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Reportaje:TOUR 2004 | Decimocuarta etapa

Discrepancias sobre Iban

Dirigentes del Euskaltel dicen que Mayo no soporta la presión y el corredor alude a problemas físicos

Xosé Hermida

Un brillo de emoción iluminó los pequeños ojos de Iban Mayo antes de tomar la salida de la etapa de ayer en Carcassonne. "!Gu beti zurekin!" (siempre estaremos contigo), lo vitoreaban, junto al autobús del Euskaltel, un grupo de aficionados vascos entre los que descollaba el entusiasmo de su hermana. Iban se quedó mirando a su hinchada con una media sonrisa y con el agradecimiento tatuado en la mirada. Tras la debacle del día anterior en los Pirineos, la tensión revoloteaba sobre la chapa naranja del autocar del equipo vasco. La pregunta era obvia: ¿qué le ha pasado a Iban?. Y la respuesta variaba según se consultase al interesado o a los responsables del equipo.

Con su aire afable y campechano, Miguel Madariaga, manager general del Euskaltel, fue directamente al grano: "Todos sabemos que una carrera como el Tour no se puede hacer si no controlas bien el 'bolo'. O dicho de una manera menos castiza: "Es un problema claramente psicológico. Sobre Iban se habían levantado muchas expectativas. Contribuimos todos: los medios, los aficionados... Pero, sobre todo, las expectativas las levantó la carretera misma, por todo lo que hizo antes del Tour. El problema es que él no admite la presión, se la pone él mismo. Y no aguanta el acoso informativo".

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Sentado el diagnóstico, Madariaga reclamó a Mayo para que atendiese a los medios. Y el corredor, cordial pero con el ánimo aún apagado, ofreció una versión casi contrapuesta: "No es nada psicológico, sino físico. Desde que me caí en la tercera etapa, empecé a notar el cuerpo un poco raro y ya no volví a encontrarme bien. No era capaz ni de pedalear y en la cabeza me empezaron a dar vueltas muchas cosas. No podía, no podía... Ahora no sé si pensar que fue consecuencia de la caída o simplemente que no estoy bien".

Hubo un tercer análisis, que provino de un equipo rival, ni más ni menos que el US Postal de Armstrong. "Iban se quemó en el mes de mayo", sentenció Johan Bruyneel, director de la escuadra estadounidense. "Esas exhibiciones antes del Tour siempre se pagan". Bruyneel se refería a las semanas esplendorosas que encadenó el corredor vasco en su preparación para el gran desafío del año. En esos días se vio al mejor Mayo, al montañero intrépido que fue encadenando triunfos con una voracidad desatada: la clásica de Alcobendas, la Vuelta a Asturias, la Subida al Naranco y, sobre todo, la Dauphiné Liberé, la tradicional antesala del Tour, donde hizo la subida más rápida de la historia al Mont Ventoux, en una cronoescalada asombrosa en la que sacó casi dos minutos de diferencia a Armstrong. Y lo hizo "con ese estilo agresivo, siempre atacante, que tanto le gusta a la gente", apunta Madariaga. En el camino del tejano hacia su sexto Tour se había interpuesto un vasco joven, enjuto y audaz.

A partir de ese momento, todo resultó incontenible. Se inflamaron los titulares de prensa, se multiplicaron las solicitudes de entrevistas y se desató la euforia por el País Vasco adelante, por caseríos en los que fue parando el autobús del Euskaltel en su pintoresco peregrinaje hacia el Tour con el propósito de que los chicos percibiesen que tenían detrás el aliento de todo un pueblo. Para entonces, Mayo empezaba a dar síntomas de agobio. Un día tuvo que salir por piernas de un supermercado ante el asedio de la gente. Cuando iba a entrenarse con su cuadrilla de la comarca de Durango, se separaba del grupo antes de alcanzar un pueblo para ocultarse de las muestras de idolatría popular.

Las entrevistas se amontonaban, siempre con la misma pregunta en el centro de la conversación: ¿Se siente favorito para ganar el Tour?. "!Si lo máximo que he hecho es quedar sexto!", protestaba él. Los responsables del Euskaltel no fueron capaces de frenar la euforia anticipada. Ellos mismos aseguraban que su objetivo era ganar el Tour en un plazo de tres años. Y Mayo empezó a sentirse incomprendido en ese entorno. Desde la dirección del equipo incluso recurrieron a otras escuadras más experimentadas en busca de consejos para manejar una situación desconocida para ellos.

Iban Mayo, durante la etapa que acabó en Nimes.
Iban Mayo, durante la etapa que acabó en Nimes.EFE

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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