Inaudito

Lo de la plaza de toros de Las Ventas es algo inaudito en el siglo XXI. Difícilmente se puede encontrar nada más incómodo e insoportable que un ¿asiento? en esa plaza de nuestros pecados.

Cualquier persona adulta de estos tiempos (atrás quedaron, afortunadamente, los espectadores con tallas medias de 1,65 para abajo) experimenta tal grado de incomodidad en sus ¿localidades? que no es difícil oír quejas destempladas ( y más que destempladas) hacia la entidad propietaria (Comunidad de Madrid) por no haber emprendido ya las obras necesarias para hacer realmente "habitable" su recinto.

En otros espacios destinados a la acogida de multitudes (campos de fútbol, otras plazas de toros) hemos visto cómo sus instalaciones se han ido adaptando a la habitabilidad que reclaman los nuevos tiempos sin que algo tan fundamental parezca inquietar a la propiedad de nuestra querida y odiada plaza de Las Ventas.

Y lo más grave de todo es que cuantos políticos han pasado por esa Comunidad (izquierdas, derechas y ambidiestros) han ido al negocio y al compadreo con desprecio absoluto hacia el espectador, que se siente hacinado en sus localidades, a pesar de ser, con mucho, la plaza más rentable de cuantas hay en España.

Es muy cierto que la fábrica de nuestra plaza de Las Ventas es una de las mas bellas, pero es igualmente cierto que eso debería ser compatible con la necesaria puesta al día que permita ofrecer un mínimo de comodidad a los más que sufridos espectadores que ocupan sus inhóspitos asientos y los pasos entre filas que a ellos conducen.

Puede afirmarse que, salvo el engañoso relumbrón de los San Isidros, nuestra plaza del alma está condenada a ver, cada vez con más frecuencia, sus tendidos abarrotados de vacío. Entre cojos, mansos, listos y vividores se lo están poniendo en bandeja a los detractores.