los franceses de la Ópera de París. La canaria Zenaida Yanowski hizo un depuradísimo neoclasicismo americano en el que demostró su altura y por su parte los solistas de la American Ballet Carlos López y Marta Rodríguez arrancaron entusiastas bravos con su bravura. Alfio Agostini, responsable de la idea y director artístico de la gala, apuntó: "Se trata de que cada año, un día, podamos ver a los mejores con perspectivas de futuro. Todos estos bailarines son conocidos, respetados y aupados por la crítica internacional, pero casi nunca se les puede ver juntos. La gala de Cannes no es un certamen, es una fiesta y un reconocimiento al trabajo fuera de localismos. Aunque la sede base seguirá siendo Cannes, hemos pensado llevar el evento a otras ciudades. Hablamos ya de San Petersburgo para 2005 y Madrid para 2006".

Lo que de verdad asegura la continuidad de este acontecimiento es la constante renovación de la profesión del ballet. Éste puede ser el caso de la donostiarra Alicia Amatriain y la brasileña Ana Quaresma, dos verdaderas estrellas plenas de individualidad.

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