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Reportaje:MÚSICA

El narrador con maracas

Diego A. Manrique

Con Rubén Blades (Panamá, 1948) la cita ha sido concertada por la publicista de una película en la que participa. Pronto se hace evidente que, aunque el cine pague sus facturas, no es pasión que le consuma. Sí hay ardor cuando Rubén se sumerge en la música (¡y en la política!). Defiende su último disco oficial, Mundo: "No era salsero, iba para gente que le gusta la música". Entre otros argumentos, Mundo exploraba las raíces comunes de la humanidad en un viaje sonoro que incluía música africana, flamenca o celta. "Conté con Eric Rigler, gaitero y flautista en Titanic o Braveheart. Cuando me dedicaron el Día Nacional de la Salsa en Puerto Rico, que no es un honor cualquiera, cayó en el día de San Patricio y Eric tocó su gaita después de Richie Ray, Bobby Valentín y no sé cuantos salseros. Cuarenta mil personas ¡y lo aceptaron! Bueno, no hubo heridos (risas)".

Se deleita Rubén en recordar que en Mundo también estaban "los brasileños de Boca Livre y el grupo vocal De Boca en Boca, que canta como africanos, pero viene de Córdoba, Argentina. Creo que existen muchos folclores dentro de una única cultura global. Mi abuela nació en Pontevedra, así que yo vibré en cuanto escuché una gaita. Que me disculpen los etnomusicólogos: quiero pensar que la gaita viene de Oriente y que brincó desde Galicia a las islas Británicas. Me atrae la historia de los irlandeses negros, se dicen descendientes de españoles que naufragaron con la Armada Invencible".

Mundo contenía homenajes a Eddie Palmieri o el Grupo Folklórico y Experimental junto a una invocación a Camarón o un saludo a Paco de Lucía. "Soy consciente de mi frescura al meter flamenco en Bochinches, La ruta y Ella. Lo que hice fue aproximarme a la emoción que me da el flamenco. Tengo muchos defectos pero me salva mi detector de honestidad. Mundo se terminó en 2000: al escucharlo, vi que algo no iba bien. Los amigos de Panamá coincidieron, así que llamé a mis músicos y les dije: 'Lo lamento pero resulta que el disco no está concluido'. Se quitaron canciones, se destacaron temas de Gilberto Gil, Lyle Mays o Walter Flores. Quedó presentable, hay elementos de los cinco continentes y ¡puedo demostrarlo!".

Candidato fracasado a la presidencia de su país, Blades vuelve a estar ilusionado por la posibilidad de incorporarse a un puesto ministerial en el nuevo Gobierno panameño. La tentación viene en el momento justo, cuando se ha emancipado de la gran industria musical: "¡Me sentía dinosaurio! Aunque vendo lo bastante para ser rentable y tengo muchos premios grammys, siempre pienso en Hendrix, Coltrane, Miles o gente así..., seguro que hoy querrían obligarles a grabar con Kenny G. Me he independizado en lo discográfico: Mundo fue mi despedida de Sony, estoy explorando la posibilidad de vender mi trabajo por Internet. Tengo el proyecto de transformar mis canciones más conocidas con arreglos y estructura de tango. Y quisiera ordenar mi obra, según una secuencia que hoy veo muy clara, dividirla en ciclos conceptuales. Pero está en Fania, Elektra y Sony, una dispersión que seguramente me obligará a regrabarla".

Sería la gran antología oficial de Rubén Blades, aunque insiste en que no se siente un guardián celoso de sus canciones: "Han sido recreadas en rap -¿has oído el Pedro Navaja que he hecho con Tony Touch?- o en películas de formas muy lejanas de mi intención. Concedo a otros la misma libertad que me tomé yo al adaptar los cuentos de García Márquez, en Agua de luna, aunque luego me dieron tremenda plomera. Mis canciones tienen pretensiones de cuento corto, donde tú rellenas la trama con tu imaginación. Por eso desconfío de los clips: reprimen la fantasía. Pedro Navaja es negro, blanco, gordo, flaco, feo, guapo o como quieras; en Fania no lo entendían, querían encarnarle en un galán".

Tiene recuerdos agridulces de Fania, el tumultuoso sello que le dio a conocer. "Jerry Masucci, el jefe, robó plata a todo el mundo pero amaba la música y reconocía el talento, aunque sólo fuera para explotarlo, gran diferencia con los ejecutivos actuales de Miami". Chocaba ver al rebelde de la salsa en el dream team que era Fania All Stars. "¿Lo dices por el uniforme? Yo me opuse, era una ridiculez. Hubo ideas peores: para un show en el Madison Square Garden, querían que Willie Colón y yo saliéramos despedidos de un cañón, como payasos de circo. El uniforme me lo puse por respeto a mis compañeros que deseaban usarlo. Ésa es la democracia: votas y cumples lo que dice la mayoría. Éramos una mezcla explosiva: salseros de diferentes países, de diferentes generaciones, que tomaban drogas o no, que bebían mucho o poco. Pero salíamos al escenario y todos teníamos la misma edad. El escenario es el año cero".

Con ellos, Rubén vivió experiencias que marcan. "Estuvimos en Cuba en 1978, cuando Jimmy Carter intentó el deshielo, un viaje que me costó 14 años de veto -¡y amenazas!- en Miami. Recuerdo ir a Regla, donde vivió mi abuela gallega y muchos parientes. Viajaba en un autobús, con los músicos de Pello El Afrocán armando bulla mientras yo lloraba discretamente ante la avalancha de emociones. Masucci tuvo una absurda ocurrencia: quiso que tocáramos Tres lindas cubanas, Son de la loma, el repertorio tradicional de la isla.¡Fue como llevar leña al monte! El teatro Karl Marx lleno de cubanos entre el estupor y el silencio: querían gozar con lo nuestro y les decepcionamos. ¿Actuar ahora? No me imagino volviendo a Cuba: me parte el corazón pensar en lo que pudo ser y en la contumacia de Castro en sus errores".

Rubén Blades actúa el 31 de julio en A Coruña.

Rubén Blades, en las calles de Nueva York.
Rubén Blades, en las calles de Nueva York.

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