Desventuras de El Egipcio en Madrid
Rabei Osman fue expulsado de una mezquita en la que quería dormir y se casó en Madrid con una tunecina
Tres ciudadanos paquistaníes y un marroquí, miembros del movimiento Tabligh, una corriente religiosa y proselitista, descansaban una tarde del mes de enero de 2001 en el salón de actos de la mezquita Abu Baker, en el número 7 de la madrileña calle de Anastasio Herrero, en el céntrico barrio de Tetuán. En el rostro de los cuatro se apreciaba el cansancio de un largo viaje. Eran peregrinos y solicitaron permiso al gerente para dormir sobre las cálidas y gruesas alfombras. Parecían gente tranquila y pacífica. Desde su llegada no dejaron de rezar.
El movimiento Tabligh nació en 1926 y su objetivo es impulsar el retorno de los musulmanes a la práctica rigorista del islam, con especial atención a la oración. Aquel día, como los demás, los cuatro viajeros repitieron 100 veces las fórmulas del Corán y peregrinaron por distintos barrios de Madrid para animar al rezo y a la autodisciplina a los musulmanes "perdidos" y "desorientados".
"¿Esto no es la casa de Dios?", preguntó. "Sí, pero no un hotel", le contestó el gerente
Junto a los barbudos proselitistas se acomodó Rabei Osman el Sayed Ahmed, 32 años, El Egipcio, detenido el pasado mes de junio en Milán (Italia) después de que se atribuyera en varias conversaciones telefónicas intervenidas por la policía la organización de los atentados del 11-M. También parecía cansado. También rezaba. Acababa de llegar a España desde Lebach, una ciudad alemana de 23.000 habitantes, donde se instaló en un centro de acogida para refugiados políticos en el que destacó por su extrema religiosidad. A Madrid llegó solo, sin papeles y sin trabajo, y se dirigió con una mochila al hombro a la mezquita, en busca de ayuda.
Los pastores del Tabligh consiguieron autorización para dormir en el salón de la mezquita durante tres días, pero Rabei Osman fue invitado a abandonarlo y reaccionó airado. "Le dijimos que no podía descansar allí. Nos aseguró que acompañaba a los miembros del Tabligh, pero comprobamos que no era así", relata el imán Riay Tatary, de 55 años.
"¿Esto no es la casa de Dios?", preguntó El Egipcio al gerente del centro. "Sí, pero no un hotel. No puede dormir aquí", le respondió el encargado, que reclamó la ayuda del imán. "Se puso furioso y exaltado. Tuvimos que insistir para que se marchara", asegura Tatary, un sirio que lleva 34 años en España y colabora con la Organización Mundial de la Salud.
Rabei Osman se marchó malhumorado. Él había ejercido de imán y dirigido rezos y violentas pláticas antijudías en el centro alemán de Lebach, pero Tatary, un hombre respetado entre la comunidad cristiana y musulmana, tuvo pronto nuevas noticias de El Egipcio. Un tunecino asiduo al rezo de los viernes en la mezquita pidió hablar con el imán y le preguntó si el matrimonio por el rito de la costumbre era válido. "Me contó que una chica tunecina iba a contraer matrimonio con un egipcio y que deseaban casarse de esa manera. Ese rito se practicaba en los pueblos pequeños y ante un grupo de amigos que actuaban como testigos del enlace. Le dije que no tenía ninguna validez".
El Egipcio, que a los pocos meses de su llegada a España ya estaba siendo investigado por los agentes de la Unidad Central de Información Exterior de la policía en unas diligencias sobre radicales islamistas abiertas por el juez Baltasar Garzón, era el enigmático contrayente de aquella ceremonia ilegal. Pero los consejos del imán no sirvieron de nada y Rabei Osman contrajo matrimonio con la joven tunecina ante un grupo de familiares y amigos. "No sé dónde se casaron, pero sí que lo hicieron, porque una amiga de la joven volvió a visitarme para preguntar si el matrimonio era legal. Le dije que no, que no estaban casados", asegura Tatary.
Los matrimonios musulmanes se celebran en las mezquitas ante un representante del imán y en presencia de la familia y de dos testigos. La novia necesita de la autorización de los padres y el enlace se inscribe en los registros de matrimonios. El de la mezquita de Abu Baker, la más antigua de Madrid, es uno de los más vastos.
¿Por qué Rabei Osman celebró este misterioso matrimonio fuera de la ley? "Imagino que la causa era que no tenía papeles, ni residencia", contesta el imán. Fuentes policiales lo interpretan de forma diferente y sospechan que en realidad El Egipcio no quería dejar rastro de su verdadera identidad. Y sobre todo de su pasado. Era un cualificado miembro de la organización terrorista Yihad Islámica Egipcia, cumplió con los tres años de servicio militar obligatorio en el Ejército y siguió dos más como voluntario. Sirvió en Port Said, en la brigada de explosivos, y se le considera un experto artificiero.
La policía cree que estuvo preso en la cárcel egipcia de Abu Za Abal, aunque desconoce el motivo. En este centro de máxima seguridad se interna a presos por actividades terroristas.
Durante su estancia en España, Rabei Osman ocultó su verdadero nombre. Ante todos se hizo llamar Mohamed y frecuentó el barrio de Lavapiés. Algunos testigos aseguran que visitó en varias ocasiones el locutorio de la calle Tribulete regentado por Jamal Zougam, el local en el que se vendieron las tarjetas telefónicas con las que se accionaron las bombas del 11-M.
El trabajo no era una de sus obsesiones. "No tenía demasiado interés por encontrar una ocupación, aunque hizo trabajos esporádicos como pintor. Alardeaba de que había estado en Afganistán", asegura una persona que le trató y pide el anonimato.
Durante el año que estuvo en Madrid, El Egipcio aglutinó y dirigió a un grupo de radicales islamistas. Entre ellos se encontraba Sarhane Ben Abdelmajid, El Tunecino", de 36 años, presunto autor material del 11-M y uno de los suicidas de Leganés; Basel Ghalyoun y Fouad el Morabit Amghar. Estos dos últimos están detenidos.
El Tunecino, que estaba a punto de terminar su doctorado en Económicas, se convirtió en la sombra de Rabei. Se hicieron muy amigos, "inseparables", y rezaban juntos en un piso y en la finca del municipio madrileño de Chinchón donde se montaron las mochilas bomba.
El 27 de febrero de 2003, Rabei Osman se marchó a París y dejó en Madrid a su joven esposa tunecina. Vivió en los suburbios de la ciudad parisina y trabajó alguna vez como pintor. Pero su estancia en Francia también fue fugaz y viajó a Milán, donde continuó con sus actividades radicales. De nuevo, sin interés por el trabajo. Sólo dedicado a labores en favor de la yihad y el envío de muyahidin suicidas a Irak.
La agenda de Ghalyoun, en la que figuraba su teléfono, le ha conducido a prisión y ha puesto al descubierto sus explosivas declaraciones: "Yo lo organicé todo". Un testigo asegura que lo vio en la finca de Chinchón los pasados 7 u 8 de marzo.
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