_
_
_
_
_
Entrevista:Joan Lino Martínez | Saltador de longitud | ATLETISMO | Las peripecias de un atleta de élite cubano para nacionalizarse español

Un salto de calidad

Richard tuvo una súbita inspiración. Miró a los dos lados de la calle y empezó a correr esquivando automóviles. Enfrente, bajo la marquesina de una parada de un barrio periférico de La Habana, Joan Lino Martínez esperaba al autobús cogido de la mano de su madre. Tenía nueve años. El hombre sorteó los coches de la carretera de circunvalación, "un camino con más tráfico que la Gran Vía de Madrid" y, jadeando, le habló, casi le gritó, a la señora que sujetaba al niño: "Su hijo es un atleta". "Mejor", precisó, "será un gran saltador de longitud". El visionario, Richard, es uno de los entrenadores de atletismo de base más prestigiosos de Cuba. El niño, Joan Lino Martínez (La Habana, 1978), es el saltador con la mejor marca nacional del año (8,25), muchos centímetros por encima de la de Yago Lamela (8,03). Lino aguarda una notificación para jurar la constitución española esta semana y participar en los Juegos de Atenas.

"Mi madre no conoce a mi niña, pero no viene; no aguantaría ni el invierno ni el capitalismo"
En Cuba se acabaron los privilegios: "Se me cerraron todas las puertas de un día a otro"
Los patrocinadores no le pagaban, la situación económica era muy grave y pensó en retirarse

Dos meses después del encuentro con Richard, Lino se marchó del barrio de edificios temáticos en el que vivía, un conjunto de rectángulos con ventanitas cercano al aeropuerto de La Habana. "Nosotros éramos agrícolas, los de en frente de aviación, los de la izquierda, camioneros", rememora. Su padre es ingeniero. Su madre, enfermera. Joan aprobó los exámenes de la escuela de atletismo y se marchó interno sin haber cumplido los once años. "Quería regresar a casa a las dos semanas". Lino sufrió el sentido del humor de los internados: "Me encontraba la cama llena de pasta de dientes y estaba siempre muy asustado". Pero aguantó. Matos, otro entrenador de prestigio en Cuba, se lo quiso llevar a Santiago, donde ya había trasladado a Iván Pedroso. No le dejó su madre.

Ahora no la ve, no la puede ver, desde hace cuatro años. En 2000, Lino decidió salir de Cuba "por amor". Igual que otros muchos atletas cubanos. El verano anterior había conocido a una chica en el hostal Galicia de Guadalajara. Los atletas cubanos se concentran en ese modesto establecimiento casi seis meses al año. Así, para participar en las competiciones europeas, no tienen que viajar desde Cuba. "Un día estaba en el bar, la vi y me enamoré". Entonces decidió casarse y vivir en España. Pero su intención era seguir compitiendo como cubano. No le dejaron. "Regresé a La Habana y noté cómo me estaban haciendo la vida imposible, me cambiaban las fechas de las giras y me pusieron pegas con el servicio militar".

La administración cubana sospechaba que Lino se quería marchar. Y era cierto. Sólo que sus motivaciones no eran políticas. No se lo podía comentar a nadie: "Esas cosas no se dicen, no se hablan, porque hay gente que se chiva". Pretendía seguir compitiendo bajo bandera cubana, pero vivir en España con su mujer. Pero cambiaron las miradas, se acabaron las sonrisas. Y los privilegios. "De un día para otro se me cerraron todas las puertas y vi que era imposible solucionar el asunto". El atletismo cubano, según algunos técnicos que han conocido sus métodos, está organizado de una manera muy meticulosa y jerárquica. Hasta el punto de que hay distintos tipos de restaurantes con comida de dispar calidad según el nivel del competidor. A Lino le colocaron en el saco de los malos. Se fue de Cuba en noviembre de 2000, dos meses después de los Juegos de Sydney. "Me habían prometido que iría...". No fue y se deprimió. "Al final me convencieron unos amigos para verlo en la televisión", cuenta.

Finalmente recopiló todos los documentos que la burocracia le exigía y salió de Cuba. En España le habían tranquilizado asegurándole que pronto obtendría la nacionalidad. Le engañaron y sus papeles quedaron olvidados durante cuatro años en un cajón. Temió, incluso, que se hubiesen perdido. "Entonces hubiese tenido que regresar a La Habana y pedirlo todo de nuevo. Eso allí no es fácil".

Mientras tanto, y en vista de que vivía en un limbo jurídico, sus patrocinadores decidieron no pagarle. "Había firmado con la condición de ser español y no lo era. Además llevaba años viendo las competiciones desde un sofá"· Su situación económica se deterioró. Mucho. Hasta el punto de tener que pedir dinero prestado a sus suegros. Todos los días se trasladaba desde Guadalajara a Madrid en un tren de cercanías para entrenarse. "Allí hay entrenadores de fondo, como en todas partes de España, pero no de longitud". Utilizaba el abono transportes porque no podía asumir el gasto en gasolina.

"En ese momento pensé muy seriamente dejarlo todo y retirarme con 25 años", asegura muy convencido. Acabó cobrando algo del contrato de patrocinio, aunque mucho menos de lo estipulado. Antes tuvo que ponerse a trabajar en el Ayuntamiento de Guadalajara dando clases de educación física, su carrera universitaria, a niños de cinco años. "Y a buscarme la vida", explica con vaguedad. Pasaban los Mundiales, los Europeos, las banderas, los himnos, otra vez los Mundiales, y Lino "siempre estaba en el sofá". Hasta que alguien recuperó sus papeles, que, milagrosamente, aparecieron en el fondo de otro misterioso cajón y comenzó un procedimiento de urgencia para nacionalizarlo español e infiltrarlo en el desfile olímpico.

Juan Carlos Álvarez, su entrenador, tiene la misma confianza en Lino que la que depositó en el atleta Richard hace 17 años: "Su fuerte es la velocidad y cuando ajuste esa velocidad con la técnica, cuando encuentre ese engranaje perfecto, saltará más de 8,50". Según Álvarez, Lino "está para hacer algo más que ser finalista". Y Lino no lo desmiente. Lo único por lo que junta las manos es porque no le hagan saltar a las ocho de la mañana, porque entonces, "chungo". Su amigo Iván Pedroso le ha contado que en la calificación si cometes un nulo te conviertes en un flan. Y si fallas en el segundo intento, "¡ostras pedrito!", tienes un 99% de posibilidades de irte a casa.

Aunque en su caso no sería volver a casa. Su casa es La Habana. "Mi madre, mi abuela, ...no conocen a mi hija de tres años, pero no es fácil que vengan aquí y luego puedan regresar y ellas tienen que regresar porque el Caribe es muy distinto y no aguantarían ni un invierno, además en un país capitalista". Él también parece pensar en el Caribe, en los amigos de siempre: "Son especiales porque en las dificultades crece bien la amistad y allí sabemos mucho de dificultades".

Joan Lino, durante su concurso el sábado en la reunión de Madrid en la que saltó 8,15 metros.
Joan Lino, durante su concurso el sábado en la reunión de Madrid en la que saltó 8,15 metros.MANUEL ESCALERA

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_