Las generaciones del Gobierno
Las generaciones son grupos demográficos de quince cohortes con edades consecutivas, caracterizadas no tanto por sus fechas de nacimiento, tomadas de manera indistinta, sino por coincidir su integración en la vida activa y social con los años que delimitan las etapas históricas con "circunstancias" -como diría Ortega- de perfiles homogéneos y de características claramente distintivas. En Las generaciones del poder (EL PAÍS, 26-VII-2000) comparé los rasgos demográficos de los gobiernos democráticos con los de la ejecutiva del PSOE recién elegida. Hoy ya puede hacerse un análisis homogéneo de los gobiernos nombrados en los cuatro grandes turnos de nuestra democracia: UCD, PSOE-I, PP y PSOE-II.
En España puede hablarse de cinco generaciones: la de la guerra, la de la posguerra, la del desarrollo, la del cambio y la del milenio. Las quince cohortes de la generación de la guerra nacieron antes de 1931 y, como su propio nombre indica, su "hecho generacional" significativo fue la guerra civil, seguida de la mundial. Todas sus cohortes eran activas a comienzos de los años cuarenta. Agregando a este grupo el de los nacidos antes de 1916 (o generación modernista), en enero de 2003 las dos generaciones de preguerra contaban, según el padrón de habitantes, con cuatro millones cuatrocientos mil efectivos. Su cohorte más joven llegó a la edad de jubilación en 1995, y en 2004 tiene setenta y cuatro años.
Las quince cohortes de la generación de la posguerra nacieron entre 1931 y 1945 y su hecho generacional fue la autarquía económica. Sus efectivos empezaron a incorporarse a la vida activa al término de la Segunda Guerra Mundial y toda la generación era social y políticamente (?) activa antes de 1960, precisamente la etapa durante la que la economía, la sociedad civil y los indicadores de diferenciación económica y de urbanización permanecieron por debajo de los niveles alcanzados antes de la guerra. Esta generación contaba en 2003 con seis millones doscientos mil miembros y ha sido la menos numerosa de las que formaron parte de nuestra población activa en la segunda mitad del siglo pasado.
La generación de la posguerra es la que dirigió la transición política, ya que los miembros del Gobierno de la UCD de julio de 1977 pertenecían mayoritariamente a sus grupos de cohortes más veteranas: nueve de ellos habían nacido entre 1931 y 1935, con Adolfo Suárez a la cabeza, y cinco entre 1936 y 1940, con el vicepresidente Abril entre ellos. Sin embargo, cinco de sus miembros -entre los que se contaba Fuentes Quintana- provenían de la generación de la guerra, y también pertenece a este grupo el sucesor de Suárez, Calvo Sotelo. Excepcionalmente, el miembro más veterano del primer Gobierno de la transición provenía de la generación modernista, el vicepresidente primero Manuel Gutiérrez Mellado.
Por su parte, el Gobierno socialista de 1986 se nutrió principalmente del grupo de cohortes más jóvenes de esta misma generación de la posguerra, ya que nueve de sus miembros -con Felipe González a la cabeza- habían nacido entre 1941 y 1945, y cuatro -incluido el vicepresidente- durante el quinquenio precedente (1936-1940), que es el periodo central de los que definen a esta generación. En conjunto, en diez años las edades de nacimiento del núcleo generacional dirigente se habían desplazado otros diez años. El Gobierno socialista de 1986 ya sólo contaba con un ministro nacido entre 1931 y 1935 y con otro nacido entre 1926 y 1930.
Además, de él formaban parte dos personas pertenecientes ya a la generación nacida entre 1946 y 1960, cuya integración en la vida social, política y laboral se produjo entre 1960 y 1974, antes de la crisis de los setenta, periodo durante el que se registró la culminación del desarrollo. Ésta es la circunstancia que da nombre a la generación de la que habían de nutrirse principalmente las remodelaciones de los gobiernos socialistas hasta 1996. La generación del desarrollo es la que experimentó con mayor intensidad el proceso de urbanización y de cambios estructurales, y que protagonizó la mayor oleada de migraciones -interiores, y de emigración exterior- de la historia reciente de España. Sus efectivos actuales ascienden, según el padrón, a ocho millones doscientas mil personas (más de cuatrocientas mil, inmigrantes), y cinco millones y medio de entre ellos son activos (el 38%, mujeres).
La generación del desarrollo -cuyos miembros más veteranos sólo tenían treinta años en 1975- fue ocupando la posición central del sistema social a medida que se desencadenaban los grandes cambios sociales, económicos y políticos de los dos decenios subsiguientes. Además, disponiendo de una formación muy superior a la de las generaciones precedentes y de una firme regulación de protección al empleo, pudo adaptarse a los cambios y superar la crisis económica sin grandes mermas, empujando a las generaciones con edades superiores hacia la jubilación anticipada -algo que ella misma está experimentando ahora-.
En lo político, ésta es la generación de que se nutrió también el Gobierno nombrado en 2000, ya que tan sólo uno de sus miembros (nacido en 1945) provenía de la última cohorte de la generación de la posguerra; nueve -incluidos José María Aznar y su vicepresidente primero- pertenecían al grupo central de cohortes de la generación del desarrollo (nacidos entre 1951 y 1955). Obsérvese que el ritmo de cambio se había reducido: desde 1986 habían transcurrido catorce años, pero el núcleo generacional del poder ejecutivo sólo desplazó diez años sus fechas de nacimiento (y lo mismo sucede al comparar el Gobierno de 1982 con el de 1996). Además, cinco miembros del Gobierno último del PP -incluido el vicepresidente económico- nacieron en el primer quinquenio de esta generación, entre 1946 y 1950. Finalmente, tres de los ministros nombrados en 2000 habían nacido entre 1956 y 1960, último quinquenio de la generación del desarrollo, ampliamente mayoritaria en ese Gobierno.
