La ciudad que siempre está respirando
Un carácter muy especial. Mikel Laboa, el cantante que le ha puesto voz a un sentimiento de Euskadi, está charlando con Bernardo Atxaga, el poeta, e irrumpimos en su conversación para que hablen de Bilbao. Laboa lleva en sus manos un poema que habla de Bilbao, precisamente. "Por aquel entonces, / yo paseaba por las orillas de un río / que se doraba cada dos o tres atardeceres...". Laboa: "Bilbao es una ciudad que significa mucho, por lo que tuvo hace muchos años; eso le hizo tener un carácter muy especial, otra fuerza, es la ciudad de los obreros. Ir a Bilbao era ir a trabajar, a compartir la potencia de la industria". Atxaga le ilustra: "Un anarquista catalán se fue a ver un día la margen izquierda de Bilbao y cuando pasó delante de los altos hornos empezó a llorar". "Y es", dice Laboa, "una ciudad especial también por su smog, esa neblina que la hace oler como Glasgow o como Liverpool". "Lo fundamental en Bilbao", dice Bernardo, "es la ría, y el mar, que no se ve, pero que llega a la ciudad con la ría". Laboa: "Y es el centro neurálgico de Vizcaya, toda la gente que venía de los alrededores iba a Bilbao a trabajar; Bilbao era el destino". "Blaise Cendrars, el poeta viajero", recuerda Atxaga, "decía que, mientras llegaba a Bilbao, la ciudad le parecía expresionista, pero acababa siendo cubista". Después se despidieron Laboa y Atxaga, y nosotros nos quedamos con el escritor de Astiazu (Guipúzcoa), que estudió aquí y que tiene con Bilbao "una relación estrechísima". Con él se queda su editor vasco, Pello Uzalburu, y su amigo y agente, Alejandro Zugaza; Uzalburu es de Pamplona y Zugaza vive en Bilbao. Cuando hablan de Bilbao parece que la ciudad es una novia que han compartido.
Son incontables los chistes que aluden a la buena opinión que los bilbaínos tienen de sí mismos. Pello Ulzaburu cree que los chistes se los inventan ellos mismos
Un actor bilbaíno, Ramón Barea, se encontró con Atxaga en San Sebastián. "¿Dónde te quedas?". "En ese hotel camino a Bilbao". El hotel estaba en el centro de Donosti
Atxaga: "En ningún sitio está la ría de Bilbao, eso es lo fundamental... ¡Y las cosas que han pasado en la ría...! En la ría ha habido combates de boxeo"
Riaño: "Tener a Rothko es la hostia... Pero no hay que olvidar que lo grande que se ha hecho en Bilbao es el metro: ha cambiado las costumbres de los bilbaínos"
Pedro Ugarte: "Es gente que se preocupa de vestir mejor que en otros sitios, y hace años la ciudad en la que vivían era triste y fea, y todos se iban a las afueras"
EL CENTRO ES LA RÍA. Atxaga estudió aquí económicas. De madrugada, cuando votaban los barcos en los astilleros, él y sus compañeros se preparaban con café y whisky para el espectáculo. La ciudad se paralizaba, se oían las bocinas, y a las tres de la madrugada Bilbao vivía en torno a ese barco enorme -"cien metros, mil, los que quieras"- que salía de los astilleros. Ésa es la escena que queda en su retina sentimental: "La emoción de las botaduras: sale el barco, se corta la carretera, el barco llega al puerto, las cuerdas lo sostienen hasta que roza el mar... Es un momento único, peligrosísimo, que todos siguen con un enorme nerviosismo, porque cualquier engranaje que falle convierte la botadura en un fracaso de enormes dimensiones". Aún hoy se hace, pero sólo queda un astillero, en Sestao, en medio de la ría; la emoción habita más en el recuerdo. Pero la ría sigue. Dice Atxaga: "Bilbao es la ría; ése es su centro, el lugar del que parte su respiración. Es la que lleva el mar hasta la ciudad; cuando te levantas, la marea está baja, y cuando te acuestas, la marea está alta. Es como si la ciudad estuviera respirando, siempre viva. El mar no está, es una ausencia, pero así tiene más encanto".
