Recuperación a todo tren
El Tour es un desafío excepcional para el cuerpo. Durante tres largas semanas, le exige recuperarse de un tremendo esfuerzo en apenas 18 horas, las que van desde el final de una etapa al comienzo de la siguiente.
Así, el proceso de recuperación ha de comenzar lo antes posible, desde el momento mismo en que el ciclista cruza la línea de meta. Lo primero es quitarse la ropa sudada y abrigarse con ropa seca. Así se previenen los temidos catarros. Los ciclistas son muy susceptibles a padecerlos pues su sistema inmune está muy debilitado por el esfuerzo. Sobre todo, en los minutos posteriores a una etapa tan dura como la de ayer.
Al poco de acabar la etapa hay que beber líquidos y comer lo antes posible. Beber, para reponer rápidamente los líquidos corporales perdidos en el sudor. Como el líquido de la sangre, el llamado plasma sanguíneo. Es práctica habitual que los ciclistas se pesen por la mañana y al llegar al hotel tras la etapa. Eso le permite al médico de equipo calcular cuántos litros de líquido han perdido.
Aunque no suele apetecer tras el sofocón de la etapa, también es necesario empezar a comer cuanto antes, para rellenar pronto los depósitos corporales de hidratos de carbono. Éstos se almacenan en el hígado y en el músculo como glucógeno y son imprescindibles para que el ciclista suba los puertos a toda velocidad o llanee con fuerza. (El otro combustible del cuerpo, las grasas, no es capaz de hacerle llegar energía al músculo lo suficientemente deprisa).
Las reservas corporales de glucógeno, unos 700 u 800 gramos en total, se quedan a cero después de una etapa tan dura como la de ayer. Y es precisamente en las horas posteriores al ejercicio cuando los músculos son capaces de fabricar más glucógeno. Si la línea de meta está cerca del hotel, cada ciclista tiene listo en su habitación un buen plato de cereales con leche o yogurt. La combinación de hidratos de carbono (cereales) y proteínas (lácteos) es ideal para estimular a la hormona que ayuda a los músculos a fabricar glucógeno: la insulina. Si el hotel está lejos, los ciclistas meriendan en el autobús.
Una vez en el hotel, se van turnando para recibir el masaje: unos 45 minutos por ciclista, durante los cuales el masajista trabaja sus zonas más doloridas. Sobre todo los muslos, pero también los lumbares y cervicales. Además de lo relajante que resulta, algunos estudios científicos demuestran la utilidad del masaje para acelerar la recuperación muscular: las agujetas se quitan antes, y se estimula la circulación sanguínea. Y por último, a eso de las ocho y media, la cena: hidratos de carbono en abundancia (uno o dos platos de pasta) y proteínas (carne o pescado).
Alejandro Lucía es catedrático de la Universidad Europea de Madrid.
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