Han transcurrido cuatro años y el núcleo demográfico del nuevo Gobierno ha avanzado un quinquenio, ya que al último grupo quinquenal de la generación del desarrollo pertenecen José Luis Rodríguez Zapatero y más de la mitad del nuevo Gobierno -ocho de sus miembros-, que sólo cuenta entre sus componentes con un miembro -su vicepresidente económico- nacido durante el último tramo quinquenal de la generación de la posguerra. Resulta simbólico el hecho de que el presidente y otros cuatro miembros del Gobierno llegaran a la mayoría de edad precisamente en 1978, al haber nacido en 1960, año que marca el fin del entorno temporal de la generación del desarrollo y el comienzo de la del cambio, de modo que podrían ubicarse indistintamente en una u otra, como si estuvieran dando ya el relevo generacional. Sin embargo, es la del desarrollo la que proporciona la práctica totalidad de efectivos al nuevo Gobierno -15 de 17-, pero con un fuerte sesgo hacia el decenio de los cincuenta, en que nacieron trece de ellos.
Y es que las cohortes veteranas de la generación del desarrollo -las nacidas antes de 1950- son las que están soportando ahora mayores presiones de sustitución y desplazamiento desde el centro de la pirámide social. Por comparación con la generación precedente, su mayor número de efectivos y la larga etapa de crisis económica de los setenta y ochenta mermaron mucho sus oportunidades durante los últimos veinticinco años. Además, la crecida demográfica de los años sesenta y setenta coloca actualmente en la posición de jóvenes adultos a la generación del cambio, la más abundante de la historia de España, beneficiaria, además, de una verdadera revolución educativa, ya que el aumento de la oferta escolar y el desempleo juvenil elevaron la escolarización hasta niveles máximos, en términos comparativos, al multiplicarse por tres la tasa de escolarización universitaria entre el inicio de la transición y finales de siglo.
Su circunstancia generacional es la Constitución Española de 1978 y nuestra reintegración en Europa en 1986, ya que sus efectivos, nacidos entre 1961 y 1975, se incorporaron a la vida laboral en plena etapa de crisis y de transformaciones estructurales -políticas, constitucionales y socioeconómicas- que cubren el periodo que va desde las elecciones a Cortes Constituyentes hasta la víspera del Mercado Único Europeo (1977-1991). La generación del cambio cuenta actualmente con diez millones setecientas mil personas (de entre ellas, más de un millón de inmigrantes), de modo que cada cohorte tiene en media ciento sesenta y seis mil efectivos más que las de la generación del desarrollo -contando a los inmigrantes-.
Además, la tasa de actividad de esta generación (casi un ochenta por ciento) es también la más elevada de la historia, debido a su mayor nivel educativo, a la inmigración y al aumento de la actividad femenina: de entre sus miembros, ocho millones cuatrocientos mil son activos (el 43%, mujeres), muchos de los cuales han soportado largos periodos de desempleo. Sobre ellos recae, además, la carga de la profunda segmentación de nuestro mercado de trabajo -convirtiendo a muchos de ellos en verdaderos outsiders-. Ésta es la generación que ganó para España el sexto puesto en el medallero de oro de los Juegos Olímpicos de Barcelona -ya que en 1992 sus miembros contaban con edades entre 17 y 32 años-, y también el puesto decimotercero del medallero de oro de los de Atlanta (con edades que en 1996 se situaban entre 21 y 36 años).
Todo ello ha elevado sustancialmente la presión de entrada de esta generación, con el consiguiente riesgo de desplazamiento para las precedentes. En el mundo laboral, esto se viene reflejando en las grandes dificultades de recolocación que experimentan los mayores de 50 años. Y en el terreno político esta situación empieza a manifestarse también con toda nitidez: si en 2000 los nacidos entre 1961 y 1965 comenzaron a situarse en los puestos de segundo nivel del anterior Gobierno, ahora uno de ellos ya forma parte del Ejecutivo (cinco, si contásemos a los nacidos en 1960) y de sus filas se nutrirá en buena medida la nueva Administración.
Como contrapartida a su tortuosa integración en la vida activa, probablemente la generación del cambio experimentará en su día menores presiones de desplazamiento que las dos precedentes -y con toda seguridad tendrá que retrasar su edad de jubilación-, dado que la generación del milenio, que le sigue -nacida entre 1976 y 1990-, sólo cuenta con ocho millones y medio de efectivos. Aunque sus últimas cohortes todavía no han llegado a la edad activa, algunos de sus miembros más veteranos ya han accedido al Parlamento y se irán integrando en el segundo escalón del Gobierno durante la legislatura que ahora comienza. A ella le corresponde mayoritariamente representar a España en los Juegos Olímpicos de Atenas: con edades comprendidas entre los catorce y los veintinueve años, la del milenio no contará con la ventaja demográfica de la del cambio, que nos representó en Barcelona, pero sí con dos decenios de una política deportiva más intensa ¡Que la fortuna les sonría!
Álvaro Espina es sociólogo.
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