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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El rey del Tour

Lance Armstrong, con su aplastante triunfo en la última edición del Tour, se ha colocado en lo más alto del ciclismo profesional tras ganar la prueba francesa, la más importante del mundo, por sexta vez consecutiva. El tejano, que en septiembre cumplirá 33 años, ha superado lo que parecía una marca imbatible -cinco victorias-, que ostentaban, además de él, los franceses Anquetil e Hinault, el belga Merckx y el español Indurain. Y lo ha hecho de manera arrolladora, con una ventaja de más de seis minutos y medio sobre el segundo, el alemán Klöden, y a más de nueve de su gran rival, el también germano Ullrich, e imponiéndose individualmente en cinco etapas, en los Pirineos y los Alpes, así como en otra por equipos. Sólo el italiano Basso, tercero, avivó un poco la carrera, caracterizada por una pésima actuación de los españoles -decepcionantes los favoritos Mayo y Heras, que ni siquiera pudieron concluirla-, lo cual hace sonar las alarmas de nuestro ciclismo.

El triunfo de Terminatour llega mientras arrecia la polémica sobre el dopaje en el deporte en general y cuando desde distintos rincones se cuestiona si estos seis tours los ha ganado limpiamente o con ayuda de estimulantes. Su compatriota Lemond, vencedor en tres ocasiones de la prueba francesa, se ha sumado a las acusaciones en un libro de dos periodistas contra los que se ha querellado el seis veces campeón. Desde que regresó al ciclismo profesional en 1999 después de curarse de un cáncer de testículos, Armstrong debe soportar esa sospecha pese a que nunca se ha descubierto ninguna sustancia dopante en su cuerpo en los múltiples análisis a los que se ve obligado. Fatigado de que no se le reconozca públicamente su valía y su dominio, estalla a veces y arremete contra la prensa.

Armstrong no goza de la popularidad ni dentro ni menos fuera de la carrera que tenían, por ejemplo, Hinault, Merckx o el mismo Indurain. Se le tacha de arrogante, de frío, de máquina, calificativos que niegan sus seguidores tejanos; su director deportivo, Bruyneel; sus compañeros de equipo, o su nueva pareja, la cantante rockera Sheryl Crow.

Hay quien intenta restar mérito a sus triunfos con el argumento de que se concentra únicamente en el Tour. Se le define como un campeón malquerido. Este año ha tenido que soportar abucheos e insultos en sus exhibiciones pirenaicas y alpinas, y hasta amenazas. En su figura algunos ven un "intruso americano" en un deporte controlado por europeos. Pero sería injusto no reconocer su portentosa calidad y dominio, que le convierten desde ya mismo en leyenda deportiva.

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