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Reportaje:LA REVELACIÓN ESPAÑOLA | TOUR 2004

Cascarilla se hace grande

Xosé Hermida

París

Sólo los más enterados tenían noticias de Óscar Pereiro antes de este Tour. Sólo los allegados o los especialistas podían recordar su triunfo en la etapa reina de la Vuelta a Suiza de 2003 o su décimo puesto en el Giro de ese año. Hasta su estupenda Dauphiné Libéré de hace mes y medio quedó eclipsada por la entonces fulgurante figura de Iban Mayo. Este gallego de Mos, en el extrarradio de Vigo, que el 3 de agosto cumple 27 años, ni siquiera ha corrido nunca en un equipo profesional español. Primero se buscó la vida en Portugal y después se lo llevó su paisano Álvaro Pino para el Phonak suizo. Sin hacer mucho ruido, ha logrado entrar en el top ten del Tour a la primera ocasión tras revelarse como un corredor resistente en cualquier terreno. Y pudo llegar más lejos si un pinchazo no le hiciera perder casi tres minutos y medio en la contrarreloj por equipos.

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En Porriño, a 15 minutos de Vigo, se fabrican muchas cosas, entre ellas ciclistas. Del viejo club Spol de Porriño salió Pino, ganador de una Vuelta. Allí todos recuerdan a un chaval al que llamaban Cascarilla de puro menudo que era y que se pasaba el día saltando escaleras con la bici. "A los 14 años, medía metro y medio y pesaba 38 kilos", se sonríe Pereiro. "Cuando empecé en el ciclocross, era tan pequeño que tenía que bajarme de la bici para superar los obstáculos. Pero me gustaba hacer acrobacias". Tenía un amigo inseparable, Nandito, y los llamaban para hacer exhibiciones en las discotecas.

Cascarilla le daba a todo, a la carretera, al ciclocross y a la bici de montaña. Y cuando, a los 17 años, se cuerpo se dilató de golpe - ahora mide 1,78 m.-, empezó a ganar en todas las especialidades. La oportunidad de hacerse profesional le llegó de Portugal. Estuvo dos años en el Porta da Rabesa, la escuadra más potente del ciclismo luso. "Me pagaban tanto como cualquier equipo español y no dudé en irme", explica.

Hace dos años, una empresa de audífonos suiza ofreció a Pino montar un equipo profesional, y Pereiro fue uno de los reclutados. Su entrada en las grandes pruebas internacionales resultó una demostración de madurez. "Yo mismo estoy sorprendido", dice Modesto Pérez, su primer director y que ahora trabaja de mecánico en el Phonak. "Hay que ver cómo se entrena, cómo se cuida". "Porque de joven era un cafre", bromea Modesto. "Recuerdo un día que estábamos concentrados para una carrera y llamó a un compañero a la habitación haciéndose pasar por una chica que le ofrecía una cita. El chaval picó y se marchó a por la chica que no apareció nunca". Casca, como le llama Modesto, es alegre, extrovertido, de los que hacen pandilla. "Cuando llegamos aquí, los italianos iban por un lado, los suizos por otro y los españoles por el suyo. Casca rompió con eso desde el primer día y unió a todos".

Pereiro llegó al Tour tan pletórico que acabó sexto en el prólogo en una demostración de que no fanfarroneaba cuando prometía luchar por el triunfo en la jornada del estreno. Todo lo que vino después ha sido una sorpresa. "No contaba con esto", afirma. "El líder era Hamilton y tuvo que abandonar. Sevilla, el segundo, no anduvo bien y me quedé yo como líder. En una carrera tan dura, no he reventado ningún día". Pereiro no proclama más aspiraciones que seguir progresando y trabajando para Hamilton, pero Modesto Pérez avisa: "Es el corredor más listo que me he encontrado nunca".

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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