BOXEO EN LA CIUDAD. Los que han vivido en Bilbao en su juventud (como Atxaga) adoptan la ciudad como un paradigma. Pasa con cualquier ciudad, pero ahora estamos en Bilbao. "A cualquier sitio que voy le aplico el paradigma de Bilbao. Este sitio no tiene lo que tiene Bilbao, este cine es como aquel que había en Bilbao; esté en Illinois o en Francfort, en cualquier sitio... Pero en ningún sitio está la ría de Bilbao, eso es lo fundamental... ¡Y las cosas que han pasado en la ría...! En la ría ha habido combates de boxeo: ponían el cuadrilátero sobre el agua y ahí combatían. ¿En qué ciudad ves eso...". "En mi juventud los vi" (Atxaga tiene ahora 52 años) "por la zona del Arenal; eran por la noche, y tengo aún la imagen plástica: los boxeadores se acercan en una barca; el blanco, con una capa roja, y el africano, con una capa blanca, y desde el puente del Arenal tú veías ese combate de boxeo sobre el agua...".
BILBAÍNOS. Son incontables los chistes que aluden a la buena opinión que los bilbaínos tienen de sí mismos. Sí, se quieren mucho, dice Atxaga, "tienen de qué". Pello Ulzaburu cree (y Atxaga asiente) que los chistes sobre bilbaínos los inventan éstos, "que tienen un gran sentido del humor". Pedro Ugarte, escritor de Bilbao y de bilbaínos, cuenta lo que de veras le sucedió con unos amigos en Jaén, adonde iban para asistir a una boda. En el hotel les preguntaron si formaban parte de una convención de la Renault, y todos a una respondieron: "¿Nosotros? Nosotros somos de Bilbao". Un actor bilbaíno, Ramón Barea, se encontró con Atxaga en San Sebastián. "¿Dónde te quedas?". "En ese hotel, está camino a Bilbao". El hotel estaba en el centro de Donosti.
¡BU, BU...! Cuando se perdían los marineros, los barcos que debían zarpar los llamaban con sus inmensos bocinazos: ¡bu, bu, bu...! Durante años, los niños de Bilbao aprendían antes ese sonido que el sonido de los coches. Ahora el emblema es el Guggenheim. Dice Atxaga: "Fue un acierto de Gehry concebirlo como un barco, junto a la ría. Ha sido una bendición. Pensé un día, viendo una exposición china: este museo está hecho por un norteamericano, apoyado por la sociedad vasca y acoge ahora una exposición china...". Pero ya apenas hay barcos que digan ¡bu, bu!, con sus bocinazos. "Se han ido los barcos", dice Zugaza, "pero quedan las gaviotas".
LA TRISTEZA DE LA HERRUMBRE. En Nueva Etiopía, Atxaga hace un canto de su ciudad... "La ciudad toma los deshilachados vestidos del otoño; / la llovizna y la tristeza de la herrumbre / son sus cintas y sus velos, / y la luna muere / al huir entre la niebla baja como un mirlo / de cabeza bermeja entre los remolinos de la nieve. / Y desde el viejo puente (allí desembarcaban, / hace mucho tiempo, los embajadores flamencos), / la vendedora de periódicos mira al río / como a un diccionario de voces desconocidas...". Habría que oírlo aquí, en el puente de Hierro, y cantado además por Ruper Ordorika... Ahí le pregunto al poeta por el estado de ánimo de Bilbao: "Ahora mismo parece algo que empieza a coger altura, después de años terribles; ahora es la sensación del aeroplano que toma altura... Una ciudad que coge altura, pero que está desconcertada... El terrorismo la entristeció muchísimo... Ahora ETA está muy tocada; se quiere olvidar o está olvidado que la amenaza sigue, como si estuviéramos en una tregua... Cuando Julio Medem hizo su película sobre Euskadi, Atxaga dijo que la paz haría que todos caminaran como veinte centímetros por encima del suelo.
