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Los Encuentros de Música y Academia llegan a la madurez

Tienen los Encuentros de Música y Academia en su tercera edición un sello de madurez advertible tanto en las excelencias de las versiones como en el interés de los programas. Cada día disfrutamos de pentagramas muy queridos, hechos clásicos en la historia y en la conciencia individual y retomamos contacto con grandes compositores, aparcados de la circulación sin razón válida alguna. Es el caso de Carlos María Weber, Dohnanyi, Tansmann, Dukas, Henri Busser o Milhaud, cuya música de cámara retorna en sorprendentes interpretaciones de grandes maestros y jóvenes artistas que se encuentran en los escenarios del Palacio de Festivales y se multiplican por Cantabria.

En ellos parece tomar nueva vida la tradición de las sociedades filarmónicas y podrían significar un homenaje al gran violinista cántabro Jesús de Monasterio, instaurador del sinfonismo y el cuartetismo en nuestro país desde su labor de intérprete y sus enseñanzas a discípulos como Arbós o Casals; en la dirección del conservatorio o en su brillante servicio a la capilla musical del Real Palacio.

La constante entrega de Peter Csaba o de García Asensio tiene algo que ver con lo que a mediados del XIX inició Monasterio. En esta ocasión sorprendió a todos la calidad, buena traza y excelente andadura de un trío como el de Weber en sol menor para flauta, violonchelo y piano o el quinteto para arcos en sol mayor de Dvorak separados por la voz contemporánea de Ligeti en sus Bagetelas para quinteto de viento, que suman originalidad sustancial y voluntaria herencia de los maestros del pasado. No menor nivel pudimos aplaudir en el caso del primer cuarteto de Bartok o el séptimo de Shostakóvich, primorosamente resuelto por el cuarteto Accord, y en el campo solístico, la muy bella traducción de la gran Sonata en si menor, de Liszt, por la brasileira Juliana Steinbach.

Al mérito de profesores y alumnos se añade algo decisivo: el ingente trabajo del director artístico del encuentro, Peter Csaba, profundo conocedor y entrañable humanista que impone a todas las actividades de los encuentros un sello peculiar que enlaza con el talante y la dedicación de la fundadora, Paloma O'Shea.

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