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Reportaje:

Valencia pone muros a la brisa

El crecimiento de la ciudad por el sureste frenará los vientos y elevará en el centro la temperatura de uno a tres grados

"Lo que sorprende del clima de Valencia es que soporta una isla de calor que equivale a una ciudad de tres o cuatro millones de habitantes. Y eso que no llega al millón", dice el climatólogo y profesor de la Universidad de Valencia Alejandro Pérez Cueva. Tras años estudiando el clima de la capital y la incidencia de la construcción sobre él, este experto aventura que el crecimiento de la ciudad hacia el sureste, por donde entra la brisa marina, provocará un aumento de la isla de calor en el centro y noroeste de Valencia de entre uno y tres grados.

"El viento es fundamental en Valencia", asegura Pérez Cueva.Si la brisa de levante corriera a 4 metros por segundo, los efectos de las islas de calor disminuirían. Pero la brisa apenas se percibe ya. Por las noches, la ciudad desprende todo el calor acumulado a lo largo del día propiciando el agobio meteorológico conocido como isla de calor. En el noroeste y centro de Valencia -más proclives a sufrir el viento seco de ponientes-, el agobio irá a más si se obstaculiza a la brisa, dice el experto.

En un día típico de verano, cuando el sol se asoma por el horizonte, los termómetros de la periferia registran 25º, pero en el centro hay una temperatura de 27º, relativamente fresca al estar a unos cuatro grados por debajo de las máximas del resto de la jornada. Seis horas después, la brisa del mar hace su entrada por barrios como el de Natzaret a una temperatura de 26,5º. Pero a esas horas, en el centro se pueden registrar entre 31º y 33º. Tres horas más tarde, la brisa ha recorrido la ciudad pasando de los 26,5º a los 28º, arrastrando el calor que encuentra por su camino.

Al paso que crece Valencia, en poco se dejará de sentir la brisa, ni caliente ni fría. "Si Valencia tiene una forma cóncava en el sureste, tardará más en calentarse", dice Pérez Cueva, "y la isla de calor será menos perjudicial". Pero desde la construcción de la Ciudad de las Ciencias y su entorno, la futura remodelación de la avenida de Francia, las obras previstas de cara a la Copa del América o en terrenos recalificados de L'Albufera, la brisa tiene los días contados. La fisonomía del sureste está cambiando: "La línea de construcción está pasando de cóncava a recta. Si se quita la huerta de Natzaret, por ejemplo, pasará a ser convexa. Le quitaremos la puerta a la brisa". En consecuencia, en el noroeste de la ciudad se pasará de una media de 31º a otra de 33º. En el centro aumentará de aproximadamente 29º a los 30º.

A estas alturas, la capital del Turia ya no puede aspirar a un clima perfecto. Antes de los años ochenta, la absorción de poblaciones hortelanas dio alas a la brisa. El crecimiento caótico pero "climatológicamente perfecto", pudo hacer crecer a Valencia a imagen de Berlín o París, ciudades casi sin límites que se mezclan con el campo. "La ciudad succionaba bastos jardines que servían de pista para que la brisa corriese sin recalentarse". Por el camino, recogía la humedad y mantenía un efecto refrigerante que distribuía por las calles. El crecimiento urbanístico posterior se centró en rellenar los espacios de huerta y se acabó con los oasis en los que la brisa marina se sobreponía al calor que producía la ciudad y lo mitigaba con su efecto refrigerante.

Hay poco que hacer. Pérez Cueva confiesa sonriente que los climatólogos no tiene mucho predicamento entre los arquitectos: "Cuando Calatrava diseñó el Museo de las Ciencias, le dijimos que con semejante cristalera las temperaturas serían altísimas, que pusiera unas toberas para que corriese el aire. No hizo caso y al acabar, en los últimos pisos, con el efecto invernadero se llegaba a 70 grados. Insistió en aumentar la potencia del aire acondicionado, pero elevaba el presupuesto demasiado y Manuel Toharia (director del museo) le convenció al final para poner unas toberas en el techo. Al ponerlas, se crearon entre las toberas y la entrada unas corrientes muy grandes. Se alteró así el funcionamiento del péndulo gigantesco de la entrada.Lo de siempre: ¡la falta de previsión!", remata divertido.

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