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VIAJES Y LECTURAS DE VERANO

Libros para la maleta

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EN EL JARDÍN campestre, y a la sombra de los muros de la noble casa de Brihuega, Leguineche y Reverte conversan sobre sus preferencias literarias.

J. R. Hemos hablado de Chatwin o Theroux, pero a mí los libros de viajes del siglo XX que me gustan son de grandes escritores. De novelistas como D. H. Lawrence, Huxley, Gide, Hemingway, Greene o incluso de Cela. Los autores curtidos en el arte de la literatura hacen los mejores libros de viajes. Hay que ser un buen escritor para hacer un buen libro de viajes, lo que no se puede hacer es una crónica notarial. Antes algunos lo hacían así, pero otros eran más literarios. Está el caso de Richard Burton que tiene un gran talento literario, o puedes encontrarte a dos españoles, Domingo Badía, Alí Bey, que hace un libro de viajes sobre el norte de África muy divertido (Viajes por Marruecos, Trípoli, Grecia y Egipto), o un explorador como Manuel Iradier que hace un viaje a lo mejor más peligroso y aventurero por Guinea, pero con menos talento literario.

M. L. Sobre los mejores escritores de viajes que vale la pena leer, yo me remontaría a autores como Salgari por su capacidad de evocación; a Stevenson y la gran impresión de La isla del tesoro; las novelas de Verne y luego, claro, Joseph Conrad, que aunque no es precisamente un autor de viajes es el modelo al que Javier se refiere del gran escritor. Tengo debilidad por ingleses como Mark Twain. Entre los españoles, están Blasco Ibáñez, uno de los pocos escritores cosmopolitas que tenemos (Modelos de la Costa Azul y La vuelta al mundo de un novelista); y Cela con su Viaje a la Alcarria.

J. R. Me gusta un libro de viajes que es de memorias literarias de Greene, Vías de escape. Otro de viajes y reflexiones sobre el arte, Atardeceres etruscos, de Lawrence; o el de Gide, Viaje al Congo. No hay que olvidar Nápoles 44, de Norman Lewis, que se ha recuperado ahora.

M. L. En cuanto a los autores ideales para llevar en la maleta de viajes hay que tener en cuenta a Fernand Braudel, además de Simenon. Aunque yo compró libros donde voy, y si me interesa guardarlos los voy enviando por correo. Dando la vuelta al mundo leí de Marguerite Duras El marino de Gibraltar. Como tenía 2.000 kilómetros del desierto de la Sal de Irán por delante, y no podía guardarlo, cada página que leía la tiraba al viento en una descarga poética. No tenía conciencia del ecologismo, quería sembrar el desierto de la prosa de Duras.

J. R. Hay que leer libros sobre el lugar al que se va, que muestren el alma de allí. Para ir a Grecia hay que leer a Homero y llevarlo consigo.

M. L. A mí me encanta esa cita que dice Javier sobre que un periódico está arruinado al día siguiente y Homero es moderno todos los días.

J. R. Ahora se puede homenajear a Joyce y su Ulises, por los cien años del Bloomsday. El viaje de Bloom es mejor que cualquier guía de Dublín. Y el Quijote también es de todos, como Shakespeare y los griegos.

M. L. Sí, ahora que se van a cumplir los 400 años de la primera edición es un buen momento para el Quijote. Y surge de nuevo la pregunta: ¿cuántos españoles de verdad lo han leído? Leerlo es una batalla por el pensamiento y la libertad que dura muchos años. Es una lectura y una aventura universal que permite múltiples puntos de vista.

J. R. Ya en broma, leer a Ezra Pound y tratar de comprenderle de una vez (risas).

M. L. No pueden faltar libros de aventuras, ni dejar de leer a los autores locales. La biografía de Chesterton o la Autobiografía de Twain. Todo es un viaje.

J. R. Y yo recomendaría dos libros para no leer: el de Aznar y el de Alfonso Guerra (risas).

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