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Crónica:LA LIDIA | FERIA DE SAN FERMÍN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Velocidad, limpieza y ningún herido por asta de toro en el séptimo encierro

La ganadería de Marqués de Domecq resultó muy apta en el penúltimo día de San Fermín

Después de la tempestad y el pánico, a las calles de Pamplona llegó la calma chicha a manos de los toros de Marqués de Domecq. El séptimo encierro destacó por su velocidad y su limpieza, con sólo tres heridos, ninguno de ellos por asta de toro. Pese a compartir encaste con los Jandilla, que sembraron de corneados el recorrido del encierro el pasado lunes, los astados de Marqués de Domecq presentaron un comportamiento antitético al de sus primos. Mucho más gregarios, nobles pero no aviesos y con la cabeza baja y sin lanzar derrotes ni entretenerse en las tablas del vallado, los animales gaditanos no resultaron peligrosos y sí muy aptos para correr el encierro.

La salida vino a ser muy similar a la de encierros pasados, con los cabestros en cabeza de la torada y los buriles muy bien tapados. Sin embargo, en el tramo desde los corrales hasta tomar contacto con los corredores (apenas un centenar de metros), dos de los astados adelantaron a la manada y se situaron delante de los mansos. Estos dos animales, muy rápidos, estiraron el grupo y fueron los únicos en mostrar interés por los mozos. Giraban la testuz a la derecha, reviraban a la izquierda, volvían a la derecha..., y hasta el final de la cuesta de Santo Domingo no se llevaron por delante a sus dos primeras y últimas víctimas, que sólo sufrieron traumatismos debido a los golpes. Por detrás, cabestros y el resto de la camada seguían a duras penas el ritmo marcado sin hacer por los corredores.

Escalonadamente, los animales entraron en la plaza del Ayuntamiento, donde se produjeron resbalones y algún susto a un par de mozos despistados que perdieron la cara a los erales. Las caídas se repitieron en Mercaderes, donde un mozo, imprudentemente situado en una salida natural para los toros, aguantó el golpe de un toro que resbalaba desde hacía un par de metros y que acabó frenado por el cuerpo del corredor y por la pared de un edificio.

Tras una primera mitad del recorrido muy estirada y dispersa, la curva entre la calle de los Mercaderes y de la Estafeta se encargó de reagrupar a la torada con la ya habitual caída masiva de animales. En este peligroso punto se vivió el incidente más aparatoso y que podía haber causado una verdadera desgracia. Dos toros se estamparon violentamente contra la doble valla de seguridad y un mozo que no había trazado bien la curva también resbaló y, a cuatro patas, fue a parar contra los cuartos traseros de uno de los toros mientras un tercer animal llegaba por detrás y lo esquivaba sin tan siquiera rozarle.

A partir de la curva, un toro y un cabestro mandaron en el grupo con unos metros de ventaja sobre la torada. Con la gente todavía impresionada por las espectaculares imágenes del lunes, ayer sólo corrieron los de casa, y eso se notó. Muchos huecos en la cara de los toros, carreras preciosas y relevos continuos entre los corredores que llevaron a los toros a los corrales a punta de periódico y sin que se registrase más incidente que la caída de un toro en mitad de la calle de la Estafeta, sin ningún riesgo para los participantes en el encierro.

En los dos minutos y medio de carrera, sólo se registraron tres traslados médicos: Jesús María Irisarri, pamplonés de 40 años, con traumatismo craneal y herida en el cuero cabelludo; J. G. Z., pamplonés de 27 años, con traumatismo craneal, y Rubén López, 20 años y natural de Cuenca, con una contusión en la rodilla derecha. Mientras, los heridos del lunes evolucionan favorablemente.

Para el encierro de hoy, último de las fiestas, se espera con interés la llegada de los toros de Juan Pedro Domecq, para comprobar si sus reacciones son airadas como las de sus primos de Jandilla o almibaradas como las de sus hermanos del Marqués de Domecq.

Un toro voltea a un joven en el encierro de ayer.
Un toro voltea a un joven en el encierro de ayer.EFE

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