_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El nacional-sindicalismo vasco

En estas últimas semanas, se han producido en el mundo sociolaboral una serie de hechos que deben invitarnos a la reflexión ante lo que podríamos denominar la ofensiva del "nacional-sindicalismo vasco" en un momento de crisis del nacionalismo gobernante. Crisis que se viene arrastrando desde hace tiempo y que ahora se empieza a visualizar de forma clara, con ejemplos que son ya de dominio público: entre ellos, la doble desautorización a Joseba Egibar, presidente del GBB, por parte de la Ejecutiva del PNV liderada por Josu Jon Imaz, su rival en las elecciones a la presidencia del EBB; y también, la crisis de EA en Vizcaya, ampliamente publicitada estos días en los medios de comunicación.

Sí es objetable que el sindicato ELA pretenda transformar su mayoría en hegemónica y excluyente
No podemos olvidar que la famosa frase "El Estatuto ha muerto" es propiedad intelectual de José Elorrieta

Y ante esa crisis ha vuelto a resurgir, cual ave fénix, la punta de lanza del nacionalismo soberanista y excluyente, ELA-STV. No podemos olvidar que la famosa frase "El Estatuto ha muerto" es propiedad intelectual de José Elorrieta, y pronunciada en Gernika junto al entonces Secretario del EBB Ricardo Ansótegui; ni que la estrategia de este sindicato tiene una prioridad: la construcción nacional de Euskadi, a la que se subordina su búsqueda de la hegemonía sindical, cueste lo que cueste.

No hay nada que objetar al hecho de defender el nacionalismo desde un sindicato. Pero cuando se antepone la defensa del soberanismo, o de la construcción nacional, a los derechos de los trabajadores, nos encontramos en presencia de un sindicalismo que renuncia a su razón de ser, para transformarse en una organización política de carácter nacional-sindicalista. Y esto justamente es lo que viene ocurriendo con demasiada frecuencia últimamente. Ejemplo bien reciente de esta actitud ha sido el acuerdo firmado por ELA y adláteres con el Departamento de Educación, que priva de su puesto de trabajo a más de 140 profesores. Curioso este hecho diferencial nuestro por el que un sindicato propicia el despido de trabajadores en la Administración.

No hay nada que objetar a que un sindicato como ELA quiera obtener la máxima representatividad posible. Sí es objetable que ELA pretenda transformar su mayoría en hegemónica y excluyente. Y, además, lo haga para tomar decisiones como la de negarse a participar en el Consejo Vasco de Empleo, arguyendo, entre otras razones, que dicho Consejo sería un órgano estatutario y, por ende, no soberanista; es decir, anteponiendo la construcción nacional excluyente a la asistencia a un Organo de encuentro y de diálogo sobre el empleo, cuestión ésta que debe ser prioridad fundamental para cualquier sindicato. Estas prácticas no son propias de un sindicato de trabajadores, sino de una organización nacional-sindicalista.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Tiene su lógica también el que un sindicato mayoritario como ELA quiera recibir un trato acorde con su representatividad. Pero ya tiene menos lógica que ese mismo sindicato, junto a sus adláteres, pretenda y, desgraciadamente, consiga constituirse en interlocutor privilegiado del Gobierno vasco, y, además, con capacidad de veto.

Algo que se evidencia a través de la relación que mantiene ELA con el Departamento de Empleo del Gobierno Vasco y, de forma palmaria en episodios parlamentarios, como la discusión del Plan Director de Salud Laboral, que trajo como consecuencia el apoyo de los partidos del Gobierno al marco vasco de relaciones laborales.

Una vez más, la construcción nacional por encima de todo y, por tanto, nacional-sindicalismo favorecido por la complicidad del Gobierno.

Y el lehendakari del diálogo, impávido ante este sindicalismo a la ofensiva. Una ofensica que coincide, además, con una conflictividad laboral en alarmante aumento, con la negociación colectiva estancada, con la necesidad de reordenación industrial presente, con el riesgo cierto de deslocalizaciones y con un 30% de precariedad laboral. Ante ello, el Lehendakari del diálogo hasta el amanecer sigue sin reaccionar.

Ocupado como estaba pilotando la nave de la confrontación con el Partido Popular, no reacciona cuando, gracias al nuevo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, la situación se destensa, el diálogo es posible, la relación institucional se restablece y, con ETA debilitada, asoman los problemas de la Euskadi real. Problemas que en toda la Unión Europea se afrontan desde el diálogo social, como el puesto en marcha por el Gobierno Central, que ha abierto trece mesas de diálogo con patronal y sindicatos; o como el iniciado por el Gobierno tripartito de Cataluña.

Si al Lehendakari del diálogo no se le ha ocurrido seguir su ejemplo no es por casualidad. Es porque, desgraciadamente, se encuentra preso de una estrategia soberanista en la que el nacional-sindicalismo vasco juega un papel de primer orden.

Jesús Loza Aguirre es portavoz de Trabajo e Industria del Grupo Socialista en el Parlamento Vasco.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_