LA PRESENCIA DE LOS 'NOVIOS'. Atxaga se quedó en el puente de Hierro, que una vez se llamó Perra Chica, pues era lo que había que pagar para pasarlo, y nosotros nos vamos a un restaurante singular, El Perro Chico, que se llama así por esa circunstancia. Nada más sentarnos, su polifacético dueño, Santiago Díez Ponzoa, nos pone los pies en el suelo. "Hemos dado un paso adelante, pero aquí había la otra noche 11 personas y en la puerta teníamos cuatro novios". Novios es su seudónimo para guardaespaldas. Estamos con un grupo de bilbaínos, congregados por Ander Landáburu, el delegado de EL PAÍS en Euskadi, para que hablen entre ellos del estado de ánimo de Bilbao. Santi: "Ahora vienen Brad Pitt, Carolina Herrera; Frank Gehry ha venido trescientas mil veces y llama desde Estados Unidos para reservar mesa. Pero, ya te digo, aún tienen que ver muchísimos con novios a la puerta. Hay que decir las cosas buenas y las cosas terribles". Pedro Ugarte, escritor: "Nosotros, los que nacimos después de 1960, escuchamos hablar de un Bilbao del dinero, de un Bilbao americano que no vimos nunca, y ahora estamos dentro de un razonable optimismo". Javier Riaño, director de Bilbao Arte, un centro de producción artística: "Ya teníamos el orgullo (aquella ría, los altos hornos), y ahora la gente pasea por la ciudad como si la hubiera descubierto. Ése es el efecto que ha tenido el Guggenheim". María Ángeles Egaña, que desde el Ayuntamiento impulsa centros públicos de cultura: "Ésta es la consecuencia de hacer inversiones públicas: la gente se da cuenta de lo que tiene". Le dicen: "Pero todo está cerrado los domingos, no hay ni un restaurante abierto". "Por eso estamos haciendo La Alhóndiga [un centro cultural polivalente en el centro de Bilbao], para que exista vida los fines de semana".
"¿EL GUGGENHEIM? YA HE ESTADO". El Guggenheim le cambió la cara a Bilbao; la cara y la espalda. Ahora esos edificios seriados que hay al borde de la ría han dejado de ser la triste expresión de la burocracia para ofrecer la impresión de ser comparsas ilustrados de un tiempo nuevo para una ciudad que llegó a estar entristecida y que ahora quiere parecer toda ella una escultura. Ander Landáburu lo dice: "Como si Bilbao tuviera una nueva luz". Pero ha sido "una revolución psicológica", dice Javier Riaño. "El ciudadano bilbaíno ha sufrido un crack en la cabeza". Santi pone su punto: "Pero no todos entran. Yo he escuchado a mucha gente decir esto: '¿El Guggenheim? Ya he estado". Y hay esta leyenda: la mujer le pregunta al hombre, que acaba de estar, por su impresión acerca del famoso museo: "¿El Guggenheim? Fatal: ningún motivo vasco". Pero escuchen a Javier Riaño: "Tener a Rothko en Bilbao es la hostia... Pero no hay que olvidar que lo grande que se ha hecho en Bilbao es el metro: ha cambiado las costumbres de los bilbaínos". Ya llegará al aeropuerto, otro motivo de orgullo de los contertulios. Riaño le halla su símbolo (como Atxaga) al hecho de que Calatrava lo haya hecho como si fuera una paloma. "Es que Bilbao levanta el vuelo". Y dice María Ángeles Egaña: "Bilbao es de las ciudades con más conexiones a Internet". Hay resquemores: tenía que ser la capital, pero la historia política desplazó este honor (y este factor de desarrollo) a Vitoria, y remacha María Ángeles: "¡Y por poco nos quedamos sin aeropuerto!". En este momento de la conversación, Santi vuelve con una noticia que le llena de orgullo porque también la considera simbólica de su ciudad: "Ha venido un negro a alquilarme el restaurante para una comunión".
Los bilbaínos son "naturales, directos, liberales", dice Egaña. Santi los encuentra así: "A las tres de la madrugada son insoportables. A las diez de la noche, cenando, son estupendos; por la mañana van impecables, con sus camisas a medida, sus corbatas estupendas y oliendo magníficamente. Yo los prefiero a las diez de la mañana". Ander: "Son liberales. Abiertos. Ahora están más tristes: ya no hay copas por la noche". Santi salta como un potro: "¡Cientos de personas en bares maravillosos!". Sigue Ander: "Son cabezones y muy talibanes en lo que respecta al Athletic y a la Virgen de Begoña". (Ah, el Athletic: los nuevos colores -que ha diseñado Daniel Urzaiz y que el equipo usará en competiciones europeas- son aprobados como atrevimiento estético, pero desatan una controversia que daría para toda una historia). Sobre los bilbaínos, dice Riaño: "Venimos de padres tradicionalistas, luego han venido generaciones más liberales y ahora tenemos más mundo". Pedro Ugarte: "Es gente que se preocupa de vestir mejor que en otros sitios. Y hace años, la ciudad en la que vivían era triste y fea, y todos se iban a las afueras. Ahora eso ha cambiado, todos quieren volver al centro". Egaña está encantada: es lo que ella quiere, para eso "la ciudad está recuperando espacios".
