Ejemplo indonesio
Por primera vez en su historia, Indonesia, el país con mayor población musulmana del mundo, ha votado para elegir presidente en unos comicios libres y pacíficos, tres meses después de haberlo hecho para el Parlamento. Con una participación estimada del 75% de un censo de más de 150 millones, el escrutinio provisional sugiere que la segunda vuelta enfrentará al general retirado Susilo Bambang y a la actual presidenta, Megawati Sukarnoputri, hija de Sukarno y segunda en las preferencias de los votantes. Parece descartado el general Wiranto, procesado por crímenes contra la humanidad en Timor Oriental y tercero en los resultados parciales.
El hecho de que la segunda ronda de los comicios no se vaya a celebrar hasta septiembre añade un plus de incertidumbre a una nación de violentas pulsiones políticas y que tiene entre sus problemas más acuciantes, además de la corrupción y la pobreza, rebeliones separatistas en Aceh y Papua y tensiones religiosas en Sulawesi. Pero, por encima de esas dificultades, resulta notable que una nación dispersa y extendidísima, que hace sólo seis años padecía la dictadura de Suharto, haya sido capaz en este tiempo de ponerse en la recta de salida hacia la normalidad democrática.
Esta etapa de transición ha sido vivida muy aceleradamente por el cuarto país más poblado del mundo y la más numerosa sociedad islámica del planeta. En ellos asumió inopinadamente la presidencia Sukarnoputri, después de que su errático antecesor, Wahid, fuera apeado del cargo por el Parlamento. Durante sus tres años en la jefatura del Estado, la hija del venerado fundador de la nación ha lidiado con poca fortuna con una economía ineficiente, la violencia separatista y el terrorismo islamista, que con la matanza de Bali puso al archipiélago asiático en primera línea de este trágico frente. El general Bambang, con imagen de honesto y que dimitió como ministro de Seguridad en marzo, se ha beneficiado de ello en las urnas.
A la espera del veredicto de septiembre, nada más destacable que la impresión de normalidad en un país de 220 millones de personas, rompecabezas de lenguas, etnias y religiones disperso en 17.000 islas. Ni siquiera el islamismo, pese a su potente presencia callejera, ha tenido peso electoral relevante. El rechazo del extremismo por los indonesios es un mensaje globalmente alentador.
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