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Columna
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Dos estilos de partido

Todos los partidos son constitutivamente deficitarios desde una perspectiva democrática. En la comparación con las instituciones representativas del Estado constitucional los partidos políticos siempre salen perdiendo. Es así y no puede dejar de ser así. La neutralidad con la que opera el principio de igualdad en unas elecciones generales, en las que participan millones de ciudadanos, no puede nunca alcanzarse en el interior de un partido, constituido por unos cuantos miles de ciudadanos.

Cuando en unas elecciones participan millones de ciudadanos las diferencias personales de cada uno de ellos quedan canceladas en el proceso de formación de la voluntad general. Cuando participan unos cuantos miles, las diferencias personales no resultan cancelables de la misma manera. Las tendencias oligárquicas que estuvieron en el origen de las instituciones representativas del Estado constitucional, han podido ir siendo contrarrestadas a través de la conquista del sufragio universal. Todavía no se ha encontrado una vía apropiada para contrarrestar las tendencias oligárquicas que operan en el interior de los partidos.

"La democracia opera en el interior de los partidos en mucha mayor medida que en todas las demás instituciones""La democracia opera en el interior de los partidos en mucha mayor medida que en todas las demás instituciones"

Ahora bien, si los partidos son deficitarios en comparación con las instituciones representativas del Estado, no lo son en relación con las demás instituciones de la sociedad. Al contrario. La democracia opera en el interior de los partidos en mucha mayor medida que en todas las demás instituciones. Hay más tensión competitiva y más circulación de dirigentes en el interior de los partidos que en todas las demás instituciones. Parafraseando a Churchill, podríamos decir que los partidos son las instituciones menos democráticas con la excepción de todas las demás.

Justamente por eso, para ser funcionales en un sistema democrático, los partidos políticos tienen que practicar un mínimo de democracia interna, tienen que disponer de unos mecanismos institucionalizados de selección de dirigentes y de resolución de conflictos, en los que esté presente la participación de la militancia. Y que lo esté de verdad, aunque el condicionamiento oligárquico de esa participación de la militancia no pueda ser perdido nunca de vista. La existencia de esos mecanismos es la condición sine qua non de la legitimidad y de la eficacia del partido. Cuando un partido no dispone de esos mecanismos, la legitimidad del proceso de selección del dirigente se resiente y cuando surge un conflicto resulta inmanejable.

En Andalucía hemos tenido ocasión de comprobarlo de manera reiterada. Manuel Chaves llegó a nuestra comunidad autónoma en una posición relativamente precaria, sustituyendo de una manera que fue todo menos transparente al anterior presidente, José Rodríguez de la Borbolla, y sin ser secretario general del PSOE-A, posición que ocupaba Carlos Sanjuán. A la vuelta de su primer mandato, se encontró con los resultados de las elecciones de 1994, que dieron paso a la pinza y a continuación con la campaña electoral de 1996, en la que su continuidad como candidato fue cuestionada desde el interior del partido, entre otros, por quien había sido hasta ese momento el secretario general.

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Aguantó la tensión en el interior del partido, compitió en las autonómicas y ahí está el origen de su sólida posición actual. Ha tenido que ganarse su legitimidad como dirigente del PSOE-A y a partir de ahí se ha acabado ganando su legitimidad como presidente de la Junta de Andalucía.

Javier Arenas, por el contrario, no ha competido nunca. Estuvo ahí porque lo pusieron y está ahora porque lo han vuelto a poner. De la misma manera que lo ha estado y lo ha dejado de estar Teófila Martínez. Son dirigentes que carecen de cualquier legitimidad, porque no ha habido ningún proceso de selección mínimamente competitivo que haya tenido que ser arbitrado por los militantes del PP. "Estuve porque José María Aznar me mandó que estuviera". "Estoy porque me ha mandado Mariano Rajoy".

Esta falta de legitimidad de origen se convierte en falta de legitimidad de ejercicio en la resolución de los conflictos. En el PSOE-A hay tantos conflictos como en los demás partidos. No ha sido nunca un partido pacífico. Más bien todo lo contrario. Pero opera con un mínimo de democracia en la resolución de los mismos y por eso es muy infrecuente que la sangre llegue al río y no se acabe encontrando una solución.

Lo hemos podido comprobar en el congreso de Sevilla de la semana pasada. La tensión ha sido inmensa. Pero se le ha acabado dando salida haciendo que prácticamente todos los dirigentes significativos del partido en la provincia hablaran en el pleno del congreso y que los militantes decidieran con su voto quien iba a ser el secretario provincial. Hay heridas, habrá mucho juego peligroso en los próximos tiempos, pero todos seguirán en el seno de la organización y competirán cuando lleguen las próximas elecciones.

Todo lo contrario de lo que está ocurriendo en el conflicto del PP en Almería. El PP parece no saber resolver los conflictos internos si no es a través del ordeno y mando de quien está en la cúpula de la organización. Esa es una fórmula que puede servir en un determinado momento, pero que casi inevitablemente es pan para hoy y hambre para mañana. Sin que haya un mínimo de participación de la militancia del partido en los procesos de selección de dirigentes y de resolución de los conflictos, el partido acaba metiéndose en un callejón sin salida. Ésta es una de las asignaturas pendientes que todavía el PP tiene que aprobar. Lo que ocurre es que se le está pasando el tiempo y cada vez le va a resultar más difícil. No es fácil desterrar unos hábitos autoritarios que han echado unas raíces tan profundas. Pero por ahí es por donde hay que empezar.

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