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Columna
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'Remake'

Papeles cambiados. Los socialistas se reconcilian y los populares se pelean. La imagen de Eduardo Zaplana, en su feudo de Alicante, rodeado de los principales rivales de Francisco Camps, justo al día siguiente de que el propio Mariano Rajoy acudiera a Valencia a pedir que todos cierren filas tras el jefe del Consell para el congreso regional del PP, recordaba el viernes por muchas razones las escenas fratricidas de hace pocos años en el PSPV. Era como asistir a una película que ya hemos visto antes con otros actores. Un dirigente habla sobre la unidad y el entendimiento en el partido en un tono y con un decorado que anuncian guerra. El PP está dividido, muy dividido, y el PSPV armoniza hasta cierto punto sus diferencias en el décimo congreso celebrado en Castellón. El remake de la película, sin embargo, tiene su trampa. Si los socialistas valencianos se fueron a pique en medio de una guerra civil entre sus tribus, ahora no está claro que una modesta cohesión interna les baste para ganar, ni está claro que al PP la división le baste para perder. Es la lección que no debería ignorar Joan Ignasi Pla. Una cosa es pacificar la organización, otra muy distinta reconquistar una mayoría social imposible si no se disipa el mal gusto de boca que la exhibición autodestructiva de su partido dejó entre los ciudadanos. Podríamos decir que el realineamiento de fuerzas en el congreso del PSPV (complicado, como demuestra el escaso apoyo a la nueva ejecutiva) es una condición necesaria, pero no suficiente, para que la izquierda pueda recuperar en 2007 la Generalitat. Una década de derrotas es el síntoma claro de que hace falta mucho más: un proyecto político ambicioso, una dirección valiente (es absurdo que el líder socialista tenga que seguir la estela de Jaume Matas para apuntarse con decisión a la eurorregión mediterránea que impulsa Maragall) y una apertura real a sectores progresistas de la sociedad. Hoy por hoy, ciertos estratos del electorado tienen la mosca detrás de la oreja y no están dispuestos a premiar la vocación de aparato ni la burocracia de la conspiración. En definitiva, recelan de otro reparto del pastel.

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