EL ORGULLO DEL LUGAR. Hay un verdadero orgullo del lugar. María Ángeles estuvo en Australia, en el sitio más perdido, y allí le preguntaron, cuando le rellenaban la ficha del hotel: "Ah, usted es de Bilbao, del Athletic de Bilbao". Otro día le llamó una colega francesa. Acababa de estar en Bilbao, había pasado por San Sebastián: "Te llamo para decirte que Bilbao es masculina, como las ciudades del norte de Europa, y San Sebastián es femenina. ¡Y me gusta mucho más Bilbao!". Santi echa de menos "la fuerza que tenían los astilleros, y ese Museo Marítimo, que es como de Walt Disney". Cuando la conversación se acalora y entran en ella todos los factores, incluidos los políticos, Landáburu sostiene: "¡Esto se arreglará cuando en el Athletic haya un negro y dos moros!". María Ángeles no deja caer su optimismo, tomando de nuevo al Athletic como punto de referencia: "La red de bibliotecas tiene ya más socios que el Athletic: cincuenta mil". Les pido una palabra para Bilbao. Ésta es la antología: liderazgo, impulso, noche, norte (dicha por Ugarte, que tiene una novela sobre la ciudad), sinsorgo... Le pedí a Santi, que dijo esta última palabra, que la explicara: "Medio despistado, medio cachondo, medio de algo: eso es Bilbao". En medio del coloquio surgió una concejala bilbaína, Isabel Sánchez Robles. De todo lo que nos dijo subrayé esta frase: "Somos bilbaínos, la misma palabra lo dice".
En Cuba hay un quiosquero que ha puesto este cartel en su establecimiento, harto de que le preguntaran por La Cosa, ¿cómo está La Cosa?: "Aquí está prohibido preguntar por La Cosa". Pues en Bilbao preguntamos por la situación, la cosa, después de tantos meses sin violencia. Javier: "Es un momento casi increíble. Tenemos miedo a despertar". María Ángeles: "Se ha relajado. La sociedad lo agradece". Santi: "Espero que no se atrevan después de lo de Madrid". Ander: "Confundimos los deseos con la realidad". Pedro: "Vamos a quedarnos con la palabra ojalá. La espada está ahí, en cualquier momento puede caer".
Cuando ya acabábamos vino al fin otro invitado al coloquio. El juez Juan Luis Ibarra. Resumo sus opiniones. ¿El estado de ánimo? Bajo, pero mejor que antes. Los bilbaínos siempre habían convivido (excepto en guerras) con socialistas, nacionalistas e incluso monárquicos, y el Pacto de Lizarra supuso una traición a ese espíritu. Aquí estamos condenados a entendernos. ¿Un símbolo de la ciudad? La biblioteca de Bidebarrieta, La Bilbaina, la sede del PNV en los jardines de Albia... ¿El Guggenheim? Lo vi el otro día, tras la lluvia, el titanio estaba espléndido. A mí me gusta. Para mí, el Guggenheim significa la reconversión industrial, y simboliza un cambio, como pudo haberlo simbolizado el Arenal o la plaza Nueva... ¿Lo bilbaíno? Es una nostalgia en transición hacia algo que no sé qué es... El bilbaíno, más que presumido, es que reconoce que no es muy culto... El Bilbao que más me gusta es el Bilbao de la transición, pero eso es pura nostalgia... ¿Una palabra? La voluntad, la voluntad de seguir, de trabajar... Y el terrorismo: durante bastantes años ha sido muy negativo el efecto del terrorismo sobre la vida y sobre la conversación... Se consiguió que habláramos entre nosotros sin decir nada... Ojalá recuperemos la conversación y ojalá no permitamos que las generaciones siguientes hereden esto...
Luego se hicieron unas fotografías, también cerca del puente. Es curioso: Bilbao está lleno de puentes, y esa palabra, puentes, está por todas partes, en la conversación y en el ansia de la ciudad... Alguien me señala el agua de la ría. "Está turbia, pero ha mejorado; ahora está turbia sólo provisionalmente".
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