El Museo Picasso exhibe obras con las que el pintor elevó la cerámica a categoría de arte
La nueva exposición temporal reúne 43 piezas realizadas entre 1947 y 1965
El Museo Picasso Málaga abrió ayer la segunda exposición temporal desde su inauguración hace ocho meses, formada por una colección de 43 piezas de cerámica que permiten comprobar la variadísima producción en este campo del artista, en el que encontró un vehículo muy adecuado para experimentar e imaginar. Picasso, que en poco más de 20 años produjo casi 4.000 piezas de cerámica, jugó con técnicas y formas. La muestra refuerza los argumentos de quienes piensan que el pintor malagueño elevó una tradición artesana a la categoría de obra de arte.
La cerámica formó parte muy importante de la vasta producción artística de Picasso, aunque quizá es su faceta menos divulgada y conocida. La ductilidad que permite el barro le brindó un medio muy propicio para dar rienda suelta a su imaginación, modeló y esculpió la cerámica según la necesidad que le planteara cada técnica o cada motivo que pretendía, y el paso por el horno añadía además a las obras garantía de perdurabilidad.
Picasso se entregó a la cerámica en una época optimista, acabada la Segunda Guerra Mundial, cuando se instaló con François Gilot en la Costa Azul. Se empleó a fondo en este medio de expresión tras conocer el taller de la familia Ramié, en Vallauris, en 1946. Según su nieto Bernard, en esa etapa el pintor se reencontró con sus raíces mediterráneas. "Se entregó a la cerámica, se interesó por los toros y los toreros, comía más pescado, creo que así se acercaba más a España", cuenta.
Como en las demás facetas de su obra, Picasso fue prolífico en su producción cerámica. Bernard Ruiz Picasso cuenta que muchas mañanas se sentaba en su taller con un café y una pila de 200 mosaicos o platos que a media mañana tenía ya decorados. Experimentó con técnicas, formas y motivos, y siguió una clara evolución desde unas formas más simples, y una intervención prácticamente decorativa, a líneas más complejas según se planteaba nuevos retos.
Pasó por la tradición etrusca y griega, de lo que dan testimonio algunas piezas de la exposición como mujer con drapeado o pareja etrusca. Tras su primera visita al taller de los Ramié, Picasso ideó dos piezas estructurales. También hay reminiscencias árabes y españolas. En búho, figura compuesta sobre un plato en forma de escudo, está claramente evidenciada la tradición de los ceramistas turolenses. Esta pieza incluso tiene una inscripción en el reverso en la que Picasso alude a la ascendencia mora que le atribuía su secretario Jaime Sabartés, que decía que era descendiente de un príncipe árabe de nombre Abomesic.
En la exposición hay dos pájaros estructurales en los que el artista concibió y compuso las figuras utilizando las formas clásicas de la alfarería.
Picasso se prodigó en la técnica del engobe, que, al contrario que los esmaltes, le permitía crear superficies mates que luego podían ser vidriadas. Son arcillas coloreadas natural o artificialmente y diluidas y se usan para cubrir piezas por inmersión aunque también se puede aplicar el pincel como si fuese una pintura. Este efecto de pintura se evidencia en los trazos de una cabeza de cabra sobre un plato de arcilla blanca.
Experimentó también con los óxidos, con los que hizo atrevidas combinaciones para generar imágenes, y recrear sobre el barro todos los temas que están presentes en su obra pictórica.
La exposición de cerámicas, instalada en la sala temporal de la planta alta del museo, se exhibe con luz natural, gracias a la apertura del gradaluz instalado en la cubierta del edificio de nueva construcción adosado al Palacio de Buenavista. Las piezas están expuestas en vitrinas especialmente realizadas para la ocasión y que permiten ver las piezas completas.
Las 43 cerámicas que forman la exposición, que permanecerá abierta hasta octubre, han sido prestadas por la Fundación Almine y Bernard Ruiz Picasso para el Arte.
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