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Columna
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La calor

Sinceramente, que es como de verdad, o casi, me gustaría hablar de políticos. De algunos. Sin embargo, voy a escribir de la calor. ¿Y eso ?, pues porque la calor empieza donde termina el calor. Para entendernos, el calor aquí, en esta tierra, termina donde empieza la calor. Y cómo. Muy fácil. El calor es aquello que nos acompaña en verano, que se soporta y, a veces, se disfruta por el regustillo a fresco que te deja el sobaco. En cambio la calor es cuando ese mismo regustillo deja de serlo, y no te alivias ni con los aires acondicionados de los directivos de Endesa. Pero también es algo más. Es ese artículo determinado femenino que acompaña al nombre y que lo desfigura hasta hacerle aparecer en la gramática con sustantividad propia. La calor es, como diría yo, esa expresión que en tiempos de verano y en tiempos de abandono, con o sin desodorante, es compañía de políticos para hacer proposiciones no de ley y acabar con ella de una vez. Y no sólo esto. Es mucho más. Es tanto que no se sabe ni dónde empieza ni dónde termina. Algunos, incluso, dicen que la calor es psicológica. Otros, como los que no hacen la cosa, dicen que existe. Hacen propaganda para que compres aire acondicionado. Más tarde esconden sus megawatios en sus lucros sin parar y te gustaría cortarles, como ha expresado Lombilla en este mismo diario, lo que a cada uno se le ocurra durante el apagón.

El calor también es una tomadura de pelo -diría el consejero de Innovación-. Es que te compras tu aire, lo instalas, lo pagas, te quedas sin un duro de los de antes y el sobaco se te pone que te mueres. Ahora, eso sí, puedes entablar una buena reclamación y te pagan una pasta más barata que si hubieras contado con los megawatios adecuados para tener el sobaco como dios manda. De todas formas esa es la calor. El calor es otra cosa.

El calor es esa sensación que recibes de una amistad, de un cariño que te mima, de tus hijos, de la vida y mucho más. Y ese, ese sí que sabemos pronunciarlo. Sólo necesitamos sentirlo. El otro, para qué engañarnos, llega porque el ánimo deja de serlo para ser de lucro. Un lucro bañado con unas gotitas de desvergüenza y de irresponsabilidad. Seguramente por éstas y otras razones, a más de uno y de una los jubilaron con menos de cincuenta. En fin, que el calor es el calor y lo otro es lo otro. A sudar, que mañana será otro día.

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